Robotia tropieza en su viaje a la pantalla grande, más allá de sus buenas intenciones (+VIDEO)

 Robotia, la película (Argentina-España/2024). Dirección y edición: Diego Cagide y Diego Lucero. Guion: Mariano Rojo y Beatriz Iso. Música: Joseba Beristain. Con las voces de Annabel Gallardo, Ariel Cister, Diego Recagno, Valeria Stilman y Ana María Picchio. Duración: 86 minutos. Distribuidora: BF París. Calificación: apta para todo público. Nuestra opinión: regular.

Si hay algo que le sobra a Robotia son buenas intenciones. Detrás de este proyecto animado de origen argentino hay destreza técnica, cuidado artístico, espíritu artesanal y un afán de crecimiento que adquiere con esta proyección al largometraje una escala internacional. Robotia inició su camino en Pakapaka. Sus dos temporadas cosecharon un reconocimiento suficiente como para convertirse en una de las producciones de mayor repercusión de la señal.

Después llegó el impulso de Ventana Sur y la integración entre la usina creativa local, Malabar, y tres productoras internacionales, dos españolas (Dibulitoon y Paycom) y otra costarricense (Kantauri). Pero la esencia del proyecto no cambió. Tampoco la base argumental del relato, aunque se suma un nuevo personaje, Bibi, una chica que sueña con triunfar en el fútbol pese a la oposición de su familia.

Este primer largometraje de Robotia ya tuvo su estreno en los cines españoles con versiones adaptadas (en términos de voces y lenguas) a la idiosincracia peninsular, aunque mantienen al mismo tiempo sin cambios la inspiración original: la integración a través del juego, la amistad y la camaradería surgidas desde la infancia para toda la vida, la superación de las adversidades. Valores universales arraigados en cualquier tiempo y lugar.

Todo esto ocurre dentro de una escenografía digital en la que se mantiene la idea fuerza de los cortos animados que conocimos a través de la tele y sus pantallas sustitutas: la idea de formar un equipo para que se cumpla el sueño de sus protagonistas, ser felices jugando al fútbol. Todo transcurre en un universo sin villanos a la vista, habitado exclusivamente por androides, niños y adultos que reproducen en todas las instancias de vínculo y relación social las conductas y los hábitos de nuestro mundo real.

El problema principal que enfrenta Robotia en su tránsito hacia un desafío narrativo, visual y de producción más grande tiene que ver justamente con su escala. El cine animado viene registrando en diferentes épocas múltiples ejemplos de ideas, personajes y ciclos exitosos que saltaron del formato clásico de los cortos televisivos a una instancia más amplia, pero lo hicieron mejorando o perfeccionando el diseño, los materiales disponibles y el propio relato.

También en el caso de Robotia una historia más extendida y ambiciosa reclama más complejidad. Se nota el esfuerzo de los animadores, que llevan adelante con esmero el exigente armado de escenarios enormes con muchos elementos simultáneos activos, como el de una cancha de fútbol. Pero el desafío aparece demasiado grande para una historia que sigue aferrada en términos conceptuales al formato más corto y la pantalla más acotada.

En dimensiones más grandes, la animación digital casi artesanal y el movimiento de los personajes resultan demasiado básicos, sobre todo en la elaboración de algunos planos y cambios de perspectiva. Sobran aquí entusiasmo, compromiso y sinceridad en los propósitos (los mismos que animan a los personajes en la búsqueda de sus sueños) pero falta ese salto en términos de producción que resulta imprescindible para darle al relato el espesor propio de una historia más larga.

En su tránsito al largometraje, Robotia mantiene el equipo original de animadores, realizadores y casi todas las voces, a las que en este caso se suma una sola presencia más reconocida, la de Ana María Picchio, que se divierte al darle vida a una curiosa directiva escolar. Quienes ya conocen a los personajes no tardarán en reconocer a figuras familiares en este nuevo formato, pero aquellos que descubren por primera vez aquí a los protagonistas de este mundo es posible que no distingan del todo las diferencias entre algunos de ellos y observen con alguna extrañeza el lenguaje demasiado sentencioso de ciertos androides adultos.

Marcelo Stiletano

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