La protagonista de esta historia emigró a España en 2019, recién graduada de abogada y regresó a Venezuela hace cinco meses como empresaria. Ella es parte de “un muy reducido” grupo de venezolanos que regresan a un país dolarizado y sin escasez, pero donde persiste la crisis crónica y el éxodo.
La venezolana Raffaella Maiuri, de 27 años, se fue en 2019 de Caracas rumbo a Madrid, España. Hace solo cinco meses regresó, para encontrar que la Venezuela que dejó es muy distinta a la actual y afirmar convencida: “este es mi lugar”.
Su historia es una en un abanico de experiencias muy diferentes, pero algo en común: huir de una crisis social, política y económica sin precedentes que en ese momento atravesaba uno de sus picos más altos en Venezuela.
Casi 7,2 millones de venezolanos han abandonado su país en los últimos años, según la Agencia de la ONU para los Refugiados, y la Organización Internacional para las Migraciones.
Pero la idea de regresar a Venezuela siempre estuvo presente para Maiuri.
“Venezuela es un país muy distinto”, reflexiona la joven de 27 años en conversación con Voz de América, desde su casa en Caracas.
Cuando decidió irse “la situación era muy complicada (...) sentía que en ese momento no tenía demasiadas opciones a nivel profesional para poder crecer y aprender”.
Maiuri se estableció en Madrid, en 2019, donde hizo un postgrado de Marketing Digital y Comunicación Política y creó una firma consultora. “En diciembre capto mi primer cliente, en enero capto el segundo”
Pero dos meses después llegó la pandemia por COVID-19. “Y en cuestión de 48 horas los dos clientes me escriben: ‘mira, vamos a paralizar actividades’”.
Y quedó “en el aire” como millones de personas en todo el mundo. La pandemia, dice, le dejó aprendizajes que pone en práctica hoy.
“Cada contexto puede tener sus propias realidades, limitaciones o sus propias dificultades. Y aunque en ese momento era algo mundial, que nos estaba pasando a todos, (…) tú tienes que ser responsable de tu propia realidad y tienes que moverte, solucionar, buscar alternativas y adaptarte a lo que esté pasando”, afirma.
Hace cinco meses, en noviembre de 2022, regresó a Venezuela con su empresa de estrategia y marketing digital, Up Level Comunicaciones, que está “en construcción”, como dice su página web.
En principio retornaba “solo por tres meses”, pero ya en Venezuela cambió de opinión. “Decidí quedarme” y enfrentar el “contexto” venezolano. “Hay muchas oportunidades de aportar”.
“Yo sé que Venezuela no es un país que esté bien precisamente. Es un país que falla en sus servicios, que no tiene tampoco incentivos al emprendedor, no tiene un sistema bancario funcional”, reconoce.
El grupo que regresa "sigue siendo muy reducido"
Y en efecto, Venezuela continúa sumida en una crisis, aún cuando la imagen de devastación, con anaqueles vacíos y filas de horas para comprar comida ha quedado atrás.
En 2018 la relajación del férreo control cambiario que imperó durante dos décadas trajo mejoras, después de que Venezuela encadenara ocho años de recesión y cuatro de hiperinflación.
La dolarización de facto y la flexibilización de los controles de precios permitieron a empresarios y comerciantes aumentar las importaciones, con una mejor oferta de productos y nuevos locales de alimentos, restaurantes opulentos, tiendas de lujo, etcétera. Es una imagen que llevó años después a la irónica frase de “Venezuela se arregló”.
Como Maiuri, otros decidieron regresar al país provenientes sobre todo de América Latina.
El canciller Yván Gil afirmó en enero que unas 300.000 personas volvieron desde 2022, por “motus propio” y que unas 30.900 lo hicieron a través del plan Vuelta a la Patria, puesto en marcha en septiembre de 2018 para facilitar el retorno de migrantes que fueron víctimas de xenofobia en naciones receptoras.
Con todo, no hay un sitio de consulta para corroborar estas cifras al día de hoy.
Carlos Lusverti, abogado e investigador del Centro de Derechos Humanos de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), dijo a la VOA que el número de personas que regresan a Venezuela “sigue siendo muy reducido”.
“No hay un dato sólido, consolidado que pueda decirse, solo hay estas piezas sueltas, parte del mismo problema de opacidad y acceso a la información oficial transparente y confiable (...) es un problema generalizado de opacidad en Venezuela”, siguió Lusverti.
Aún tomando las cifras del gobierno como ciertas, dice Lusverti, “el número (de retornados) sigue siendo muy bajo”.
Entre las historias migrantes que han retornado a Venezuela resaltan las de quienes perdieron sus trabajos en las ciudades de acogida, o que no veían motivo de seguir en ese país viviendo al día, sin contar la xenofobia: sacrificio que no valía estar lejos de sus familias. También impactados por los dos años de pandemia.
No es que la ola migratoria haya terminado, todo lo contrario. Las despedidas siguen siendo comunes.
“El flujo de gente que regresa sigue siendo menor al flujo de gente que sale”, agrega Lusverti en referencias a las cifras de la ONU.
Y ahora más, cuando la imagen de mejoría económica comienza a eclipsarse, en medio de protestas por “salarios dignos” en la administración pública, donde muchos empleados se han lanzado a la informalidad para subsistir.
Según la Encuesta sobre Condiciones de Vida realizada por la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), más de la mitad de la población, el 53,3 %, vive en pobreza extrema, mientras el 81,5 %, cifra que incluye los anteriores, se encuentra por debajo del umbral de pobreza.
Pero Maiuri se queda en Venezuela no porque la crisis haya dado tregua. “Hay otras cosas que quizás son más intangibles, que por lo menos a mí me llenan”, afirma.
Un cambio que destaca Maiuri está en “la mentalidad” del venezolano.
“Era un país que estaba concentrado demasiado en lo que estaba pasando a nivel político y eso limitaba todo lo que estaba a su alrededor; lo comercial, financiero”, opina.
Cuando ella se fue en 2019, Juan Guaidó se había autoproclamado presidente interino de Venezuela y países comenzaron a desconocer al gobierno de Nicolás Maduro, tras unas cuestionadas elecciones presidenciales un año antes. Impusieron sanciones, hubo manifestaciones… Incluso un apagón eléctrico que duró días.
“[Ahora] las personas tienen menos expectativas en lo político, están muy motivadas a hacer cosas nuevas, a experimentar, a buscar nuevas oportunidades, a resolver y no depender de un factor externo como podría ser el Estado”, observa Maiuri.
"Retribuirle" a Venezuela
Y así llegó a Venezuela, con el mismo proyecto que inició en España y que hoy integra un equipo de cuatro personas.
“Yo me asocié con otra venezolana, con quien yo había trabajado un proyecto acá muy puntualmente y por casualidades de la vida empecé a vivir con ella en Madrid y estuvimos iniciando el posgrado (...) Y cuando conseguí mi segundo cliente que no podía ya con el tiempo del máster le propuse que se uniera también al proyecto y empezamos a trabajar juntas”, recordó.
“Elaboramos toda la estrategia y a partir de aquí nos vamos a la ejecución. Creo que nuestro valor agregado es que nosotras tratamos de entrarle muy bien al sector y entender muy bien el negocio para poder generar estrategias”.
Su apuesta es por el país. “Creo que en estos momentos muy duros para el país, también nosotros tenemos que tratar de retribuir un poco lo que en sus momentos buenos nos dio”.
“Me llena saber que si yo voy a aportar en algo a una sociedad me gustaría hacerlo en la sociedad venezolana, si yo voy a poder incentivar a mi entorno, a hacer algo mucho mejor, a mí me motiva hacerlo en mi contexto venezolano que en otro contexto”, concluye.