#Mexico: LAS NOVIAS DE #AMLO (@Lopezobrador_) Y LO QUE PODEMOS APRENDER DE PEÑA NIETO (@EPN) #EPN

 La crítica simplista del colectivo nacional sobre la escasa capacidad intelectual y cultural de Enrique Peña Nieto nos impide visualizar con claridad uno de sus grandes aciertos personales: rodearse de lobos para volverse uno.

Si por méritos culturales y académicos escogiéramos a nuestros líderes, tendríamos artistas y científicos en la cumbre.

Hace años que debimos haber aprendido esta lección: en general, los científicos y los artistas no saben hacer política de alto nivel. Es importante resaltarlo: los científicos y artistas no saben hacer política. Esto se nota sencillamente en el hecho de que los tenemos marginados, que siempre están sufriendo por recursos. Tú no ves a políticos declarando que no tienen dinero para sus campañas. Acceden a él sin problemas. Saben cómo moverse. El tipo de inteligencia requerida para triunfar en un entorno de alianzas personales – que eso es la política en resumidas cuentas – requiere un tipo de enfoque muy peculiar, un enfoque en el que los círculos científicos o culturales no están acostumbrados a operar. En términos amplios, ser un artista es vivir desenfocado. Hoy pinto veinte horas, mañana ninguna. Esta semana escribo todas las noches y la siguiente tengo bloqueo de escritor. Hoy compongo la mejor sinfonía del mundo y luego desaparezco veinte años de la escena musical. Y así. No podemos aplicar tiempos de creación al arte porque depende de la inspiración y otros factores subjetivos que como bien sabemos, van y vienen. El científico – por otro lado – vive en una situación de hiperenfoque extremo constante, su atención al detalle es tan fina como un haz láser de alta potencia. Y todo aquello que no entre en el campo de energía de ese láser es irrelevante. No puedes escribir artículos de talla mundial si tu mente opera como la de cualquier persona que se preocupa por minucias de la vida diaria.




López Obrador se rodeó de un amplio entorno cultural y científico que apoyó su plataforma. Y está bien. Necesitamos ciencia. Necesitamos arte.

Pero más que eso, necesitamos entendimiento y aceptación.

El gran error del colectivo nacional cada seis años es asumir que una contienda política es cuestión de méritos y popularidad. No. Nada de ello representa los votos para ganar. La prueba de esto es que AMLO tenía los méritos – y si no él, su equipo – y contaba con la popularidad.

Entra a escena Peña Nieto quien – a diferencia de AMLO – contrató sin dudarlo a todos los grandes profesionales de la industria del marketing, generando así la imagen y el camino necesarios para imponerse. Sí, tuvo choques en la carrera presidencial y todos los conocemos. Pero lo importante no son las tonterías que dijo o hizo, sino su posterior tratamiento de los escándalos que generó. Donde la disciplina emocional interna de muchos de nosotros se pudo haber quebrado fatalmente, Peña Nieto se mantuvo estoico y guardó silencio ante la inmensa oleada de ataques personales. Después del tropiezo mayúsculo en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, Peña Nieto evitó la reacción tradicional de aclaraciones que cualquier otra persona hubiese hecho para “rescatar” su imagen. Enrique entró en su burbuja y trabajó en mantener la compostura. Su equipo rectificó y evaluó el daño. Conclusión: no pasa nada, vamos a ganar.

Y he ahí la diferencia entre los que juegan por cosas grandes y nosotros que nos sentimos plenos como ciudadanos comunes votando en masa cada cierto tiempo: la mentalidad de esas personas es muy diferente, dejan el pasado atrás mucho más rápido que la media y se rodean de excelentes consejeros a los que escuchan atentamente.

A los que escuchan atentamente.

Muchas personas de a pie pueden haber leído más libros que Peña Nieto y nombrarlos en un instante sin dudarlo, pero pocas personas de a pie tienen la capacidad de admitir que alguien sabe más que ellos y escuchar atentamente su consejo. Ese es el secreto de Peña Nieto – y en general de cualquier persona encumbrada: no hay que ser el más inteligente o el más capaz, hay que tener a los más inteligentes o capaces a tu lado.

Enrique Peña Nieto no es alguien culto, ni necesita serlo. A lo más, ser culto es una expresión deseable en un líder tan encumbrado, pero al final del día lo que yo quiero es alguien que se rodee de los mejores asesores posibles.

Alguien que se rodee de ellos y que los escuche.

Esto hace la diferencia en EPN. Cuando fue ridiculizado, calló. Bajó el perfil. Siguió la disciplina porque alguien le aconsejó que perdemos cuando nuestras vísceras toman el control de nuestras reacciones.

El ligero sesgo en esta visión de los consejeros provocó un error catastrófico en AMLO y un gran acierto en EPN.

Andrés creyó que los más capaces eran los científicos y artistas. Enrique entendió que los mercadólogos lo iban a poner en la gran silla.

Es materia de un teórico político evaluar estas aristas de elecciones de consejeros con mayor profundidad. Pero es ciertamente zona segura afirmar que las lecciones aprendidas de aquel proceso electoral de 2012 nos pueden servir para volver a predecir que el PRI mantendrá su hegemonía mientras conserve un esquema de trabajo como el actual.

Aunque la plataforma presentada por la propuesta izquierdista nacional en 2012 dio excelente cabida a minorías sociales y religiosas, dejó de lado dar algún tipo de espacio a la minoría política que no compartió completamente su visión de país. AMLO aumentó y fortaleció su base liberal pero no logró ganar la confianza de aquellos que siempre han dudado de sus intenciones. Considero que el momento cumbre más desperdiciado de su campaña fue la adición del empresario regiomontano Alfonso Romo, un respetado hombre de negocios de reputación mundial quien puso recursos y presencia a disposición de la plataforma del tabasqueño.

Alfonso Romo tuvo que haber salido masivamente en comerciales de televisión y radio como estandarte del pensamiento pro-empresarial y moderno de AMLO. Pero en su lugar vimos a Ebrard, De la Fuente y Poniatowska, sus novias de siempre. Andrés: nos cansamos de saber que los universitarios y los capitalinos estaban contigo. En una campaña queremos que nos asombren, queremos que nos vuelvan locos. Era mejor informarle a México que muchas personas de dinero y poder también estaban contigo. El alto impacto que la riqueza produce en las masas siempre genera más atención que las ideas puras. Yo leo y admiro lo que Bill Gates hace primeramente por su fortuna y luego por su pensamiento elegante y visión altruista, no al revés. Porque personas con visión altruista y personas con pensamiento elegante las puedo encontrar más fácilmente. Pero personas que combinen todo ello con la capacidad monetaria para lograr una influencia verdadera en la sociedad no hay muchas.

AMLO tenía en Alfonso Romo una de esas personas y falló al no explotar más esa imagen.

Vamos, que esto era como una fiesta en donde todos conocen a Andrés y saben que llega en cada ocasión con la misma novia de siempre. Así no generas reacciones nuevas. Ahora que la reacción de asombro no se iba a hacer esperar si López Obrador y Romo hubiesen llegado a todas las fiestas de la mano. Para modificar el entorno político – parte del credo de AMLO – primero debes interactuar con él, tenerlo cerca de ti. No alejarlo. No llamar chachalacas a los que son chachalacas ni hablar de la maldita oligarquía y élites malignas cada dos segundos. Sabemos que existen. Queremos tener arriba mejores personas. Pero primero necesitas acercarte a todos, sumar lo más posible. Y aunque hubo mucha más mesura en esta campaña, AMLO no pudo evitar dejar fuera a todo aquel que tuviera simpatía por otras ideas que no fueran las suyas. El idealismo de AMLO está muy bien para ganar almas, conciencias y debates, pero debemos comprender que el idealismo es primo cercano del absolutismo. El idealismo es el extremo opuesto de la indiferencia. Y ambos son peligrosos. Ser idealista es tal vez mejor que ser indiferente. Pero para ganar un juego político tienes que hacer política. Y eso significa asociarte con aquellos que no comparten tu visión del todo.

Tender puentes, no levantar paredes.

En política, como en el amor, como en la vida, los extremos no son deseables porque generan dramas innecesarios.

En Mayo de 2012 envié un mensaje de correo electrónico al equipo de Andrés Manuel López Obrador explicando todo lo anterior.

Jamás recibí respuesta.

AMLO debe abrirse. Debe platicar más seguido con Lula, quien en alguna ocasión explicó que sus tres derrotas en elecciones presidenciales le dieron el tiempo para madurar políticamente y así transformar a su país en la potencia que hoy es. Lula ha confesado que daba gracias a Dios por no haber sido electo antes, ya que con sus convicciones idealistas y temperamento revolucionario no habría durado – en sus palabras – ni seis meses en el poder. Cuando Lula asumió el poder sumó a personas a las que unos años antes habría enviado a la cárcel en un pestañazo. Brasil no es perfecto, pero Brasil ya ha conquistado cosas que México tardará décadas en alcanzar.

Peña Nieto no sabe nada de esto. Pero no importa. Sus consejeros sí.

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Siete semanas antes de la votación presidencial del 2012 hice un análisis de las campañas electorales y el resultado más factible.

PEÑA NIETO VA A GANAR por Aaron Benitez Mayo 11, 2012

El Partido Revolucionario Institucional tiene la mejor campaña de mercadotecnia en la presente carrera presidencial.

Su candidato principal y presidencial cuenta con una imagen perfectamente cuidada y estructurada. La homogeneización de sus anuncios en medios impresos y electrónicos le otorgan la ventaja de la claridad en la conciencia de los electores. Enrique Peña Nieto es una figura constante, serena, sonriente y familiar en los miles de anuncios donde se le vea.

Recibe el apoyo en todos los demás carteles y letreros de los candidatos de su partido a puestos menos ventajosos como senadurías y diputaciones.

Desde un estricto punto empresarial, yo haría negocios únicamente con los ideólogos de la campaña nacional priista porque saben perfectamente lo que están haciendo.

No estoy hablando de ideologías. No te arranques las vestiduras por nadie. Analiza lo que están haciendo.

Por otro lado, Josefina Vázquez Mota cuenta con una presencia de mercadotecnia moderna y visualmente agradable.

Es diferente. Claro que sí. Pero sólo lo es por el hecho de ser mujer. Nada más.

Josefina Vázquez Mota no ofrece más experiencia al electorado pragmático. Tampoco es una candidata que arrase con una oratoria inspiradora. Mucho menos parece un rival serio en cualquier confrontación de ideas. Josefina Vázquez Mota es una persona con estudios de alto nivel y una carrera política larga, pero insiste en ganarse a la clase media a base de sus propias definiciones de ser la señora de la casa, una mujer como todas las demás. Los electores no quieren a alguien dentro de ellos, quieren a alguien fuera de lo normal. Sí, a alguien diferente, pero no nada más por ser mujer.

Debería insistir en que es mujer, en que es economista, en que es una experta política, en que sabe negociar, en que no es una niña grande que recite discursos memorizados de su amor por México y lo mucho que va a hacer bien las cosas si le damos la oportunidad. Por eso no va a ganar la elección.

Andrés Manuel López Obrador tiene a sus enemigos en casa. A nivel nacional, ha pulido una imagen muchísimo menos confrontacional. Se ha esgrimido como una figura que ataca los poderes fácticos que todos los mexicanos detestamos. Repite el mensaje de conciliación y de cambio verdadero. López Obrador es sobre todo el candidato de los jóvenes porque los hace sentir inteligentes al detestar a alguien tan tonto como Peña Nieto. Nadie que se considere cool and smart quiere estar al lado de alguien percibido como tonto. Los fanáticos de la campaña de AMLO yacen en el núcleo más creativo de la sociedad mexicana. Ellos hacen la difusión creando juegos de palabras, expresiones, imágenes y defensas apasionadas de las propuestas de su candidato. Eso no tiene precio. Una cultura de viralidad en las campañas presidenciales se presenta por primera vez en el país.

AMLO cuenta con el gran respaldo de la mayoría de la comunidad intelectual y científica del país. Lamentablemente estas comunidades no saben hacer política. Si lo supieran, ya habrían creado las condiciones para hacer florecer sus artes hace mucho tiempo.

Apenas están aprendiendo cómo. Y AMLO necesita ganadores, no aprendices.

Pero el enemigo está en casa, decía líneas arriba. Bajo la coalición de fuerzas progresistas que ha alineado bajo su sombrilla perredista, López Obrador y su equipo no han conciliado una campaña de anuncios moderna que sea realmente uniforme en cada anuncio, en cada letrero, en cada spot.

Tenemos un Partido del Trabajo haciendo verdaderos trabajos de porquería con sus espectaculares rojos y amarillos anti-estéticos. Tenemos a un PRD esforzándose en lucir moderno a nivel nacional pero que no sale de lo pueblerino en sus campañas locales.

Cuando tu campaña de mercadotecnia no es homogénea, creas confusión por definición. En un anuncio ves a un López Obrador sonriente, tranquilo, amigable, buena onda. En la siguiente lo ves más serio, en un ángulo menos favorecedor, al lado de un candidato con otra foto impresentable.

La Coca-Cola vende lo que vende no sólo por su sabor, sino por su mensaje: somos lo mismo en todos lados, te gritan sus botellas y latas. Y alguien no le ha dicho a AMLO que así es como vendes algo. Primero te compran la campaña, luego les vendes las ideas.

Uno puede ir conociendo en fotos a diferentes AMLOs conduciendo tranquilamente por cualquier avenida principal. Y en contraste uno verá al mismo Peña Nieto en todas las fotos en ese mismo camino. Pocos se fijarán en Josefina porque es una mujer promedio.

Peña Nieto va a ganar por la coherencia y penetración de su campaña. Ese siempre ha sido el juego en la política nacional. No se gana con ideas buenas, diferentes u originales. Fox lo comprobó en su momento: la mercadotecnia lo es todo. Y si quieres ganar al país, primero tienes que estar al frente de él. Y para estar al frente de él, la carrera se juega con estos obstáculos: convencer a la gente a través de la imagen.

Ojalá fuéramos más profundos, mejores pensadores, más conscientes de lo que realmente nos conviene.

Pero no lo somos.

Por eso somos un país de gorditos cocacoleros que no leen mucho pero se apasionan a morir con el fútbol. Un país donde el automóvil que traes te define y trabajar de ocho a ocho está bien porque pensamos que la chamba es la chamba en lugar de pensar que la vida es la vida.

La historia lo cuenta: hemos sido en nuestras raíces un grupo de personas fácilmente impresionables desde el día en que la leyenda del intercambio de oro por cuentas de vidrio ocurrió.

Aaron Benitez / Medium.com

 
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