Gledys Ibarra: “Todo comienzo está en manos de cada individuo” (ENTREVISTA)



Si algún músico venezolano decidiera emular en su disco la portada del Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, tendría que incluir a Gledys Ibarra entre los personajes de la carátula. 

La presencia de la actriz en el cine y la televisión ha permeado en la cultura popular, personajes que todavía son recordados por quienes encontraron en el mundo audiovisual no solo distensión, sino motivos de ensueño, empatía, aspiraciones, hermandad y complicidad, además de enojo si la historia lo ameritaba. 

Gledys Ibarra actualmente vive a miles de kilómetros de su natal Caracas. Desde septiembre de 2014 se encuentra en Inglaterra, lugar que se está despertando, según sus palabras, retomando su propio espíritu. 

La vacunación en el país avanza. Ya ella obtuvo su dosis, así como muchos otros que ven más cercana la vida como la conocían antes de la pandemia. 

Escuchar su voz por teléfono es recordar inmediatamente a Eloína Rangel en Por estas calles, o a Carlota, la madre de Jairo, en Sicario. Son tantos. 

En Inglaterra Gledys Ibarra no solo ha hecho teatro, sino que ha planeado obras que ahora, en momentos en los que la pandemia parece tener los días contados, o al menos no existe la incertidumbre de hace un año, prevé retomar. 

Además, es la directora de The Latin Stage, una iniciativa que fundó hace casi tres años para impulsar en Reino Unido al talento latino . «Una comunidad ávida por conocer historias que se parezcan a ellos», dice Gledys Ibarra, que vive en Kent, en las afueras de la capital británica. 

La cuarentena obligó a suspender dos obras que habían estrenado una semana antes del confinamiento. Ahora, con los cuerpos inmunizados, las expectativas sobre las tablas vuelven a ser inmensas. Las piezas son Muerta yo? y El árbol de chocolate, esta última una obra infantil escrita por ella. 



—Es la segunda obra de teatro que escribe. Si no me equivoco la anterior fue El vuelo de las mariposas

—Realmente tengo 4. Claro, sería la segunda que tiene montaje. El vuelo de las mariposas se vio en Venezuela y El árbol de chocolate la dirigí por primera vez en Miami. Ahora, la retomé acá por varias razones. Le tengo mucho afecto porque tiene una combinación. Está el cuento tradicional mezclado con las nuevas actividades de los niños para divertirse. Entonces, las dos brujas que están en el árbol, solo quieren poner la pócima de la voluntad en el chocolate para tener más seguidores en las redes. A través de la tecnología son atrapadas y devueltas al bien.

—Ha sido fructífero este tiempo en Inglaterra, especialmente por el paso en el Teatro Cervantes, donde participó en el montaje de Yerma, hablada en inglés. Interpretó a Dolores

—Sí, sí. Con el Cervantes tengo muchos montajes. Hicimos Bodas de sangre y protagonicé La tortuga de Darwin, con el que gané el premio Lukas (Latin UK Awards) en 2018. Llegué a estar en elencos dobles, tanto en inglés como en español. Fue mi lindo mi paso por el Teatro Cervantes. No quiere decir que no se repita, pero desde que llevó adelante The Latin Stage, tengo mi propio niño.

¿Qué fue lo más difícil de comenzar ante un público que puede resultar tan ajeno como el británico?

—Sigue siendo lo más difícil. Uno siempre tiene miedo, pero va mutando. Mi primer miedo era cómo entrar. Comencé a enviar a muchos teatros mi currículo para ponerme a la orden. Contacté a muchos teatros. El Cervantes respondió casi seis meses después para que participara en el casting de Bodas de sangre. Quedé en el elenco. Lo demás fue historia. Yo estaba muy asustada en ese casting. Uno siente que se ve a meter en la boca del lobo, esa sensación de no tener a nadie que ni te brinde una sonrisa. Ese miedo cedió a medida que conocí a la comunidad venezolana que iba al teatro. Ese fue el primer contacto con venezolanos que tuve. Y fíjate esto, las clases de actuación del Cervantes se abrieron con mi taller de verano. 

—¿Cómo fue la experiencia con los estudiantes?

—¡Divina! Mira, hay dos clases de persona en ese sentido. Una que está atraída por la actuación, pero que quizá su única motivación sea la fama. Hay otras que sienten que en su corazón, algo les grita que son unos histriones, y van buscando un camino para detonar y dejar eso en evidencia. Acá en Inglaterra, es muy demandante. Los actores salen con formación universitaria, preparados para el canto, el baile, saben cómo manejar el cuerpo. En The Latin Stage ofrezco decirle al joven que si tiene esa inclinación, que puede usar las herramientas que le doy para que descubra las suyas, y en su idioma entienda de qué va esto de ser actor y respetar el escenario. 

—Habla de la voz que llama al histrión. ¿En qué momento sintió esa voz?

—Hay momentos en los que uno no lo sabe, sino que lo manifiesta. Eso me pasó a mí. Si de voz hablamos, me lo dijo mi abuela, que en paz descanse. Al oído me decía que no olvidara nunca que soy artista, actriz. Lamentablemente no lo vio. Falleció antes de que yo pudiera hacer lo primero en televisión. Ella estaba enferma, pero comentaba: si tuviera salud, la llevaría a la televisión porque ella es una artista. Ahora, el primer contacto fue a través de mis juegos y un personaje que creé. Claro, no tenía nada claro que me definiera como actriz. Eran simplemente juegos. 

—Recientemente en una entrevista con Carlos Fraga habló de personajes como Encarnación de Pobre negro o Nancy de Cristal. Dijo que siempre están presentes. ¿Pero cuál cree que es el personaje más querido por el público venezolano?

—(Suspira). Esa es una pregunta sumamente difícil. Me ha tocado el privilegio de crecer en Venezuela en la televisión, el teatro y el cine en Venezuela. Maduré frente a los ojos del público venezolano. Quizá le preguntas a gente que le encantó Encarnación de Pobre negro, o que me vio Cristal, y dirá que fueron mis inicios. Todo depende de los momentos. Tal vez las recientes generaciones mencionarán mis últimos trabajos en Venezuela, en un momento diferente por el contexto social. Eso va dividiendo el gusto en el venezolano. Bueno, hay un personaje emblemático, que partió mi carrera en dos, que fue Eloina Rangel en Por estas calles. Pero después hubo muchos más como Patria Mía, Luna Camacho o La Diabla. Soy una privilegiada porque el público se refiere a varios. Lo agradezco.

—¿Qué fue lo más arduo de posicionarse en el medio artístico venezolano?

—No lo sé. Todo comienzo es difícil. Aunque pareciera que todo está en la gente de la industria, todo comienzo está en las manos de cada individuo. Dependerá de la paciencia, de la fe en sí mismo, de las ganas y de lo abierto que estés al rechazo en algunas oportunidades. También importa la insistencia que se tenga en el camino. Recuerdo muchísimo esos momentos en los que regresaba a casa sin un personaje. Es algo que me pasa ahora, y por eso no decaigo. Obvio que el impulso ni el ímpetu son los mismos que cuando eres jovencito. En un casting uno está lleno de ilusiones, aunque la ilusión pareciera que huele a frescura de juventud. Pero también se da cuando no está la juventud. Mi manager me dice que no puedo caer, que piense en que son ellos los que se lo pierden. Además, uno no sabe lo que hay en la cabeza de un director de casting, y quizá solo hay un pedacito de uno que no encajó en su rompecabeza. Me dice que hay que seguir adelante hasta que se consiga. Yo le creo. 

Gledys Ibarra

—¿Qué te faltó por hacer en Venezuela?

—Siempre faltan cosas. Hice mucho. Estuve animando, también hice radio y me fue bien. Durante un año tuve un programa en Onda. Lo amé. Los ejecutivos de la emisora me dijeron que de regresar a Venezuela, tenía luz verde para tener mi programa de vuelta. Pareciera que todo está hecho, y no es así. Siempre hay mucho por realizar, incluso en la actuación. Ahorita, como te digo, hay un poco más de miedo que antes, porque el ímpetu muta. No digo qué es lo que más me falta por hacer porque no lo sé. Cuando hice mis primeros personajes, no sabía cuáles me iban a tocar la puerta.

—En diciembre de 2020 subió a su Instagram una foto con la actriz Ruth Wilson tomada durante un rodaje. ¿Qué puede contar sobre esa filmación? 

—Fue un proyecto que me sorprendió. Hice un casting, pero no sabía para quién iba a trabajar. Me escribieron para decirme que les gustaría que aceptara el personaje de cuidadora. Pero lamentablemente por el tema de la pandemia, la participación se redujo. Sin embargo, me dio la oportunidad de estar en una gran producción inglesa, en la que además está Ruth Wilson, una actriz de primera línea que es la protagonista. Así sea de extra, que es prácticamente lo que quedó, me hizo muy feliz. Pudo ser cualquier otra actriz, pero la vida me dio la oportunidad de que fueran mis ojos los que registraron esos pequeños momentos de la filmación.

—Ha escrito obras de teatro. ¿Ha pensado dirigir o escribir una película?

—Tengo unos intentos, pero no es más que la génesis de lo que debería ser. Yo estudié cinematografía en el New York Film Academy. Sin embargo, siento que ha pasado tanto tiempo y ha habido una evolución, que ahora los chamos están haciendo unas películas increíbles con la resolución de un teléfono celular. No quiero decir que fue un tiempo perdido, porque hay algunas nociones, especialmente éticas y de practicidad, pero creo que efectivamente los cambios han sido muy rápidos. Uno se plantea de manera distinta cómo hacer una película. Todo lo que siga latiendo dentro de ti, en algún momento…. si es que la vida alcanza. Porque uno habla, habla y habla, sin saber qué planes tiene la vida con uno. 

—¿En qué momento se dio cuenta que era necesario dejar Venezuela?

—(Suspira). Pasa algo especial. Yo he trabajado fuera de Venezuela en varias ocasiones. Estuve en Colombia y Estados Unidos, pero siempre regresaba. Ahora, esta salida tiene que ver con mi matrimonio con un inglés. Teníamos unos seis o siete años de relación, y cuando me pidió matrimonio, dije que sí. Sabía que eso implicaba un cambio. Este es el momento en el que he estado por más tiempo fuera de mi país. La última vez que estuve allá fue para votar por la Asamblea Nacional, en 2015.

Gledys Ibarra

—¿Cómo recuerda el primer aplauso recibido en Inglaterra?

—Oye, qué bonita esa pregunta. No lo había pensado, ni internalizado. Fíjate que ahora recuerdo ese instante. Cuando estábamos en el montaje de Bodas de sangre. Lo recuerdo perfectamente, qué emoción, fue muy bonito. Gracias por hacérmelo recordar.

—De nada

—(Sonríe)

—Solo tuve curiosidad sobre cómo pudo haber sido

—Efectivamente muy lindo. Luego, recuerdo, a nivel de ovación, cuando hice La tortuga de Darwin, fueron también muy lindos.

—Por cierto, recuerdo haberla visto varias veces en conciertos de Fito Páez acá en Caracas. Leí crónicas de salidas en grupos de varios artistas venezolanos con él después de cada show. Leonardo PadrónMarisa Román… ¿Sigue en contacto con él?

—Íbamos en grupos a los conciertos, y hubo algunos contactos posteriores, pero ya no. Es una pena para mí, pero sigue intacto mi admiración por él y su música, así como por los grandes como Charly, Spinetta, Cerati. Gente cuya música me llega profundamente, como también la de los grandes de Venezuela, entre ellos Yordano, Ilan, Elisa Rego, Kiara, Guillermo Dávila. Personas que quedan sembradas. De los últimos, Los Amigos Invisibles. Me alegra cuando conozco gente nueva, de 30 y pico de años que me habla de ellos, y me contenta responder que sí, que son nuestros; delicioso. 

—Estamos casi a mitad de año. ¿Qué planes hay para los siguientes meses?

—Bueno, abrí mi canal de Youtube. Tengo unos programas que son espectaculares. Se trata de hablar sobre un tema, pero saber las reacciones. Obviamente con personalidades queridas del público. Y estos temas, se discuten con alguien que sea neutral, un psicólogo o un psiquiatra. La idea es ver cómo nosotros los seres humanos abordamos ciertas cosas. ¿Qué dice la ciencia sobre qué dispara algunas conductas? Seguiré haciendo estos programas. Los comentarios en Youtube son una belleza. Tengo 5.000 suscriptores, más o menos. Los invito a sumarse. Luego, seguiré con los procesos de casting, además retomaré los proyectos de The Latin Stage. Bueno, también quiero ver a mis nietos en Venezuela y en Italia. Vivir, querido. Mientras esté viva, quiero vivir. 






 
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