El inicio de 2020 (que se debe decir dos mil veinte y no veinte-veinte, según dictó la Real Academia Española, RAE) quedó ya marcado por la tensión mundial en la que han desembocado los asesinatos, el viernes pasado, del general Qassem Soleimani, y de Abu Mahdi Al Muhandis, los más influyentes y poderosos militares de Irán, en un ataque ordenado por el Gobierno estadounidense encabezado por Donald Trump.
Esta ofensiva, que detonó en las redes sociales de todo el mundo las tendencias que referían a la posibilidad de una tercera guerra mundial, fueron en respuesta al ataque que hicieron milicias chiitas iraquíes a una base militar de Estados Unidos el pasado 27 de diciembre, en el que perdió la vida un contratista y varios soldados resultaron heridos, y luego de la invasión a su sede diplomática en Bagdad, que obligó a evacuar al embajador y a todo su equipo.
Pero de acuerdo con analistas internacionales y expertos en temas de Medio Oriente, en realidad la espiral de violencia (cuya última expresión es la convocatoria a todo el pueblo iraní realizada ayer en los funerales de Soleimani y Abu Mahdi de donar un dólar por persona para recaudar una recompensa millonaria por la cabeza de Trump) tuvo su origen cuando el presidente estadounidense decidió abandonar, en 2018, el pacto nuclear con Irán por considerarlo un pésimo acuerdo. “El peor convenio jamás firmado por Estados Unidos”.
Ese pacto lo había empujado el presidente Barack Obama en 2015, con el concurso de la Unión Europea y otras potencias mundiales para atenuar las tensiones en Medio Oriente, cuando incluso las milicias entrenadas por Teherán fueron aliadas de Estados Unidos para combatir al grupo terrorista Estado Islámico (ISIS) en Iraq.
Tras la salida de EU del pacto, vino toda una serie de sanciones de Washington contra Teherán, como el bloqueo a sus exportaciones, incluidas las petroleras, lo que afectó aún más la economía de Irán, y a lo que Soleimani y los grupos armados, entrenados y financiados desde Irán como instrumentos de control en la región, especialmente en Iraq y Siria, orquestaron toda una serie de acciones para impedir el tráfico de petróleo y otras mercancías de Estados Unidos y sus aliados en el Golfo Pérsico. Eso fue escalando las tensiones hasta que degeneró en lo ocurrido el pasado fin de semana.
Ahora se teme que la venganza iraní consista en severos ataques a intereses de Estados Unidos y sus aliados, y atentados contra líderes y personalidades mundiales, así como ciberataques y detonaciones en instalaciones petroleras, económicas y militares.
Trump, pues, está metido en un laberinto que él mismo inició, y que contradice la que siempre fue su bandera electoral desde 2016 y que tantas simpatías le trajo: sacar a Estados Unidos de guerras y conflictos lejanos, difíciles de ganar y que costaban muchas vidas y dinero, pues mejor se debía invertir en reactivar la economía.
Por eso, además de poner al mundo al borde un nuevo conflicto bélico, Trump podría perder muchos votos de sus fieles que le podrían costar su reelección. Veremos.
jbarrera4r@gmail.com