#Mexico: ¿Cuánto vale para López Obrador la amistad con Maduro?



Andrés Manuel López Obrador está resultando peor de lo que advirtieron. No solo sus primeros gestos de habilísimo populista, ese que presume austeridad y exalta la miseria como gran valor.
Sus guiños a una historia ya gastada y peligrosa (todo aquello de vender el avión presidencial, no andar en caravana, reducir su salario y someterse a referendo), se vuelven advertencia de lo que vendrá para México. Pero también, lo que ya ha hecho.
«La urgencia por crear un padrón de jóvenes becarios, el reparto de las ayudas del Gobierno desde la presidencia, el regreso del asistencialismo en el campo (incluido el regreso de los precios de la garantía) y la captación de los viejos (y los nuevos) sindicatos oficialistas configuran una base social instantánea», agrega Cayuela Gally.
Sin mencionar su intención de conformar una milicia, paralela al Estado; y de devolver a México a esa grandeza atávica, como también en su momento lo prometieron en Italia, Rusia o Alemania. Todo, además, a través de una revolución. «Su» revolución. «La 4ta transformación».
Socialista, al fin. De esos carcas que emboban a las masas. Comparte, también, afinidad ideológica con grandes criminales en la región: Raúl Castro y Nicolás Maduro. Pero con este último llama la atención su relación.
México era el país que lideraba el Grupo de Lima, esa iniciativa regional para generar la presión necesaria que logre reinstaurar la libertad en Venezuela. Pero de servir como punta de lanza de las ofensivas diplomáticas contra la dictadura de Nicolás Maduro, el gran país americano pasó, no a la indiferencia, sino a la complicidad.

Y en momentos cuando el retrato con Maduro es tan costoso; cuando la sola alineación de ideas hiere —cuando, precisamente, mercenarios como Pablo Iglesias, Errejón, Petro o Samper se han apartado—; López Obrador prefiere hacer de secuaz, escudándose en un presunto principio de «no intervención».
«Estamos con el diálogo, eso sin duda, incluso es un principio constitucional de política exterior (…) Lo que no podemos es condenar a un Gobierno extranjero porque es violar el principio de no intervención», dijo este lunes.
En concreto: México se abstendrá de opinar sobre Venezuela. Eso sí, el dictador sí es invitado a la toma de posesión de López Obrador. A saludarlo y a posar junto a él. A ser tratado como un demócrata. No como un tirano. Lo que es.
«¡México se abstuvo [del Grupo de Lima]! A ver si alguien me puede explicar: López Obrador en 2006 pidió la solidaridad del mundo para denunciar una elección supuestamente fraudulenta en México, que fue muchísimo más libre que la del 2018 en Venezuela. ¿Cómo explica ahora su apoyo a Maduro?», dijo al respecto el periodista argentino Andrés Oppenheimer.
López Obrador ha resultado peor de lo que se esperaba. No solo un peligro para los mexicanos, sino un aliado de Nicolás Maduro. Quizá su mayor amigo en la región. Entonces, un peligro también para los venezolanos. Pero, en el momento en que la foto junto al dictador caribeño es tan costosa—y el costo político tan alto—, ¿por qué López Obrador ha decidido cooperar? ¿Cuánto vale la amistad con Maduro?




 
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