Todas las señales que ha enviado Andrés Manuel López Obrador
son en el sentido de que avala la renegociación del TLC que encabeza el
actual Gobierno. Parece claro que quiere tener ese asunto resuelto
antes de tomar posesión. Su representante en los cabildeos, Jesús Seade,
es testigo y aval, y a decir de todas las fuentes consultadas, no se
entromete ni obstaculiza. Más bien toma nota y aprueba.
La buena relación AMLO-Trump, ha dado un
reimpulso a las pláticas y se ha avanzado sustancialmente en varios de
los temas. Dos ejemplos claros son dos de los expedientes más polémicos:
de acuerdo con las mismas fuentes, en lo que tiene que ver con la
“regla de origen” del sector automotriz los arreglos México-Estados
Unidos están avanzados al 90% aproximadamente y en lo que toca a
propiedad intelectual (un tema fundamental para nuestros vecinos, del
que casi no se había negociado nada) las cosas van al 80%.
Sin embargo, los asuntos tóxicos para México, los
que no parece estar dispuesto a aceptar, están aún sobre la mesa:
estacionalidad, solución de controversias y cláusula ocaso.
La expectativa en la delegación mexicana, me
cuentan, es que esta misma semana, entre miércoles y jueves, Estados
Unidos dé señales claras de que habiendo llegado a un acuerdo en lo de
las reglas de origen automotriz, está dispuesto a ceder en los otros
tres puntos que son intransitables para México. Se sabrá desde
Washington. Entonces, si todo sale a pedir de boca, Canadá se
incorporaría el viernes. Y a ver con qué actitud lo hace, en caso de que
vea que sus dos socios están prácticamente arreglados entre sí.
El reloj corre. Hay prisa de los dos lados del Río Bravo. De Estados Unidos, porque se agotan los tiempos legislativos para la actual composición de las cámaras
El reloj corre. Hay prisa de los dos lados del Río Bravo. De Estados
Unidos, porque se agotan los tiempos legislativos para que la actual
composición de las cámaras -con mayoría del Partido Republicano- avale
rápidamente el TLC 2.0. De México, porque el Gobierno entrante no quiere
recibir en herencia ese problema. Además, porque ambas partes saben que
si en agosto no se da un apretón de manos, la renegociación retrocede
casi hasta el punto de partida: en Estados Unidos por la fortaleza del
Partido Demócrata en caso de que, como se prevé, gane la elección
legislativa de noviembre y se quede con el control de las cámaras; y en
México porque habiendo tomado posesión, López Obrador podría establecer
una nueva agenda de prioridades en torno al TLC. Ambos riesgos lo
conocen los países involucrados en la renegociación.
Los mercados observan atentamente. Listos para apretar el botón.
SACIAMORBOS
SACIAMORBOS
Pedro Aspe, una de las figuras económicas
nacionales cuando se fundó el TLC hace 25 años, decía que en los
momentos más difíciles de su concepción, solían recordar que “nada está
negociado hasta que todo está negociado”. Es decir, se puede hablar de
avances en los temas espinosos y de acuerdos en muchos capítulos del
Tratado, pero todo eso se puede ir al caño en un instante si no se llega
a una firma final.