Tras once años de trabajos, la OMS
ha decidido que la transexualidad, que es un desorden de la identidad de
género, salga del apartado de enfermedades mentales -algo que llevaban
años reclamando las asociaciones LGTBI-, y entre en el de los
comportamientos sexuales.
Se mantiene de esta forma dentro de
la clasificación para que cuando una persona busque ayuda médica la
obtenga ya que en muchos países, si la diagnosis no está incluida en la
lista, el sistema sanitario público o privado no reembolsa el
tratamiento.
"Queremos que las personas que
padecen estas condiciones puedan obtener la ayuda sanitaria cuando la
necesiten", explicó en rueda de prensa el director del departamento de
Salud Mental y Abuso de Substancias de la OMS, Shekhar Saxena.
Pero deja de ser considerada una
enfermedad mental "porque no hay evidencias de que una persona con un
desorden de identidad de género deba tener automáticamente al mismo
tiempo un desorden mental, aunque suceda muy a menudo que vaya
acompañado de ansiedad o depresión".
Además, "si a las personas con un
desorden de identidad de género se las identifica automáticamente como
alguien con un desorden mental, en muchos países se les estigmatiza y
puede que se les reduzca las oportunidades de buscar ayuda".
Otra de las modificaciones más
llamativas de la clasificación es la inclusión de los videojuegos en un
nuevo desorden, el del "juego" pernicioso, que se incorpora a la misma
lista donde también está la acción dañina de apostar.
"Incluimos el desorden de jugar de
forma adictiva tras analizar las pocas evidencias que tenemos y tras
escuchar a un Comité Científico que sugirió que este nuevo fenómeno se
incluyera como una enfermedad que puede y debe ser tratada", resaltó
Saxena.
Precisamente, esta falta de datos
empíricos es una de las razones para incluir este desorden en la lista,
porque las informaciones que se han analizado apuntan hacia una
dirección, pero la OMS quiere cerciorarse y valorar su alcance real.
De hecho, la OMS estima que entre
un 2 y un 3 por ciento de los que juegan a videojuegos tienen un
comportamiento abusivo y pernicioso, pero quieren tener certeza
científica.
Asimismo, el hecho de que este
desorden esté incluido en la lista de enfermedades permite a las
personas que lo padecen contar con ayuda de forma oficial, dado que el
sistema lo reconoce como una dolencia, por lo que está cubierto por los
sistemas públicos de salud y por los seguros.
Saxena especificó que el hecho de
jugar a un videojuego no es nocivo por si mismo, igual que no lo es
ingerir alcohol, algo que hace regularmente el 40 por ciento da la
población mundial o entre un 70 y 80 por ciento de los europeos.
El problema es cuando el consumo es
abusivo y cambia el comportamiento de la persona que lo ejerce, por eso
se ha incluido en el apartado de uso de sustancias perniciosas y otros
comportamientos adictivos.
"Si el niño, adolescente o adulto
que juega lo hace sin parar y deja de salir con sus amigos, deja de
hacer actividades con sus padres, se aisla, no estudia, no duerme y solo
quiere jugar, eso son signos de alerta de que podría tener un
comportamiento adictivo y que tiene que buscar ayuda", señaló Saxena.
"Si encima hay incentivos como
dinero cuando se juegan con otras personas, eso incrementa el
comportamiento adictivo y por lo tanto, el desorden", agregó.
La Clasificación Internacional de
Enfermedades es una codificación estandarizada de todas las dolencias,
desórdenes, condiciones y causas de muerte que sirve para que los países
obtengan datos estadísticos y epidemiológicos sobre su situación
sanitaria y puedan planear programas y recursos en consecuencia.
La última revisión de esta norma se
hizo hace 28 años, y durante 11 años se ha analizado la información
científica más reciente para crear un nuevo estándar que está disponible
para ser usado por el personal médico del mundo entero, aunque los
Estados tienen tiempo para adaptarse hasta el 1 de enero de 2022.
Este proceso ha servido para
actualizar una clasificación que en muchos casos estaba desfasada, no
reflejaba la realidad o no incluía comportamientos que ahora se
consideran enfermedades o desórdenes.
La clasificación incluye 55.000 códigos distintos.