La
periodista venezolana Pierina Sora, relata en una crónica su
experiencia durante su viaje desde Venezuela hasta Perú, donde residen
alrededor de otros 100.000 paisanos, según la Superintendencia Nacional
de Migraciones de ese país.
A continuación, parte del texto íntegro:
Nuestro viaje con destino a Perú inició el lunes 22 de enero de 2018,
a las cinco y cuarenta y cinco de la tarde. Partimos con cinco bolsos:
dos para cargar en la espalda, dos como equipaje de mano y uno en el que
mi mamá me acomodó nuestro sustento del todo el recorrido: pan,
galletas, jamón endiablado, queso fundido, jugos de cartón, y golosinas
que recibimos de algunos familiares. Manjares en la Venezuela de hoy.
El periplo comenzó en un bus-cama de dos pisos. Una vez arriba, en
nuestros asientos, vimos por la ventana a un montón de personas agitando
las manos en señal de despedida. Los aeropuertos y los terminales de
autobuses en Venezuela se han convertido en lugares de adioses que
llevan implícito un miedo sofocante: ver partir a un familiar sin saber
si habrá posible reencuentro.
Al igual que miles de ciudadanos que cruzan a diario el puente Simón
Bolívar- vía que comunica Venezuela con Colombia- nosotros también lo
hicimos.
En Migración Colombia hicimos una cola de dos horas. Para sellar el
ingreso al país cafetero te exigen que tengas a la mano un boleto.
Bajamos a dejar el equipaje en las oficinas de la compañía de viaje
que nos llevaría hasta Guayaquil, e hicimos la cola de Migración
Ecuador. Un grupo se quedó en la larga hilera para cuidar los puestos.
Hicimos un viaje de 12 horas hasta Guayaquil. En algunos pasillos del
terminal había una gran cantidad de venezolanos que, se notaba, venían
de hacer el mismo recorrido que nosotros. La mayoría estaban en el
suelo, comiendo pan con productos enlatados.
Rodamos hasta Tumbes, frontera con Perú. La entrada al territorio
Inca no tuvo ningún inconveniente. El sello de turistas en nuestros
pasaportes fue de seis meses.
Después de viajar seis días y recorrer 4.340 kilómetros, Lima nos
recibió con un solo en su máximo esplendor. Con su acostumbrado tráfico.
Entré en la larga lista en la que se encuentran muchos venezolanos:
los que desean surgir en el país de acogida y ayudar a los familiares
que se quedaron en un barco que se va a pique. Los que recuerdan lo
buena que fue la patria querida y que algún día volverá a ser.
Pierina Sora
Puede leer el artículo completo AQUÍ