Cambió la Constitución, el escudo y la bandera nacional, el nombre
del país y hasta el huso horario. El chavismo quiso construir un nuevo
orden social sobre los restos de la democracia liberal venezolana y lo
logró. ¡Pero a qué precio!
Dos décadas después de la llegada
de Hugo Chávez al poder y cinco años después de su muerte, el
documentalista Gustavo Tovar presenta una crónica del colapso sufrido
por la nación latinoamericana con su filme Chavismo: La Peste del siglo XXI.
“Matar a una persona en Venezuela
se llama homicidio, pero matar a todo un pueblo se llama chavismo”,
dice Óscar Arias, ex presidente de Costa Rica. Es sólo una de las
decenas de activistas, académicos, intelectuales y defensores de
derechos humanos entrevistadas por Tovar.
¿Cómo pudo Chávez, un militar
golpista, seducir al pueblo de una de las naciones más ricas del
continente para dejarse gobernar a su antojo? El populismo tiene una
respuesta peligrosamente atractiva: la pobreza de muchos en Venezuela es
el resultado de la riqueza de otros, por lo tanto los pobres deben
expropiar las riquezas a los prósperos y repartirlas. En el odio, la
división, el maniqueísmo que divide a todos en buenos y malos, la
mentira, la censura y la represión deben buscarse las bases del éxito
chavista, según el documental.
“Hugo Chávez entendió que había
un pueblo muy desilusionado que estaba harto de los polìticos de
siempre. Puso en el centro del debate nacional a un grupo muy importante
de venezolanos que habían sido excluidos”, explica el periodista Moisés
Naím.
El chavismo llega al poder por una combinación del desgaste de la clase política venezolana que trae a un outsider
a la presidencia y los manejos de Fidel Castro que, desde La Habana, ve
en Chávez la concreción de su sueño de conquistar a la nación más rica
de América Latina para expandir la revolución comunista a América
Latina.
Cada 20 minutos Tovar interrumpe
su documental para recordarnos que un venezolano ha sido asesinado en el
país más peligroso del mundo. Las cifras de Venezuela bajo el chavismo
estremecen: 280,000 homicidios, 15,000 detenciones arbitrarias, 6,000
ejecuciones extrajudiciales, más de 280 casos documentados de tortura.
El poder del chavismo, primero
bajo Hugo Chávez y luego con su sucesor, Nicolás Maduro, no podría
explicarse sin el dominio de las fuerzas armadas y la corrupción. Tovar
presenta los inicios de la ideologización de las fuerzas armadas cuando
Chávez proclama que el Ejército será “revolucionario, antiimperialista,
socialista y chavista”.
En 90 minutos el filme busca dar
una panorámica de la realidad nacional explorando las causas de la
debacle venezolana. Sin embargo hay omisiones imperdonables, como el
caracazo, la serie de disturbios que conmovió al país en 1989 y que dejó
cientos de muertos, y el golpe de Estado contra Hugo Chávez en el 2002,
que precipitó la deriva autoritaria del gobernante.
El escritor y politólogo Laureano
Márquez define muy bien el secuestro del Ejército venezolano por parte
del partido de Chávez en lugar de servir a toda la nación: “Nosotros
tenemos partidos políticos en Venezuela y un partido político que está
armado por el Ejército”.
Según un estudio de la
Universidad del Zulia, citado por Tovar en su documental, los gastos
militares del chavismo han ascendido a $497,107 millones, con compras
millonarias a Rusia y China, mientras que en medicamentos apenas han
gastado $16,095 millones. El chavismo impulsó la creación de una milicia
de más de medio millón de hombres y respalda públicamente a los
colectivos, asociaciones de delincuentes que aterrorizan a la ciudadanía
y controlan amplias zonas del país.
La manipulación del poder
electoral, primero en manos de Jorge Rodríguez y luego de Tibisay Lucena
— dos miembros importantes que han dirigido el Consejo Nacional
Electoral— permitió que el chavismo, que llegó al gobierno por la vía de
las urnas en 1998, siguiera ganando elecciones hasta hoy.
“Chávez y el chavismo y todo el
poder cubano desde el principio empiezan a construir el fraude. Uno no
puede esperar nada de un régimen que lo controla todo y poner tus
esperanzas en lo electoral”, dice Juan Claudio Lechín, escritor
boliviano.
Para mantener la maquinaria de un
Estado cada vez más grande, poderoso y dispensador de favores, Chávez
echa mano de las expropiaciones a la empresa privada. Tierras, bancos,
compañías productoras de alimentos y hasta la joya de la corona, la
empresa pública Petróleos de Venezuela, que funcionaba como un Estado
dentro del Estado, caen bajo su mando.
“Deja al pueblo de Venezuela sin comida con el cuento de que el empresario es un hereje que no tiene virtudes”, explica Lechín.
La utilización del hambre como
arma política se refleja en el documental con imágenes de mujeres que no
tienen qué dar de comer a sus hijos, personas que se alimentan de lo
que encuentran en la basura, insalubridad y desnutrición.
De un salario mínimo cercano a
los $400 dólares, el chavismo ha desplomado el poder adquisitivo del
venezolano a menos de un dólar al mes y la inflación es hoy la más alta
del mundo.
Junto a estos males la corrupción
y el narcotráfico campean en el país petrolero. Un ministro de Justicia
que defiende el socialismo frente a reporteros que le cuestionan su
corbata Louis Vuitton, el lujo de los burgueses rojos y sus hijos, el
saqueo sistemático del país y las cuentas millonarias de los defensores
del igualitarismo quedan en evidencia en el documental.
“El chavismo es un proceso por el
cual el lumpen —los sectores delincuenciales de una sociedad— se
apoderan del poder. Por eso son tan audaces, por eso pueden ser tan
crueles y tienen un hambre de poder que no respeta a los amigos ni a
quienes los han apoyado”, resume Lechín.
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Este artículo forma parte de un convenio entre el diario cubano 14ymedio y el Nuevo Herald.