Mujeres transexuales que ejercen la prostitución en la avenida Libertador aseguran que sus clientes hacen hasta lo imposible para pagarles con papel moneda. Pero algunas ya aceptan transferencias o hasta trueques con alimentos, al modo medieval, y cajas CLAP. La crisis, la emigración y los peligros afectan los gemidos, pero el oficio no se detiene.
Todo el efectivo de Caracas lo tenemos nosotras”. Paola, una trans de 25 años se enorgullece. Ni ella, ni sus compañeras en la avenida Libertador han dejado de recibir pagos con billetes, hasta los momentos. “Esos hombres hacen hasta lo imposible por traernos el dinero. También recibimos transferencias y aceptamos trueques con alimentos, ropa y cosméticos”, afirma la delgada morena que esconde, sin demasiado afán, su “instrumento”.
Empresarios, trabajadores de empresas públicas y privadas invierten hasta tres horas al día de su tiempo para hacer colas en los bancos y cajeros automáticos. El dinero de algunos llega, sin penas, a la principal plaza de prostitución de la capital, la avenida Libertador. Para las trabajadoras sexuales transexuales no es tan complicado acceder al papel moneda.
Paola cuenta que hasta el año pasado cobraba 80.000 bolívares. “Si los hombres acaban rápido, triste por ellos. Mi servicio es un polvo y ya. El otro servicio que ofrecemos aquí, en la Libertador, es el sexo oral, que es uno de los más solicitados por nuestra clientela. Por ese cobro 40.000 bolívares”, sostiene la “chica de apariencia”. Una de las más antiguas que aún ejerce en la Libertador. De acuerdo con su testimonio, se prostituye allí desde que tenía 10 años de edad. Y clientes no le faltan.
“La Libertador la da. Para mí es rentable. En dos ocasiones dos maridos me han sacado de aquí y me han mantenido. Pero a los dos me los mataron. Uno era malandro y el otro era funcionario del Cicpc (Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas). Mi pareja que era policía era muy celoso y me dio un tiro en la nalga. Ahora estoy soltera. En ocasiones algunos clientes se enamoran o se quieren poner malandros con nosotras y es allí cuando les demuestro que también tengo la fuerza de un hombre”, advierte Paola.