El arresto por parte del gobierno venezolano al ex-ministro de Petróleo, Eulogio del Pino, y al ex-jefe de Petróleos de Venezuela (PdVSA) Nelson Martínez, a fines de noviembre de 2017, así como el despido del ex-titular de PdVSA, Rafael Ramírez, como embajador de Venezuela ante las Naciones Unidas; sugieren que la crisis en Venezuela podría estar entrando en una nueva y peligrosa etapa en la que los chavistas, aunque parecen fortalecer su mano, están comenzando a “comerse entre ellos”, sin un deseo de cambiar a los líderes y a las élites militares, de cuya continua tolerancia depende la supervivencia del gobierno de Maduro. Los acontecimientos en Venezuela en las últimas semanas sugieren que el régimen de Maduro ha mejorado su posición, ganando una serie de contiendas simbólicamente importantes, a medida que las divisiones en la oposición se hacen más profundas. La victoria inesperada del partido gobernante en 18 de los 23 estados venezolanos en las pasadas elecciones regionales, ampliamente denunciadas como fraudulentas, y su victoria de 308 de los 335 escaños en las elecciones municipales de diciembre, luego de que partidos clave de la oposición boicotearan la elección, desmoralizaron aún más y dividieron las filas de la oposición. Incluso antes de los reveses de noviembre-diciembre de 2017, la oposición se había sentido frustrada por su incapacidad para asegurar el cambio político a través de protestas callejeras masivas y sostenidas o la presión de la comunidad internacional a través del Grupo Lima de 12 naciones. Ni la oposición, ni la comunidad internacional, pudieron bloquear la elección y la instalación de una Asamblea Constituyente – inconstitucional– en agosto de 2017, que parece destinada a reescribir la Constitución para proporcionar un barniz legal al Estado autoritario creado gradualmente por Nicolás Maduro y su antecesor Hugo Chávez.
El boicot de las elecciones municipales de diciembre por parte de la oposición, también le dio a Maduro la excusa para excluir de las elecciones presidenciales de 2018 a los partidos que boicotearon las elecciones municipales, eliminando a dos de sus principales rivales para la presidencia: Leopoldo López (bajo arresto domiciliario) y Henrique Capriles. Tales maquinaciones, si son validadas por la nueva Asamblea Constituyente, dejan a Maduro como el candidato favorito para las elecciones presidenciales de 2018, si se llevan a cabo. De hecho, incluso si Maduro perdiera ante un candidato presidencial de la oposición, en teoría, la Asamblea Constituyente tiene el poder autodelegado para eliminar al vencedor. A pesar de esas apariencias, el colapso financiero de Venezuela, que depende casi por completo de los ingresos petroleros para sostener las actividades del gobierno –incluidos las militares– y para comprar a sus partidarios, continúa a buen ritmo. A fines de noviembre de 2017, tanto el país como PdVSA tenían incumplimientos técnicos de cientos de millones de dólares en bonos y pagos de intereses asociados, lo que creó la posibilidad de que los acreedores internacionales comenzaran a ejecutar requerimientos por incumplimiento, que podrían conducir a la incautación de bonos. Los activos de PdVSA a nivel mundial precipitaron una crisis de ingresos y pagos que finalmente podría obligar a los militares a moverse para derrocar a Maduro. Sin embargo, nada está garantizado. ¿Cómo tratarán los acreedores internacionales de Venezuela estos eventos ambiguos de incumplimiento? ¿Qué activos podrían buscar para incluirlos en los tribunales internacionales? ¿PdVSA se ha logrado aislar de tales acciones por la forma en que ha estructurado sus contratos y moviendo sus cuentas corrientes al banco CITIC de China? Todo es incierto. De manera similar, mientras que la mayoría de las personas en el propio gobierno de Maduro, así como sus patrocinadores chinos, rusos y cubanos posiblemente puedan preferir a alguien más competente al frente, es difícil conceptuar en qué punto juzgarán que es menos riesgoso reemplazarlo, que seguir tolerando su mala gestión económica, y sus declaraciones y acciones impulsivas. Los eventos en Venezuela también se están desarrollando de manera más amplia en el contexto de cambios sustanciales dentro del país, en la región y en el ámbito internacional. A nivel nacional, los colectivos, como las pandillas callejeras centroamericanas, se han convertido en gobiernos de facto por derecho propio, controlando el territorio y, a menudo, participando en actividades ilícitas. La presencia de una gama de actores criminales con intereses en el país de elementos no desmovilizados de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), hasta organizaciones criminales locales, como el Tren de Aragua, ayudan a lo imprevisible. Es discutible que, tanto el gobierno como los actores de la oposición, anticipen si tales grupos elegirán “mantener la cabeza gacha”, o luchar, en el contexto de varias formas en que el orden podría colapsar en el país.
En la región, la identidad política de amigos clave y opositores al régimen de Maduro puede cambiar en los próximos meses, y con ella, su postura hacia el gobierno. Entre los amigos de Venezuela, el líder cubano Raúl Castro, dimitirá en febrero de 2018, mientras que el nuevo presidente de Ecuador, Lenin Moreno, ya ha demostrado una postura más reflexiva y menos incondicionalmente partidaria hacia Venezuela que su predecesor. Una determinación final de la victoria de Salvador Nasralla en Honduras, un giro más a la izquierda del presidente salvadoreño Salvador Sánchez Cerén, o la elección de Andrés Manuel López Obrador en México, podrían potencialmente crear un respiro para el régimen de Maduro. Más allá del hemisferio occidental, una acción militar en Corea del Norte podría moldear la voluntad de China de suscribir al gobierno venezolano, mientras que un cambio importante en los precios del petróleo, del cual Rusia depende para financiar su gobierno y sus inversiones petroleras, podría afectar las opciones del Estado y de la petrolera Rosneft para continuar brindando apoyo financiero para el régimen. Como sugieren los argumentos anteriores, el futuro de Venezuela depende de una miríada de factores. En la medida en que la crisis se desarrolla el porvenir de la nación estará menos determinado por la capacidad de la oposición para negociar con el régimen, y más definido por el desarrollo del incumplimiento actual de la deuda, la decisión asociada de los militares de cuándo forzar un cambio de régimen, y la postura de los dos principales patrocinadores financieros de la nación: China y Rusia. Aunque hay muchas maneras en que la situación en Venezuela podría desarrollarse en los próximos meses, es útil organizar tales posibilidades en un número limitado de escenarios que puedan ser utilizados por los Estados Unidos y los responsables de la formulación de políticas regionales para la planificación. Este trabajo sugiere cuatro:
Escenario 1: A través de la confusión de un Estado vasallo chino-ruso
En este escenario, Maduro permanece en el poder, ya sea con una victoria fraudulenta en las elecciones presidenciales de 2018, o la suspensión de las mismas. Debido, en parte, a la continuación de Maduro, sus políticas y el liderazgo cleptocrático con el que está asociado, el pobre desempeño económico de Venezuela, y el aislamiento internacional que también continúa. Las elecciones mencionadas anteriormente en América Latina y el Caribe podrían ampliar modestamente el conjunto de vecinos que expresan su simpatía por el régimen, pero la exclusión de Venezuela de los mercados crediticios internacionales continuará. Aunque el régimen de Maduro podría verse impulsado por los crecientes precios internacionales del petróleo, dependería cada vez más de las ventas directas de petróleo a Rusia ─con su petróleo probablemente refinado en la refinería Vadinar de Essar, adquirida por Rosneft, a través de su compra de Essar por 12.9 mil millones de dólares (USD)─ y el PRC ─con el petróleo refinado en la nueva refinería de Guangdong, una vez que entró en línea─. El régimen eventualmente dejaría de pagar gran parte de su deuda soberana mantenida por acreedores occidentales, así como los bonos de PdVSA, que generalmente no gozan de inmunidad soberana. Los incumplimientos se sumarían al creciente número de sentencias contra Venezuela en los tribunales internacionales, extendiendo aún más la dependencia del régimen de Maduro, de Rusia y China, debido a los riesgos legales de exponer los activos de Venezuela a los tribunales occidentales a través de transacciones comerciales. De hecho, el acuerdo multimillonario del régimen con la empresa minera Crystallex, después de que el último buscara unir los activos extranjeros de PDV Holdings a un juicio anterior, muestra cuán vulnerable es PdVSA para tales acciones internacionales. Mediante la alteración de la constitución venezolana por parte de la Asamblea Constituyente, Rusia y China podrían ampliar sus reclamos sobre los yacimientos petrolíferos venezolanos y otros activos, e incluso, posiblemente asumir un cierto grado de administración diaria sobre la economía venezolana, ejecutando de manera efectiva ciertas partes del país que incluyan un veto de facto sobre ciertas políticas, mientras se paga a Maduro y a las otras élites venezolanas para tolerar la situación. La influencia que ambos tienen sobre el régimen de Maduro, desesperado y con poco efectivo, quedó ilustrada por la rapidez con la que PdVSA liquidó una deuda de 23 millones USD con Sinopec cuando este último, a regañadientes llevó el asunto a los tribunales de los Estados Unidos de América (EUA). De manera similar, a mediados de diciembre, PdVSA otorgó a la firma petrolera rusa Rosneft, a la que le debe 6 mil millones USD, contratos lucrativos para campos de gas costa afuera, Patao y Mejillones, incluyendo el derecho de vender todo el gas extraído en los mercados internacionales. Mientras la racionalidad de la gestión económica venezolana podría mejorar de alguna forma con la supervisión de los rusos y chinos, Maduro probablemente sería libre de seguir promoviendo una agenda izquierdista radical, incluyendo el apoyo político, pero sólo modesto económico, para el Foro de São Paulo, y varios políticos izquierdistas y grupos criminales en toda la región. En este escenario, Venezuela podría proporcionar acceso a bases para los rusos y podría promover una relación más amplia con el régimen iraní de Hussain Rouhani, fortalecido por su reelección, finalizando las sanciones, liberando 150 mil millones USD en activos financieros congelados, previamente embargados por los EUA, y posiblemente provocado por la supresión del acuerdo nuclear de Irán por parte de la administración Trump, con interés de trabajar en territorio venezolano para continuar sus actividades de proliferación. Si bien Venezuela podría comportarse de manera más radical con sus vecinos bajo este escenario, y posiblemente podría servir como un conducto de la influencia rusa, china, iraní y cubana en la región, podría también perder parte de su credibilidad como líder de pensamiento, debido a la percepción negativa del régimen entre aquellos con una postura de izquierda más ideológica. Desde la perspectiva de la región, el escenario de “a través de la confusión” continuaría generando refugiados, fluyendo hacia Colombia, Brasil y el Caribe, ya que quienes se oponen al régimen o no pueden sobrevivir económicamente, deciden irse. Sin embargo, el nivel de refugiados sería cada vez menor y más gradual que si el Estado se derrumbara ─se discute como parte del escenario cuatro en este documento─.
Escenario 2: Transición a una cleptocracia más autoritaria racional
En este escenario, Maduro sería expulsado por otros miembros del gobierno y la élite militar, probablemente en coordinación con los cubanos, y posiblemente involucrando consultas con los chinos y los rusos. Podría decirse que lo hacen, a fin de crear las bases para un régimen más racional, económica y políticamente, que podría volver a comprometerse con los inversores extranjeros, y por lo tanto sería menos probable que implosione financiera y políticamente. En resumen, actuarían para reducir el riesgo de una transición política menos controlada, en la que el importante número de personas en el régimen actual involucrado en el enriquecimiento ilícito y otros delitos podría ser extraditado a los EUA. Hay múltiples posibilidades para una transición, todas producen resultados similares. En el extremo más consensuado del espectro, Maduro podría declarar el éxito y retirarse voluntariamente. Alternativamente, la Asamblea Constituyente recientemente facultada, podría retirarlo por la fuerza. Dentro de este marco de la Asamblea Constituyente, podría ser arrestado y juzgado por crímenes. En un caso extremo, Maduro podría sufrir un desafortunado accidente y recibir el entierro de un héroe, antes de que sus crímenes fueran expuestos póstumamente por el nuevo liderazgo. El resultado, en términos prácticos, sería similar ─aunque la apariencia de poner a Maduro en juicio podría ayudar a la élite cleptocrática a crear la impresión de que estaban realizando un “cambio real” con el fin de acercarse a la oposición, la comunidad global, prestamistas e inversores internacionales─. En todas estas variantes, este escenario supone que una división significativa no ocurriría dentro del ejército durante la transición. Cualesquiera que sean los detalles, el liderazgo cleptocrático post-Maduro probablemente buscaría incorporar elementos de la oposición en la coalición y prestar especial atención al uso de la Asamblea Constituyente como un instrumento constitucional y legislativo para crear una apariencia de legalidad, a fin de lograr, más exitosamente, atraer el retorno de algunas inversiones extranjeras. Como en el escenario anterior, la Asamblea Constituyente venezolana probablemente modifique la Constitución para dar a Rusia y China mayores participaciones en los recursos del país, así como otras garantías para atraer los nuevos préstamos e inversiones que el régimen requiere para mantener su liquidez y recapitalizar la producción petrolera. Sin embargo, en contraste con la mayor necesidad y la lógica más simplista de Maduro en el primer escenario, los cleptócratas del escenario dos podrían estar menos dispuestos a ceder la gestión económica diaria y otra autoridad de decisión a los tecnócratas rusos y chinos.
De alguna forma, para atraer el capital necesario, lo más probable es que se dirijan a actores estatales seleccionados y compañías petroleras importantes, ofreciéndoles la oportunidad de estar entre los primeros en tener acceso a los 300 mil millones de barriles de reservas de petróleo del país en términos preferenciales, con el incentivo de una gestión económica más racional, garantías legales más sólidas y amplia protección para sus inversiones bajo la “nueva administración” del país. Sería un trato Fáustico (pacto con el diablo) para algunos, aunque no todos los actores podrían aceptar. Si bien el compromiso entre el sector privado y los intereses de las élites podría parecerse al enfoque del régimen sandinista en Nicaragua, el enfoque para lidiar con la tremenda deuda acumulada de Venezuela podría parecerse a Argentina después de su incumplimiento de deuda en 2001, buscando resolver algunos casos internacionales especiales, a fin de preservar algún acceso a la arena financiera internacional, mientras se maniobra legalmente para escapar de otros. En su política exterior, en contraste con el primer escenario, el nuevo régimen probablemente ejercería cierta moderación en su participación excesiva en acuerdos militares con los rusos, vínculos visibles con grupos criminales y terroristas, o lazos cercanos a Irán, para escapar de la etiqueta de “paria” y, por lo tanto, del aislamiento de la comunidad financiera internacional. El nuevo régimen incluso podría ofrecer a Estados Unidos y Europa vínculos políticos normalizados y una cooperación limitada contra el crimen organizado, aunque no acepte la extradición. El régimen probablemente también continuaría financiando en silencio las causas izquierdistas políticamente aceptables, como el foro de São Paulo, a fin de mantener sus propias credenciales de izquierda e irónicamente estaría en mejores condiciones que en el primer escenario para financiar ese apoyo. La capacidad del régimen para reintegrarse en América Latina y el Caribe en términos más generales dependería, en parte, del despliegue de las elecciones clave en la región antes mencionada. También hay una variedad de posibilidades con respecto a la capacidad del régimen para llegar a acuerdos con acreedores internacionales, o atraer la participación de inversores internacionales convencionales. Con respecto a los refugiados, este escenario sería el menos oneroso de los cuatro en los vecinos de Venezuela, aunque no sin personas que desean abandonar el país.
Escenario 3: Ruptura y restablecimiento exitoso del orden por parte de las Fuerzas Armadas
En el tercer escenario, Venezuela sufriría un colapso en la gobernabilidad, con un breve período de violencia significativa y soberanía cuestionada, después de lo cual, los militares tendrían éxito en restaurar el orden, creando la oportunidad para una modesta transición política más significativa que en los dos primeros escenarios. El colapso previsto probablemente se desencadene, en parte, por la crisis financiera que se desarrolla actualmente en el país, en combinación con un evento precipitante. Además, una mayor criminalización y remoción de líderes del régimen por parte del gobierno de Maduro podría forjar una masa crítica dentro de los militares que perciban que a medida que el régimen comienza a “comerse a los propios”, la inacción, más que la acción, se habrá vuelto más arriesgada para sus fortunas personales y perspectivas para evitar la cárcel. El asesinato de Maduro u otro líder clave también podrían actuar como un evento desencadenante. Para que ocurra este escenario, el gobierno cubano probablemente tendrá que decidir que ha llegado el momento de, discretamente, no mencionar la amenaza emergente para Maduro; su considerable penetración en los militares y la sociedad venezolana por parte de sus servicios de inteligencia, haría improbable que no percibieran un intento de golpe contra Maduro a medida que se hubiera desarrollado. De manera similar, para el escenario actual, los rusos y los chinos deberían abstenerse de impedir una resolución militar exitosa del conflicto, por ejemplo reteniendo recursos de sus homólogos venezolanos y militares a medida que se desarrolla la situación. Finalmente, este escenario asume que Estados Unidos no intervendrá extensamente a medida que se desarrolle la violencia, y que la movilización y las acciones violentas de grupos en todo el país, como los “colectivos” y otros actores criminales nacionales e internacionales, no estarán tan fuera de control como para superar la capacidad del gobierno para manejar la situación. Al igual que con los dos primeros escenarios, éste contiene múltiples variantes. Si la violencia fue iniciada por una facción dentro del liderazgo cleptocrático y si los rusos, chinos y cubanos apoyaron tácitamente la respuesta militar, la posibilidad de que los militares restablecieran el orden en el corto plazo podría ser más alta, aunque la probabilidad de un cambio político significativo sería menor. Por otro lado, si la violencia fue precipitada por oficiales subalternos que se rebelaron contra sus superiores corruptos o se negaron a seguir órdenes ilegales o poco éticas, la posibilidad de un desorden fuera de control sería mayor, pero la posibilidad de un cambio significativo después de la restauración de ese orden, también sería mucho mayor. Sea cual sea el camino al desorden, la fuerza militar que restablece el orden probablemente sea el chivo expiatorio y lleve a cabo juicios contra una serie de líderes por la violación del orden constitucional anterior, encubriéndose a sí mismos en su papel tradicional como defensores de la Constitución. El gobierno de transición que establezcan, probablemente se concentre en las elecciones presidenciales proyectadas para 2018 ó programen nuevas elecciones ─dependiendo de cuándo se llevó a cabo el evento─ como un camino hacia la legitimación y la aceptación de la comunidad internacional. En este proceso, los militares estarían particularmente motivados para acercarse a la oposición como parte de su legitimación, y dependiendo del nivel de violencia y reacción de la comunidad internacional, incluso podrían estar dispuestos a aceptar observadores internacionales o fuerzas de paz.
La cantidad de refugiados generados por este escenario probablemente sería mayor que para los dos escenarios previamente examinados, pero inferior, en el largo plazo, que el escenario cuatro, que se analizará a continuación.
Escenario 4: ruptura del orden y desintegración en el caos
El colapso del orden contemplado en el escenario cuatro, siguiendo una cadena de eventos precipitantes, es paralelo a la dinámica discutida en el anterior, excepto que los militares no podrían recuperar el control rápidamente, llevando al país a degenerar en una situación de violencia que se refuerza mutuamente y al colapso económico. El desarrollo de la violencia probablemente provocaría aún más la participación de grupos delictivos locales e internacionales, los “colectivos” y otros actores armados con intereses en el resultado, para incluir posiblemente a actores externos selectos, como los cubanos. Tal violencia también podría dar lugar a incursiones a través de la frontera con Colombia o incluso a una invasión deliberada hacia Colombia por parte del régimen a medida que se derrumba su poder, en una desesperada táctica por unificar el país y evitar la crisis interna. Tal escenario, si ocurriera, probablemente involucraría un ataque a la región de La Guajira con tanques venezolanos y posiblemente operaciones aéreas con aviones de combate rusos, operados por venezolanos contra blancos en Bogotá y en otras partes del país, antes de que se detuviera dicho avance o fuera suspendido debido a la incapacidad de soportarlo de manera logística. Como se sugirió en el Escenario 3, los intentos de los rusos o chinos para controlar ese escenario suspendiendo fondos al Estado venezolano o bloqueando el uso de su equipo militar, podrían contribuir a la escalada de la crisis al impedir una respuesta efectiva conforme la violencia se descontrola. Del mismo modo, oficiales subalternos podrían negarse a seguir las órdenes de sus superiores, lo que contribuiría a una situación dinámica y confusa con una gran incertidumbre con respecto a la lealtad de las unidades en todo el país. En ese entorno, los rusos y los chinos probablemente se encontrarán tratando de proteger sus activos en el país, como los yacimientos petrolíferos y, al mismo tiempo, intentando evacuar a su personal, para incluir intervenciones selectivas en el conflicto en apoyo de estos objetivos, o para guiar selectivamente los eventos a su favor. En su parte extrema, la violencia que se desarrolla podría parecerse al conflicto en Siria, con focos de violencia que se recrudecen en ciertas partes del país antes de ser reprimidas o destruidas, con el foco del conflicto cambiando a otra parte. En sus etapas terminales, en contraste con los otros escenarios contemplados en el presente documento, tal conflicto podría permitir el despliegue de fuerzas de mantenimiento de paz de las Naciones Unidas en el país, en la medida en que Rusia y China ─con sus vetos en la ONU─ consideren que la fuerza podría ayudar a proteger sus intereses y el personal en el país.
Política de respuesta de Estados Unidos
El análisis previo de los escenarios asociados con la crisis venezolana en desarrollo, sugiere una serie de principios para la respuesta de los EUA, algunos aplicables a todos los escenarios y otros específicos para casos individuales. En general, los EUA deben coordinar con los socios de la región, incluyendo pero no limitado a Colombia, Brasil y los Estados de la cuenca del Caribe, con respecto al manejo del flujo de refugiados del país, así como los intentos de utilizar la Asamblea Constituyente inconstitucional para crear la apariencia de falsa legalidad para cualquier transición. Los Estados Unidos también deben evitar la tentación de la intervención, con la excepción de una posible participación de EUA en una fuerza multilateral sancionada por las Naciones Unidas en el escenario de “colapso del orden”. Con respecto al escenario de “a través de la confusión”, EUA deberá utilizar sus comunicaciones estratégicas para aprovechar el fracaso demostrado del socialismo populista, incluyendo la importancia de estar atento a las élites autocráticas que, no sólo despilfarran la riqueza nacional, sino que ceden la soberanía nacional a actores extranjeros en busca del poder personal y el enriquecimiento. En este escenario, los Estados Unidos también deben coordinarse con China y Rusia, y deben estar especialmente atentos a sus esfuerzos por aprovechar a Venezuela como una plataforma para promover sus propias actividades y objetivos en la región. En el escenario “transición a una cleptocracia más racional”, EE.UU. debe coordinar con los socios regionales para insistir en que Venezuela cumpla con las obligaciones financieras previamente adquiridas y actúe de conformidad con las normas legales internacionales en áreas como la extradición, antes de tomar cualquier medida para legitimar el nuevo régimen, o involuntariamente conferir estatus legal a las acciones de su Asamblea Constituyente inconstitucional. Debe presentar acciones criminales selectivas, como casos de prueba y resistir la tentación de eliminar sanciones o de facilitar la capacidad de las empresas occidentales de regresar al sector petrolero venezolano, hasta que el nuevo régimen haya demostrado su compromiso incuestionable de cooperar con el sistema legal internacional y extraditar criminales buscados. En el tercer escenario, “ruptura y restablecimiento exitoso del orden por parte del ejército”, Estados Unidos deberá estar particularmente atento a los intentos de Cuba, Rusia y la República Popular China de influir en los resultados militares, incluso cuando se esté coordinando con los vecinos de Venezuela en lo relacionado a los refugiados. Además, al igual que en el segundo escenario, los EUA deben coordinar con los vecinos de la región para que el régimen militar venezolano comprenda que tendrá que extraditar criminales, cumplir con obligaciones financieras pasadas, abolir la Asamblea Constituyente inconstitucional y restaurar el poder de la Asamblea Nacional elegida, antes de ser elegible para el levantamiento de las sanciones y el reconocimiento legal de los contratos firmados por el gobierno. El cuarto escenario, “ruptura del orden y desintegración en el caos”, otorga especial importancia a la coordinación internacional con respecto a los refugiados, el apoyo a la vecina Colombia a la luz del conflicto transfronterizo y la correcta composición de una fuerza de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas para restaurar el orden en el país. Mientras, los Estados Unidos deberían oponerse firmemente a la participación de fuerzas de paz chinas y rusas ─ya que protegerían intrínsecamente su propio sector petrolero y otros intereses y posiciones en el país─ una fuerza de las Naciones Unidas en Venezuela podría crear una oportunidad para reutilizar útilmente otros contingentes de mantenimiento de paz en la región previamente dedicados a la fuerza de MINUSTAH en Haití, mientras se negocia con socios como Colombia y México, con un interés expreso en apoyar la exportación de seguridad y desplegar internacionalmente a zonas de crisis. Lo anterior es un testamento del deterioro de la situación en Venezuela, en el que ninguno de los escenarios más plausibles son historias de “buenas noticias”, aunque algunas son menos indeseables que otras. Corresponde a los Estados Unidos y sus socios en América Latina y el Caribe, no solo trabajar juntos para planificar lo que podría ocurrir en Venezuela, sino también colaborar para que otras tragedias no degeneren en la misma medida. @REvanEllis
Robert Evan Ellis