Durante los 27 años que tardaron en identificarlo, se creía que el payaso era un hombre. Casi tres décadas después se comprobó por medio de pruebas de ADN que se trataba de una “payasa” asesina de Wellington.
Ese “payaso” resultó ser, en verdad, la tercera integrante de un
triángulo amoroso que terminó con un crimen y una ciudad conmocionada al
momento de conocerse los detalles de un asesinato del cual nadie sabía
nada y cuyos investigadores parecían estar cerca del responsable, pero
al que jamás pudieron detener formalmente.
Pasaron muchos años y aún el horror que generó el crimen de Marlene Warren en esa ciudad de Palm Beach, Florida, no se ha olvidado.
Pero 27 años después, Sheila Keen Warren fue detenida muy lejos del
lugar donde había nacido la pasión con Michael Warren —al momento del
crimen el marido de la víctima—, en la ciudad de Abingdon, en el Condado
de Washington, Virginia.
En el momento del arresto ambos se encontraban abordo de su camioneta
Cadillac negra y fueron interceptados por las autoridades policiales.
Sheila Keen no se resistió. Bajó del vehículo, ofreció sus muñecas para
que le coloquen las esposas y caminó con la cabeza gacha hacia la parte
trasera de la patrulla.
A pesar de las pruebas que al momento del asesinato —una mañana
lluviosa del 26 de mayo de 1990— se tenían de que Sheila y Michael
mantenían un romance, ellos lo negaron una y otra vez. Sin embargo, en 2002 se casaron. Fue en Las Vegas. Pero para entonces su vida ya había cambiado por completo.
Los amantes —él oficialmente viudo y ella divorciada— habían elegido
el tranquilo condado de Washington en Virgina para vivir. Se mudaron a
la ciudad de Abingdon, en un ambiente que contrastaba con la vida que
llevaban a escondidas en Palm Beach.
Los vecinos de esa zona rural y tranquila, coincidían en que ambos eran amables y cordiales con toda la comunidad, a la que se habían adaptado magníficamente desde hacía tiempo. Allí vivían en una chacra.
Ahora, detenida en un penal de Virginia, el estado de Florida
pretende la extradición, que podría demandar dos semanas. En el lugar
donde cometió el resonante crimen, Keen Warren podría enfrentar la pena
de muerte si es condenada, según confirmó el fiscal Dave Aronberg.
El día del asesinato, Sheila compró una peluca naranja, un traje de
payaso, una nariz roja que cubría parte de su rostro al que había
pintado de blanco y en el que había trazado una sonrisa que resultó demoníaca.
También tenía dos globos. Uno de ellos llevaba la inscripción “Eres
grandiosa”. El otro era de Blancanieves, el angelical personaje de
Disney. También un ramo de flores. Todo ello provocó una sonrisa en
Marlene cuando abrió la puerta de su vivienda del exclusivo barrio Aero
Club, en Wellington. “Oh, qué lindas”, fueron sus últimas
palabras. Es que no había visto que el payaso también llevaba un
revólver oculto con el que terminaría con su vida.