La ex modelo de origen esloveno,
de 46 años, entra este viernes en la Casa Blanca con mucho trabajo por
delante, dado que solo cuenta con un 28% de opiniones favorables frente a
un 32% en contra, las peores cifras para una futura primera dama desde
los años 80, según Gallup. Su antecesora, Michelle Obama, de 52 años,
primera First Lady afroamericana de la historia y abogada por Harvard,
deja la el Ala Oeste con unos niveles de popularidad altísimos: cuenta
con un 79% de opiniones favorables, según la misma firma. Es más popular
incluso que su marido. Detrás de la cordialidad protocolaria del
encuentro entre ambas, está el recuerdo de los ataques de la señora de
Obama al magnate, que por ejemplo calificó de "aterradoras" durante sus
mítines de apoyo a Hillary Clinton en campaña. Tampoco se olvidará que
la futura primera dama pronunció un discurso plagiado de otro que dio la
que ha sido su educada anfitriona. Pero ahora el tono institucional se
impone y toca sonreír: "A Melania le ha gustado la señora Obama", dijo
el presidente electo para resumir el encuentro entre la autora del
speech original y su mujer, la que hizo el ridículo con la copia.
No obstante, Melania puede apuntarse éxitos también:
después del asunto del plagio y de haber sido pillada mintiendo en su
currículo (dijo que era arquitecta y no acabó ni el primer año),
compareció en Pensilvania para prometer que se implicaría en causas
sociales si llegaba a primera dama. Utilizó su origen como inmigrante
para defender a su marido de los críticos que le tachan de xenófobo. Lo
cierto es que el estado en el que ella intervino ha sido crucial en la
batalla final de los republicanos.
Tras
ese atractivo de nivel profesional que solo otorga el haber sido
modelo, la Primera Dama de Estados Unidos lleva consigo a la Casa Blanca
un pasado de inmigrante y luchadora. No nació rica, como el hombre que
le da su apellido. Tampoco es persona que se caracterice por disfrutar
de una vida social notable; más bien es una madre abnegada. Al menos
ella no para de repetirlo en entrevisas como la concedió a la CNN en donde dijo que podía cambiar el tono.
Melania
Knauss nació en 1970 en la Yugoslavia de Tito, en una zona que hoy
sería Eslovenia. El estado desapareció como tal y se dividió tras la
caída del muro de Berlín, cuando ella contaba apenas 21 años. Su padre
pertenecía al Partido Comunista y educó a sus hijas en de acuerdo con
sus convicciones y creencias. Ella habla maravillas de su familia: "Mi
hermana y yo crecimos con unos padres maravillosos. Mi elegante madre me
introdujo en el mundo de la moda y la belleza y mi padre Viktor me
inspiró la pasión por los negocios y los viajes". Pero Melania voló muy
pronto. Aquello resultaba pequeño para ella: era muy guapa, alta y sobre
toda una soñadora que se apasionaba viendo las revistas de moda que
podía conseguir y en las que pronto saldría retratada.
Aquella niña comunista es Primera Dama de los Estados Unidos y a partir de este momento, es probable que se convierta en una de mujeres más influyentes del mundo. Michelle Obama lo es.
La esposa de Barack ha luchado por buenas
causas durante los dos mandatos de su marido y también ha brillado en la
parte más 'celebritie' del Ala Oeste, en fiestas, jugando en casa o
fuera, en medios de comunicación o en viajes por todo el mundo, con
actores, políticos, científicos, artistas, profesionales... Melania, por su parte, no cuenta con la preparación académica de
la docta señora de Obama pero en su papel de anfitriona no pasará
desapercibida. Como es lógico también contará con su propia agenda y
obligaciones. Para muchos su belleza retocada es necesariamente símbolo
de una superficialidad que equiparan a ignorancia pero tal vez sea más
justo recordar que supo luchar en la vida, una escuela a veces tan
eficaz como las universidades, tal vez más.
Su intervención en la campaña de su marido
tuvo su cara y su cruz. Si bien copiar su discurso a Michelle Obama
provocó un pequeño terremoto que acabó con dimisiones en el equipo del
candidato republicano, Melania recuperó algo del créditos perdido cuando
tuvo que pedir el femenino en Pensilvania, uno de los estados
cruciales en los que Trump ha forjado su victoria. "Soy una inmigrante y
nadie valora como yo la libertad y las oportunidades que nos otorga
América", remarcó en aquella intervención, en la que prometió dedicarse a
las causas sociales.
Suele
presentarse, a pesar de su aspecto, como una mujer apegada a los
valores familiares: "Me gustaría que nuestra vida siguiese siendo lo más
normal posible para mi hijo Barron. Soy una madre a tiempo completo y
eso me encanta, por eso he decidido no estar tan presente en la
campaña", se justificaba durante la campaña que ha encumbrado a su
marido a la Casa Blanca para excusarse por sus escasa actividad como
apoyo del candidato. Nadie duda de que es una luchadora que no nació
millonaria como su marido.
Con
solo 16 años Melania inició su carrera como modelo gracias al fotógrafo
Stane Jerko. Él fue quien la descubrió. Estudió un año de Arquitectura y
Diseño (no llegó a uno, después la abandonó, en contra de lo que
escribió en un currículo falso).
Dos
años después dejó su país y emigro a Italia. En Milán hizo sus primeros
pinitos en una agencia y ya en 1996 saltó al país que ha votado a su
marido como presidente. En Nueva York, hace ahora 20 años, trabajó duro
para ascender en el escalafón de las profesionales de la pasarela.
Durante sus primeros años en Estados Unidos, Melania posó dos veces desnuda para
publicaciones masculinas. Llevaba dos años en la Gran Manzana cuando el
destino la llevó al Kit Kat Club, donde tenía lugar una fiesta durante
la semana de la moda.
Donald Trump, que acababa de dejar a de su
segunda esposa, Marla Marples, estaba en el mismo lugar y a la misma
hora. No era difícil fijarse en aquella rubia, de 28 años, y el magnate,
que ya tenía 52 años, no se ha caracterizado nunca ni por su timidez ni
por evitar a las mujeres que le gustan. Donald tardó poco en pedirle su
número de teléfono y esto es lo que ella contestó: "No te doy mi
número; dame tú el tuyo y ya te llamaré", según la propia Melania
contaría años después.
Melania concedería poco más tarde una entrevista a The New York Times
y decía que si su marido fuese presidente ella ejercería como una
primera dama "muy tradicional, como Betty Ford o Jackie Kennedy". Cuando
pronunció estas palabras ni estaba casada con Trump, ni su novio estaba
en política ni era futuróloga, que sepamos.
Después,
en 2005, se casó en Florida enfundada en un Dior Haute Coture de más de
100.000 dólares que en España pudimos admirar gracias a Hola, que llevó al entonces millonario y la novia a su portada. Hillary y Bill Clinton,
que ya era ex presidente, estuvieron allí. ¿Quién le iba a decir a la
entonces ex primera dama que estaba asistiendo a la boda de la persona
que le amargaría la vida 11 años después?
El
amor y la pasión se instaló en la Torre Trump, residencia del magnate:
su primer hijo en común, Barron Trump, apenas tardó un año en llegar.
Ahora su amor se instala en el Ala Oeste de la Casa Blanca.