El
conocido politólogo venezolano Laureano Márquez escribió un artículo de
opinión titulado “Vislumbre”, en el que expresa sus consideraciones
sobre la actual crisis que enfrenta el país.
La palabra viene de la unión de dos voces latinas: vix, que significa “apenas” y luminare, que significa “alumbrar”.
Vislumbrar algo es, entonces, “medio ver” algo que está ahí, pero que
todavía no se ve bien. En el amanecer se vislumbran los objetos que han
quedado ocultos por la noche. No se ven todavía del todo, pero tenemos
el indicio de que —si el mundo no se acaba antes— los vamos a ver
pronto.
Así como la noche está irremediablemente condenada por la salida del
sol, a los regímenes fracasados solo les queda la fuerza para
sostenerse, pero hasta el uso de la fuerza agota. Al que reparte palos
todo el día se le cansa el brazo y no llega a la casa con ganas de
abrazar a su esposa. Al que se pasa todo el día lanzando “gas del
bueno”, algo también le llega a él; y al que tiene hijos adolescentes,
en una refriega con “el enemigo” se le puede presentar la duda de si
aquel con la franela en la cabeza al que le lanzó un perdigonazo no
sería su hijo. Cuentan
que una de las razones por las cuales los nazis se inventaron “la solución final” fue porque a sus soldados les era muy penoso pasarse el día fusilando judíos; a las tres o cuatro horas de estar en ello, les era inevitable albergar la duda de por qué lo hacían y de si aquellos seres en una de esas no serían también gente. Comenzaron a enloquecer, a caer en el alcoholismo, a suicidarse.
que una de las razones por las cuales los nazis se inventaron “la solución final” fue porque a sus soldados les era muy penoso pasarse el día fusilando judíos; a las tres o cuatro horas de estar en ello, les era inevitable albergar la duda de por qué lo hacían y de si aquellos seres en una de esas no serían también gente. Comenzaron a enloquecer, a caer en el alcoholismo, a suicidarse.
Algo se termina en Venezuela y se vislumbra algo diferente. La
neblina de los gases no deja ver bien todavía qué será, pero la historia
no es una reflexión inútil; el conocimiento del pasado es como una
lámpara sobre el oscuro presente, que nos ayuda también a vislumbrar
cómo podría ser y, especialmente, como valdría la pena que fuera.
Menéndez Pidal, en su introducción a la Historia de España —no
olvidemos que el 60,76% de la nuestra se corresponde con la suya— dice
que el tiempo de los Reyes Católicos fue, con mucho, el mayor período de
la grandeza española y que ello no fue obra de la casualidad ni del
azar, sino de hechos muy concretos: Castilla venía del nefasto reinado
de Enrique IV, llamado “el impotente”, que la había llevado a su peor
momento de ruina, con el tesoro exhausto, la población descontenta y
hundida en la miseria, los nobles desmoralizados, teniendo por única
justicia el capricho del rey y —encima— la moneda devaluada como
consecuencia de la corrupción. Al morir Enrique, asciende al trono su
hermana Isabel, casada con el heredero del reino de Aragón. Isabel y
Fernando unificaron España y protagonizaron lo que Menéndez Pidal
considera el momento cúspide de esa nación
¿Cuál fue el secreto? Según el historiador —y el mérito es de la
aguda visión política de Isabel— los Reyes Católicos se ocuparon de que
en España hubiese, quizá por vez primera, justicia imparcial y, además,
para las labores de gobierno escogieron a los más capaces, sin importar
si eran nobles o plebeyos, e incluso si habían sido enemigos en algún
momento; la inteligencia privaba por encima de todo. Esto produjo un
efecto multiplicador, se regó como una mancha de aceite: una cadena de
capaces escogiendo a más capaces como subalternos, no por adulación,
sino por ingenio y preparación; un círculo virtuoso, como el rector de la UCAB. La reina tenía una habilidad extraordinaria para detectar el talento y es fama que guardaba un libro donde anotaba los nombres de las personas que destacaban por su inteligencia.
sino por ingenio y preparación; un círculo virtuoso, como el rector de la UCAB. La reina tenía una habilidad extraordinaria para detectar el talento y es fama que guardaba un libro donde anotaba los nombres de las personas que destacaban por su inteligencia.
Cuando le tocaba proveer un cargo apelaba a su “diccionario” de gente
capaz. Dice Menéndez Pidal, al referirse a este vuelco inusitado de su
tierra, lo siguiente: “De la decadencia más baja al florecimiento mayor
de un pueblo no hay más que un paso”, pero es un paso difícil de dar
pasar del “lodazal de las codicias particulares al terreno de las nobles
aspiraciones”, porque requiere un acto de voluntad que deseche el
oportunismo, la viveza y la indolencia.
Vislumbro que Venezuela va a renacer si somos capaces de asumir el
compromiso. Si lo sabemos hacer como es, sorprenderemos al mundo con
nuestro brillo. Las nobles aspiraciones no son otra cosa que hacer
coherente el país que se sueña con el que se practica cada día, el
compromiso
ético con la honestidad. Si logramos dar ese paso el florecimiento
vendrá, porque inteligencia es lo que aquí sobra. Ese diccionario te lo
tengo, Isabel, desde la A hasta la Z.
Fuente: laureanomarquez