El
azar siempre reescribe el mundo. Y a veces su prosa desconcierta. Hoy
iba a responderle algo a un amigo, vía WhatsApp, y cuando pretendía
escribir “la semana que viene”, el corrector automático puso “la amenaza
que viene”. Me quedé perplejo varios segundos. Quizás la tecnología ya
posee una suprainteligencia que la hace advertir los peligros que
entrañan ciertos lugares del planeta.
En
estos tiempos, seamos francos, una conversación en Venezuela o que
hable sobre el país va a asomar con recurrencia esa frase: la amenaza
que viene.
A estas alturas del infierno, cuando ya lo hemos vivido casi todo,
hay mayores amenazas en el horizonte. Amenazas cada vez más
inquietantes. Amenazas firmadas por un pequeño grupo decidido a
escamotearnos nuestros derechos más elementales, para así ellos seguir
disfrutando la gran borrachera del poder.
Ya es imposible ser normal en Venezuela. ¿Quién piensa hoy en su
proyecto laboral inmediato, en la reunión de trabajo del próximo lunes,
en la pauta a cumplir para el mes que viene? ¿Sabemos acaso si hay “mes
que viene”? ¿Cuál comerciante sueña con ampliar su negocio o invertir en
una nueva sede, si la lista de comercios saqueados en el país arroja
saldos de llanto? ¿Qué estudiante ocupa hoy sus horas en la cotidianidad
de un día de clases o en los párrafos finales de una tesis de grado, si
quizás su mejor amigo está siendo enterrado por el golpe letal de una
bomba lacrimógena? ¿Qué madre anda pendiente de los dos centímetros que
creció su hijo de cinco años cuando quizás el hijo de la vecina acaba de
ser alcanzado por una bala en el cráneo? ¿Quién coloca en su insomnio
los avatares de su vida amorosa, cuando tal vez a su hermano se lo llevó
preso el Sebin por tener una máscara antigas en su closet? ¿Qué
caraqueño o barinés o tachirense ha vuelto a recordar la cita que tenía
con el dentista para, por ejemplo, una limpieza de dientes? ¿Quién anda
urgido de hacerle el chequeo al carro, de asistir a una competencia de
natación, una cata de vinos o el próximo festival de cine francés o
libanés cuando ya los días no son días sino pesadillas y perdigones?
¿Cómo volvemos a ser normales en un país donde cada cadena nacional,
cada frase presidencial, cada pronunciamiento del TSJ, nos agita la
nueva amenaza que viene en camino?
Y a pesar de eso, cada día son más los que reniegan de la dictadura.
No solo la gruesa, amplísima y desbordada oposición. No solo los cuatro
costados del país. Sino algunos viejos inquilinos de la revolución.
Antiguos emblemas del chavismo más ortodoxo. Se desmarca la Fiscal
General. Cada día más y mejor. Hijos y familiares de prominentes
oficialistas proclaman su rechazo a tanto agravio. Se pronuncian ex
ministros contra la absurda Constituyente. Dice “no” Mari Pili
Hernandez, conocida devota de Chávez. El mismísimo Gustavo Dudamel asoma
sus palabras de “basta de represión”. Rubén Blades, ídolo de Maduro, le
dedica un afinado texto de repudio para su total desconcierto. Melvin
Mora, icono del Magallanes y proverbial amigo del Galáctico, graba un
video demandándole a Maduro que oiga el sentir de la calle. Y también
Miguel Cabrera, y Omar Vízquel, y Wilson Alvarez, y una larga ristra de
peloteros de grandes ligas, héroes muchos de nuestro pueblo, le piden lo
mismo al dictador. Para. Ya. Basta. Suficiente. Oye a la gente. Te
estás equivocando. No más represión. No más sangre. Y él, mareado en su
soberbia, dándose de bruces contra el muro de su arrogancia, jura que
aquí compraron a todo el mundo, que el imperio está diseminando
fortunas para que ellos y los futbolistas de la Vinotinto, y Edgar
Ramírez en Hollywood, y Patricia Velásquez desde la pasarela de su fama,
y Carolina Herrera desde su duelo y su linaje y hasta Rafael Correa y
Ernesto Samper, viejos amigos de francachelas y dominó político, pidan
elecciones con urgencia. Como si fueran el golpismo más rancio y
endógeno, como si el resto del planeta se hubiera vuelto loco y urdiera
al unísono un complot monumental para derrocar al gobierno que más
felicidad le ha dado a población alguna en la historia.
La amenaza que viene para nosotros, demócratas venezolanos que
sumamos millones y millones, es más represión, acoso para todos, cárcel
para algunos, y muerte para los más desafortunados.
La amenaza que viene para Nicolás Maduro y su combo es simple: otro
país. Eso es lo que se vislumbra en el horizonte, a pesar de tanto mar
crecido. Otro país. Donde no hagan falta perdigones, ni bombas
lacrimógenas, ni horror, ni anarquía. El país nuevo. El que nos traiga
una próxima oportunidad. El país de la reconstrucción y la sensatez.NP