Guardó silencio durante mucho tiempo. Se mantuvo alejada de los
reflectores y de la prensa, hasta que la revista Quién, lograra una
entrevista exclusiva, en la que mostrando por completo su cabeza rapada.
Ahí, Edith González destapa el acontecimiento más aleccionador de su
existencia, abriendo su corazón y dejando ver su indiscutible fortaleza.
Transcurría el segundo trimestre de
2016 cuando Edith González estaba a horas de iniciar una gira de
promoción de su última producción. El dolor de espalda habría
inmovilizado a cualquiera menos a ella, acostumbrada a jornadas
extenuantes desde los cinco años. Hasta que en un paseo con su hija
Constanza, un movimiento brusco que hizo por poco la deja sin
respiración.
“ Decidí consultar a mi médico, un
extraordinario gastroenterólogo mexicano. –‘Oiga, doctor, traigo un
dolor que ya no aguanto’. Me vio aparecer en el consultorio, y vi su
rostro. Me dice: ‘Güera, estás ceniza, muy flaca’. Yo le dije: ‘Pues sí,
es que vengo de Miami’. Una jornada laboral para un actor de televisión
o series son 12 horas. Trabajaba 12 horas —normal—, pero siempre hay
mucho problema con la alimentación. Yo comía todos los días atún.
Pensaba que ése era el motivo. No entendí que estaba demasiado delgada.
Yo dije: ‘Está exagerando’. Pensé: ‘Como bailo, traigo desgarres’. Me
tomaba una pastilla de estas supra-anti- dolor, y cuando la pastilla
comenzó a fallar, dije: ‘Ay, pero si yo no me enfermo’. Los actores no
tienen permiso de enfermarse. Cuando de miércoles a miércoles la
pastilla falló y no pude tomar la clase de baile, acudí por ayuda.
Después de verme y escuchar los síntomas, inmediatamente me envió a
sacar el antígeno. Gracias a él, estoy viva”, adelanta la artista.
Tras dejar 10 tubos de sangre de
muestra, la estrella de las novelas de Televisa viajó a Miami a cumplir
con su trabajo. No podía ser de otra manera. Al volver, le informaron
el resultado: el marcador tumoral había dado positivo. Requería una
cirugía inmediata.
Así describe su encuentro con la
realidad: “La primera vista en el espejo, ésa si te la receto: verte
extremadamente delgada y saber por qué, con las enfermeras estudiando
dónde te insertan lo que yo llamo ‘el helipuerto’. Hay un
redescubrimiento, mi mundo es como en neblina a partir de ese momento:
cambia tu foco o ya no tienes foco. Me dijeron: ‘Útero, apéndice,
matriz, ovarios, toda una histerectomía. Diez ganglios. Tenía una
certeza. Era cáncer y tenía una urgencia: comunicarlo a mi hija,
entonces de 11 años. La verdadera comprensión de la palabra cáncer la
tuve la primera noche hospitalizada. A la mañana siguiente, —antes de
mandarla de vacaciones con su papá—, decidimos comunicarle que mamá iba a
tener una cirugía. Yo insistía en por lo menos irla a dejar a Madrid,
pero no pude. El sábado ya estaba en cirugía mayor: entré a quirófano a
las 11:00 de la mañana y abrí los ojos al salir de la sala. Eran las
5:00 de la tarde. Fue una operación de seis horas. Yo agradezco
profundamente a todos mis doctores, quienes se quedaron, que no
esperaron ni siquiera al lunes, para salvarme la vida. Jamás me
cuestioné lo que me habían quitado: ‘Si eso es lo que hay que hacer,
venga. Y además, ¿qué más hay que hacer?’. Inmediatamente lo asumí:
llegaban mis primas a visitarme esperando verme doblada, en un drama, y
no. Les decía. ‘Ponte ahí. No, allá. Buscaba donde hubiera luz bonita
para llevarme las imágenes, un cuadro. Me importaba llevarme los cuadros
de cada quien por si tocaba irme. Hay un texto que ahora leo, y es
sobre la suerte del sicario: cuando toca, toca”.
Con eventos fortuitos, como el que
ocurrió a Edith, los que desenmascaran la presencia de cáncer de ovario.
Es silencioso y de sintomatología confusa para quien no es
especialista: sensación de saciedad, hinchazón de otras partes del
cuerpo, fatiga, dolor de espalda. Casi siempre se detecta en etapas
avanzadas. En pacientes con recurrencia, menos de la mitad sobrevive. El
primer diagnóstico estimaba que la enfermedad cursaba en etapa 2. Edith
se recuperaba de la cirugía y evaluaba posibilidades de
tratamiento... cuando la abordó la realidad.
“Otro amigo médico llegó, muy preocupado. Me dijo: ‘Edith: necesitas
una segunda opinión’. El cáncer de ovario es el que más mujeres mata:
eso es lo que él vio. El porcentaje de mujeres que son salvadas de
cáncer de mama es 86 de cada 100. El cáncer de mujeres que son salvadas
después de recurrencia en un cáncer de ovario es 46 de 100. Me insistió
con urgencia: ‘Edith, por favor, no te quedes con lo que tienes. Eso me
hizo mucho sentido. Me convertí en una mujer que manejaba términos
científicos, plazos, opciones médicas, como una experta. Decidí que la
autocompasión y la ceguera no iban a ser mis caminos: Me dijeron en
palabras, textuales ‘que ya había brincado’.
"No sólo era un grado cuatro, sino
que había metástasis. Mi cáncer es diagnosticado como muy agresivo.
Todos estaban muy angustiados: toda la gente que tuvo mi expediente en
sus manos. No esperaban muchas luces de mi vida, pero no sabían que yo
soy Edith: que yo no me voy a vencer. Hay gente que se niega a saber.
Dicen: ‘A mí nada más trátame y cúrame’. Yo no. Yo quería enterarme de
todo, me tenía que involucrar. Información es poder. Si algo yo no
permito es ser víctima. Me hice una promesa a mí misma: que yo nunca iba
a llorar. Por supuesto que he llorado —tres veces—, pero me hice la
firme promesa y me hice la convicción de que iba a salir adelante sí o
sí. Nunca he tenido la menor duda de que yo me iba a sacar adelante, yo.
Y la mejor forma de sacarme adelante es con información. Decidí que el
cáncer es algo que se abraza y se vive con alegría”, manifiesta la
estrella de “Salomé”.
Edith González tiene ocho meses en
tratamiento de quimioterapia, dirigido por un equipo multidisciplinario
de especialistas en oncología, radiología, cardiología, nutrición.
Todos son mexicanos. “Los efectos son
muy duros. El tratamiento que estoy tomando es aún más duro. Pero el
único momento donde yo me siento enferma es cuando me estoy tratando,
porque las quimioterapias son acumulativas. Llevo un protocolo muy
completo. Pero quiero que Constanza vea una madre que ve la vida con
valor. Desde que tomamos la decisión de decirle, no se le ha ocultado
nada. Ella sabe que el poder está dentro de ti. Yo soy dueña de mí, aun
en las últimas quimioterapias. Me la he pasado mal, mal, mal. Y no
importa. Soy hija de Efraín y Ofelia. ‘¿Qué es pasársela mal, Edith?
Vomitar ocho veces. Andar tambaleándose. Eso es. Pero tú decides. Yo
decido que tengo que aguantar, y te digo: toca. Pero con lo que me tocó
me la paso. Y río. Yo decido: el cáncer no me va a controlar, sea cual
sea el resultado. Yo elijo que voy a salir adelante”.
La actriz recuerda un episodio que la
marcó en este tiempo: “Hace algunos meses, entre sesiones de
quimioterapia, iba a asistir a una boda. No es que me importara o no
quedarme pelona. Ahora mismo, estaba feliz tomándome fotos. Pero es muy
impresionante cuando empieza a pasar: tenía una boda el sábado. Decidí
cuidar el pelo toda una semana ‘para que se cayera poquito’. Ese día, al
lavármelo, ¡todo lo que no había caído en una semana cayó ese día!’
‘Oh, my God’, pensé. Sí es impresionante.
"La pregunta fue: ‘¿Vamos o no a la
boda?’ ‘¡Claro, vamos!’ Ah, Edith la del humor negro, la de la voz
social y del gremio. Toda mi vida he estado frente a productores que me
dijeron demasiado rubia-demasiado blanca-demasiado delgada-demasiado
elegante-demasiado la la la, aunque tengo ciertas limitaciones físicas.
Tengo que cuidar mi sueño. Voy más despacio en la vida: el cáncer es un
equilibrio de fuerzas. No puedo consumir lácteos, no harinas
procesadas, azúcar, ciertas carnes. Tengo limitados ciertos movimientos.
Mi poder está en aceptarlo, y en hacer con eso una vida feliz. Mi poder
es que soy un ser templado. Nadie me quita mi alegría de vivir, que
tiene nombre y apellido: se llama Constanza”.
Actualmente, la artista es imagen de
una campaña impulsada por el Gobierno de la Ciudad de México que tiene
como objetivo la prevención y detención del cáncer de ovario. Aquí parte
de su mensaje para todos sus seguidores: “Sé que es una tragedia, pero
no lo asumo como tal. Para mí simplemente es un paso, es una fase. La
belleza de la vida está en cada momento, en lo que persigues, por lo que
trabajas, en lo que eres. Para mí cada paso ha sido una elección y una
lección. Mi vida cambió en un instante, el cáncer me retó a tomar el
control y a entender que la vida es pura actitud. Si yo puedo tú puedes.
Ama tu vida, ama tu cuerpo. Consulta a tu médico, no dejes los
tratamientos. Sé protagonista de tu propia historia”.