Carlos Cruz celebra en 2017 sus 35 años de trayectoria en el mundo de
las tablas y la televisión, y cuando lo dice se le dibuja una sonrisa
en los labios. A pesar de ser muy disciplinado, conserva dentro de sí
algo de ese Olegario que en 2003 lo llevó a la fama en la telenovela
Cosita rica. Hoy día este galán de la pantalla chica es padre de
morochos, y trabaja al lado de Dairo Piñeres en el monólogo Divorciarme
yo… Afirma que no quiere dejar de actuar y dentro de toda su experiencia
todavía le gusta sentir mariposas en el estómago cada vez que se
enfrenta al público. “Lo mío es sentir miedo y adrenalina”.
¿Cuándo supo que quería ser actor?
Cuando era chamo duré 13 años tocando la charrasca en un grupo de
gaitas. Un día conocí a una persona que estaba montando una obra de
teatro en el liceo San José, en Los Teques. Ella necesitaba un músico y
yo ensayé con ella durante una semana completa. Fue suficiente para que
quedara flechado. Luego conformamos un grupo de teatro en San Antonio de
Los Altos, yo tenía 21 años. Me di cuenta de que yo quería ser actor y
me fui a estudiar en la Escuela de Artes Escénicas César Rengifo. El
teatro y yo nos vimos, nos reconocimos, nos enamoramos y nos casamos.
¿Ha sido un camino difícil?
Fue un cambio radical en mi vida. De chamo fui deportista y nunca
creí tener el aspecto de teatro, pero me adapté. Mientras todos mis
compañeros de la escuela César Rengifo querían hacer televisión yo decía
que lo mío sería siempre el teatro. Yo me comprometí a ser el mejor
estudiante y así fue. Hasta ahora no ha habido algo tan difícil para mí.
Aunque no quería estar en la pantalla se convirtió en un galán de telenovelas.
Aunque no quería estar en la pantalla se convirtió en un galán de telenovelas.
El director de la escuela César Rengifo siempre me lo decía: “Cruz
Castillo, usted tiene que aprovechar ese físico. Usted es un galán”, y
yo me preguntaba: “¿Un galán? Pero si yo lo que quiero es ser actor.
¿Qué es eso de ser un galán?”. Para mí era más importante saber cómo se
abordaba un texto, cómo se creaba un personaje. Fijarme solo en el
físico era un riesgo.
Pero aquel director tenía razón: ¡usted es un galán!
Pero yo siempre trabajé más por que la gente viera en mí a un actor, a
un personaje, y la verdad es que nunca he salido a galanear. Los
actores de ahora se dedican más al físico y pasan horas en un gimnasio
levantando pesas, pero nadie quiere estudiar. El físico me ayudó, sí,
pero tampoco la tuve tan fácil. Aquí en mi país todavía mi color de piel
no es el más solicitado, y si no me crees pregúntale a Franklin
Vírgüez, Caridad Canelón o Gledys Ibarra.
¿En sus 35 años de carrera artística cuál ha sido su personaje preferido?
Son varios, no podría decir que hay un preferido. En teatro, por ejemplo, hice una obra que se llamó El último minotauro junto a Elba Escalón y Eduardo Gil. Yo interpretaba al minotauro y puedo decir que soy un actor antes y después de ese papel tan exigente que, cuando lo interpretaba, sentía que yo mismo bajaba hasta el propio inframundo. En cuanto a la televisión hay un personaje emblemático, que fue Olegario de Cosita rica, por supuesto. Como actor nunca me imaginé que podría hacer comedia, y Olegario me enseñó a perder el miedo al ridículo. Todas las noches al llegar a casa, después de grabar la novela, para mí era una sorpresa ver cómo todo el edificio se reía a carcajadas justo después de las nueve de la noche, viendo la novela. Yo decía: “¿Se estarán riendo de lo que yo estoy haciendo?”. Olegario era un loco que me enloqueció a mí también.
Son varios, no podría decir que hay un preferido. En teatro, por ejemplo, hice una obra que se llamó El último minotauro junto a Elba Escalón y Eduardo Gil. Yo interpretaba al minotauro y puedo decir que soy un actor antes y después de ese papel tan exigente que, cuando lo interpretaba, sentía que yo mismo bajaba hasta el propio inframundo. En cuanto a la televisión hay un personaje emblemático, que fue Olegario de Cosita rica, por supuesto. Como actor nunca me imaginé que podría hacer comedia, y Olegario me enseñó a perder el miedo al ridículo. Todas las noches al llegar a casa, después de grabar la novela, para mí era una sorpresa ver cómo todo el edificio se reía a carcajadas justo después de las nueve de la noche, viendo la novela. Yo decía: “¿Se estarán riendo de lo que yo estoy haciendo?”. Olegario era un loco que me enloqueció a mí también.
Está celebrando su trayectoria con “Divorciarme yo…”. Háblenos sobre eso.
Es un monólogo con un texto muy inteligente escrito por Orlando
Urdaneta, y que consta de 25 páginas: una hora sobre las tablas. Con la
dirección de Dairo Piñeres recreo momentos en la vida de un divorciado:
cuando uno va por primera vez a un tribunal, cuando se mira a la pareja y uno se pregunta: “¿Qué fue lo que le vi? ¿De qué me enamoré?”. Es una obra que me gustaría compartir con mucha gente, porque quiero seguir trabajando. Ahora tengo 56 años de edad y me gustaría actuar por 35 años más.
cuando uno va por primera vez a un tribunal, cuando se mira a la pareja y uno se pregunta: “¿Qué fue lo que le vi? ¿De qué me enamoré?”. Es una obra que me gustaría compartir con mucha gente, porque quiero seguir trabajando. Ahora tengo 56 años de edad y me gustaría actuar por 35 años más.