Recordemos en 1997, el funeral de Diana de Gales que congregó a dos
mil invitados en la abadía de Westminster, a un millón de ciudadanos en
las calles de Londres y a 32 millones frente al televisor. Su ataúd
pesaba 250 kilos. Pero el de Diana no fue ni por asomo el mayor funeral de la historia.
En 1970, el funeral del presidente egipcio Gamal Abdel Nasser congregó a cinco millones de personas en las calles de El Cairo.
El del ayatolá Jomeini en 1989 reunió a diez millones en las de
Teherán. Un número indeterminado de ellas murieron aplastadas por la
histérica multitud. Pero el funeral más populoso de la historia es el de
C. N.
Annadurai, gobernador entre 1967 y 1969 del estado de Tamil Nadu, en la India. La
popularidad de Annadurai alcanzó niveles de divinidad cuando impuso el
tamil como lengua oficial del estado en detrimento del hindi, el idioma oficial de la India junto con el inglés. Quince millones de personas asistieron a su funeral.
Es improbable que el funeral de la reina Isabel II, por la Gracia de
Dios del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y de sus otros
Reinos y Territorios Reina, Jefa de la Mancomunidad de Naciones y
Defensora de la Fe (ese es su título completo), alcance las cifras de
los funerales de Annadurai, Jomeini o Nasser. Pero el título de “mayor
funeral de la historia” no se concederá al de Isabel II por la fuerza
del número sino por la de su pompa y circunstancia.
El funeral de Isabel II durará por lo menos doce días. El día de su muerte recibe el
nombre clave de D-day en los manuales de cientos de páginas que
contienen el protocolo y las instrucciones para su funeral, algunas de
ellas escritas por la reina misma. El día posterior a su muerte es el D+1. El siguiente, D+2, y así sucesivamente.
El nombre en clave de la operación es London Bridge. El nombre es un eufemismo para el intervalo de tiempo que transcurrirá entre la muerte de la reina y el nombramiento de su hijo.
Carlos de Gales será rey a las pocas horas de la muerte de su madre,
pero la ceremonia de coronación no tendrá lugar hasta tres meses después
(Isabel II tardó dieciséis meses en ser coronada tras la muerte de su
padre Jorge VI).
Cuando Isabel II muera, su secretario personal, el exdiplomático Christopher Geidt,
que también ha sido el encargado de planificar el proceso de sucesión,
telefoneará al primer ministro británico. “London Bridge is down” (el
puente de Londres ha caído) le dirá.
Isabel II ha reinado durante 65 años y sobrevivido a trece primeros ministros británicos,
trece presidentes americanos, nueve presidentes franceses, ocho
cancilleres alemanes y nueve líderes soviéticos y rusos. Tras su muerte,
la economía británica sufrirá inmensas pérdidas. El costo del funeral
en sí alcanzará varios cientos de millones de libras.
El día del funeral y el de la coronación de Carlos de Gales
serán declarados días de fiesta nacional y provocarán pérdidas de entre
mil y seis mil millones de libras cada uno. A eso hay que sumar
las pérdidas provocadas por los parones en empresas, escuelas,
transportes, bancos y comercios, y el coste de la alteración del ritmo
económico habitual del país durante un periodo que puede alcanzar
fácilmente los dos meses.
Se han escrito varios artículos que especulan sobre los detalles del
protocolo secreto que se seguirá tras la muerte de la reina.
Probablemente el más completo de todos ellos sea este del diario The
Guardian. Algunos de esos detalles (pocos) son públicos. Otros
están incluidos en los manuales de instrucciones para personal de
palacio y autoridades. Otros se deducen a partir de los funerales
anteriores de la familia real. Como el de la Reina Madre, en 2002.
Funeral de la Reina Madre
La Reina Madre murió con 101 años. Su sarcasmo y su amor por
la ginebra y por los caballos le granjearon el cariño de todos los
británicos de derechas y también de izquierdas (a pesar de su furibundo
antilaborismo) y la convirtieron en la más querida de todos los miembros de la familia real.
Su muerte no fue súbita. No hubo hospitales ni partes médicos. A la reina madre le dio tiempo a despedirse por teléfono de sus amigos y a regalar algunos de sus caballos preferidos.
Los planes para el funeral de la reina Isabel II cambiarán
dependiendo de cómo se produzca su muerte. En el caso de que muera tras
una breve enfermedad en alguna de sus residencias londinenses (la opción
A) el protocolo se desarrollará con total normalidad.
Si muere en su residencia de Balmoral, en Escocia (la opción B),
el protocolo se “escocificará” y su ataúd viajará hasta Londres en tren
mientras decenas de miles de súbditos lanzan flores al paso del cortejo
fúnebre y un vagón escoba limpia la vía tras su paso.
Si muere por sorpresa y en público, como en el caso de Diana de
Gales, las autoridades y la familia real no podrán controlar el flujo de
información y se verán obligados a adaptarse a las circunstancias y a
improvisar en todo aquello que no haya podido ser previsto y ensayado
con anterioridad.
Los planes para el funeral de Isabel II empezaron a pactarse en la década de los 60,
pero han sido revisados docenas de veces. Cada seis meses son ensayados
y actualizados en función de las circunstancias. En la BBC los ensayos
de la muerte de la reina madre se hacían a partir de la suposición de
que moriría atragantada con un hueso de pescado. “Algo en lo que ella
tenía práctica”, según explica el presentador Peter Sissons en sus
memorias.
Su muerte se comunicará de inmediato a los quince países de
los que la Reina es Jefe de Estado (Canadá, Australia, Nueva Zelanda,
Jamaica, Barbados, Papúa Nueva Guinea…), y a los 36 de la
Commonwealth para los que, a pesar de no serlo, la Reina es una figura
simbólica de gran calado (India, Pakistán, Uganda, Nigeria, Camerún…).
La BBC no será el primer medio de comunicación en enterarse
de la noticia, como ha ocurrido históricamente. Tampoco el diario The
Times disfrutará de ningún privilegio. El día de su muerte, el
20 de enero de 1936, el médico de Jorge V, Lord Dawson, le inyectó al
rey 750 mg de morfina y un gramo de cocaína. Lo hizo por dos razones.
La primera, para que no sufriera. La segunda, para acelerar
su muerte, que era inevitable, y que la noticia llegara así a tiempo al
diario The Times antes del cierre de imprenta.
La noticia de la muerte de Isabel II será comunicada a la Press
Association, la primera agencia de noticias de Gran Bretaña, y desde
allí llegará al resto de medios. Las televisiones públicas conectarán
con la BBC1. Las cadenas privadas no tienen ninguna obligación de
hacerlo, pero la inmensa mayoría lo hará. También se cancelarán
temporalmente todos los programas humorísticos. El código de vestimenta
de los presentadores será estricto.
En 2002, el mismo Peter Sissons fue duramente criticado por
dar la noticia de la muerte de la reina madre vestido con un traje gris y corbata rosa.
Se supone que todos los grandes medios del país y buena parte de los
del extranjero tienen desde hace años decenas de textos escritos acerca
de la muerte de la Reina. Textos que sólo deberán ser actualizados con
los últimos detalles antes de ser publicados: artículos de opinión,
obituarios, cronologías de su reinado… Según The Guardian, el diario The
Times tiene información escrita suficiente para los once primeros días
después de su muerte.
Las radios interrumpirán sus programaciones para dar paso al boletín
que dará la noticia de la muerte de Isabel II. Los DJ y los locutores
será avisados de que algo importante ha ocurrido y de que han de
interrumpir sus programas. Entonces las emisoras emitirán canciones
“inofensivas” hasta que puedan conectar con el noticiario oficial. Esas
canciones se clasifican en “estado de ánimo 2” (triste) y “estado de
ánimo 1” (muy triste). Según Chris Price, productor de la BBC, “si
alguna vez escuchas en la radio el tema Haunted Dancehall (Nursery
Remix) de Sabres of Paradise, enciende la TV porque ha pasado algo
terrible”.
La página web de la familia real mostrará una única página, con fondo
negro, y el mensaje que anuncia la muerte de la Reina. La cuenta de
Twitter de la reina hará lo mismo.
Carlos, ya como jefe de Estado, dará su primer discurso horas después de la muerte de la reina. A las 11:00 del D+1 será
proclamado rey en el palacio de St. James. Una de las principales
incógnitas es el tratamiento concreto que se le dará a Camilla, la
duquesa de Cornwall. Como esposa del rey, Camilla será oficialmente
reina. El título de princesa consorte sería demasiado humillante y
podría sugerir la idea de que Camilla no está preparada para el cargo.
El objetivo es que el proceso sea lo más rápido posible para no
transmitir una imagen de debilidad.
Muchos de los países para los que la reina Isabel II es su
jefa de Estado, un título 100% honorífico y sin poder ejecutivo real, mantienen
su lealtad a la corona por tradición y respeto a su figura. Pero no
ocurre lo mismo con Carlos de Gales, una figura mucho más excéntrica y
polémica que la de la reina.
La Commonwealth podría verse sacudida por un terremoto.
En Gran Bretaña se suele decir que la muerte de Winston Churchill fue
el canto del cisne del imperio británico. En realidad, ese canto del
cisne lo será más bien la de Isabel II. Cuando ella muera, Gran Bretaña
se convertirá, como la España moderna, en un país más. A pesar de su
pasado imperial.
Los empleados de palacio y los funcionarios que se encargarán de todos los detalles del funeral llevan años ensayando su papel.
El mundo entero estará pendiente de Gran Bretaña, un país que no
destacó precisamente por sus ceremonias de Estado hasta el siglo XX (los
funerales y las ceremonias de Estado británicas solían ser caóticas
hasta finales del siglo XIX, cuando la reina Victoria puso un poco de
orden e impuso una marcialidad y un sentido de la ceremonia jamás vista
en el país hasta entonces).
El funeral de Isabel II será una perfecta máquina de relojería que
dejará en mantillas las ceremonias de apertura y clausura de unos Juegos
Olímpicos.
Se espera que medio millón de personas presenten sus respetos frente
al ataúd de la reina, en Westminster Hall, a partir del D+4.
Las banderas ondearán a media asta hasta el día después de la
ceremonia funeraria, que tendrá lugar entre el día D+9 y el D+12.
Cuarenta y un cañones dispararán salvas durante siete minutos desde Hyde
Park. Miles de británicos se pondrán espontáneamente brazaletes
negros o alguna otra señal de duelo. No habrá concesión alguna a la
modernidad.
La onda expansiva de la muerte de la reina Isabel II alcanzará a
todos los británicos, sea cual sea su opinión sobre la institución.
Hasta un viejo punk como John Lydon ha mostrado su respeto por la reina
diciendo que la echará de menos cuando muera y que no quiere que su
himno antimonárquico God Save the Queen suene durante su funeral.
Un himno cuya letra dice “Dios salve a la reina, ella no es un ser humano, no hay futuro en el sueño de Inglaterra”. La
opinión de Lydon es diferente hoy. “Ella sí es un ser humano y la
echaré de menos como ser humano del planeta Tierra. No es culpa suya que
haya nacido en una jaula dorada. No se si diría lo mismo de la
monarquía, pero quiero que ella viva muchos años”.