La
agresividad es un acto inherente al ser humano, existe desde los
inicios de la humanidad y tiene un carácter de supervivencia. Fue en la
lejana prehistoria cuando nuestros antepasados levantaron una piedra y
la arrojaron contra su adversario para defenderse, inventando de esta
forma la primera arma defensiva, mucho antes de que un trozo de sílex se
convirtiese en una punta de lanza.
La
policía estadounidense ha bautizado con el nombre de «casos fríos» a
los asesinatos que no se han podido resolver en una investigación
rutinaria. Las estadísticas demuestran que si un homicidio no se
resuelve en los primeros días lo más probable es que no se resuelva
jamás, debido a que las pistas desaparecen, los testigos se confunden y
las coartadas son más difíciles de comprobar. Los científicos, con la
ayuda de la tecnología moderna, fueron capaces de resolver un «caso
frío» que tuvo lugar en la prehistoria.
El escenario: la Sima de los Huesos
Atapuerca (Burgos) es un referente mundial indiscutible para el
estudio de la evolución humana. Sus yacimientos más relevantes y que más
información han aportado para comprender la prehistoria son los
localizados en la Trinchera del Ferrocarril (Sima del Elefante, Galería y
Gran Dolina) y los del sistema kárstico de Cueva Mayor-Cueva del Silo
(Portalón, Galería del Sílex y Sima de los Huesos).
La Sima de los Huesos es un verdadero tesoro paleontológico. Se trata
de un pozo de doce metros de profundidad, que se sigue de una galería
en rampa de 10 metros de longitud, para terminar en una sala de 15
metros cuadrados. Este yacimiento es verdaderamente importante por la
gran cantidad de restos humanos encontrados y por ser el yacimiento
funerario más antiguo del mundo. En la Sima de los Huesos se
descubrieron más de 6.500 fósiles correspondientes a 28 individuos
neandertales que vivieron hace unos 430.000 años. Entre los restos
hallados estaba el cráneo perteneciente al «primer asesinado» de la
Humanidad.
La víctima: el propietario del Cr-17
Uno de los cráneos hallados en la Sima de los Huesos, fue bautizado
por los científicos como Cr-17 y reconstruido a partir de 52 fragmentos.
Los paleontólogos han determinado que perteneció a un individuo joven,
de unos 20 años de edad y del que no se ha podido identificar el sexo.
El análisis preliminar
El análisis del cráneo mostró la existencia de dos fracturas situadas
en el hueso frontal, unos centímetros por encima de la cuenca orbitaria
izquierda. Mediante técnicas radiológicas modernas se ha podido
reconstruir de forma virtual este cráneo, lo cual ha permitido estudiar
el contorno, la forma y el tamaño de las fracturas de una forma
exhaustiva.
Los antropólogos han llegado a la conclusión de que las fracturas
tenían trayectorias distintas, se produjeron mientras el individuo
estaba vivo y fueron el resultado de sendos golpes, provocados por un
objeto contundente y puntiagudo. Además, los científicos han llegado a
determinar que la agresión se produjo cara a cara –la muerte fue
violenta e intencionada- y por un individuo diestro.
Desgraciadamente, lo que los «CSI de la prehistoria» no tienen forma
de averiguar es ni cuál fue el arma homicida, dado que es imposible
precisar si se trató de una madera o una roca, ni cuáles fueron las
circunstancias de la muerte, y por supuesto, quienes fueron los
sospechosos. Pero de lo que no cabe ninguna duda, es que se trató de un
asesinato. Uno de los primeros de la Humanidad, cuando todavía faltaban
más de 200.000 años para que apareciera el primer Homo sapiens en algún
lugar del África subsahariana.
El asesino del cráneo 17
La brutalidad del asesinato hace sospechar que estuviese inmovilizado
o que hubiese quedado inconsciente, ya que es poco probable que se
puedan aplicar dos golpes tan contundentes en el hueso frontal en un
combate cara a cara con un enemigo en movimiento. Los expertos opinan
que con tan sólo un golpe habría sido suficiente para ocasionarle la
muerte, lo que indica que hubo ensañamiento.
En cuanto a las conjeturas que derivan de porqué se produjo el
asesinato quedan libres a la imaginación de cada uno, pero lo más
probable es que no distasen mucho de las actuales: venganza, amor y
poder.
Para finalizar, y como curiosidad, señalar que hasta el
descubrimiento del Cr-17 los indicios más antiguos de violencia
interpersonal que se conocían eran los de un neandertal que vivió hace
40.000 años (hallado en Iraq) y los de un Homo sapiens de hace 30.000
años encontrado en el yacimiento de Sunir (Rusia).