Con independencia del desenlace de la actual crisis que
atraviesa Venezuela, nada en ese país volverá a ser como antes. La
movilización popular y la tan temida represión posterior resaltarán una
vez más el carácter autoritario del régimen, con la diferencia de que
esta vez no habrá marcha atrás y será imposible convencer a los
venezolanos y a la comunidad internacional de las enormes virtudes del
proceso bolivariano. Los sucesos de la última semana han servido para
dejar expuestas todas las vergüenzas del chavo madurismo y para que
caiga definitivamente la careta de la revolución bolivariana y del
gobierno al servicio de los pobres.Hoy las cosas no son iguales a lo que
ocurría años atrás cuando vivía y reinaba el comandante eterno. Para
comenzar Nicolás Maduro no es Hugo Chávez. Y si bien el primero sigue
contando con el pleno respaldo de Cuba, el descenso en el precio del
petróleo limita los márgenes de actuación de unos y otros. En segundo
lugar la Asamblea Nacional está en manos de la oposición. Esto
compromete seriamente la posibilidad de seguir emitiendo el mensaje del
carácter marginal y antisistema de quienes forman la columna vertebral
de los "enemigos" del proceso (los tan denigrados escuálidos y
pitiyanquis).
El deterioro de la situación interna es de tal magnitud que el respaldo popular del chavismo se ha contraído dramáticamente
El deterioro de la situación interna es de tal magnitud
que el respaldo popular del chavismo se ha contraído dramáticamente.
Las opciones electorales del oficialismo son tan bajas que han debido
postergar a "finales del primer semestre de 2017" las elecciones
regionales del del pasado diciembre. La vaguedad de la fórmula muestra las
dificultades y limitaciones del Consejo Nacional Electoral (CNE)
presidido por Tibisay Lucena. Pese a ser teóricamente un poder
independiente, el CNE ha demostrado una vez más su total subordinación
al gobierno. Sin embargo, el punto más escandaloso y que ha provocado
la actual crisis fue la determinación del CNE de aplazar sine die la
convocatoria del referéndum revocatorio.
Cuando el
chavismo ganaba una elección tras otra y se erigía en un modelo de
democracia, la figura del revocatorio se presentaba como la prueba
indudable del compromiso democrático del régimen. La legitimidad de
origen de los sucesivos gobiernos chavistas y del de Maduro eran el
escudo protector que defendía al movimiento bolivariano de críticas
internas y externas. Pero también en el frente internacional
(especialmente en América Latina) las cosas han cambiado, y mucho.
Al mando de la "desprestigiada" OEA (Organización de Estados
Americanos) ya no está el chileno José Miguel Inzulza, que terminó
siendo un cómplice del chavismo, sino el uruguayo Luis Almagro, que
contra todo pronóstico se ha erigido en un crítico feroz del madurismo y
sus constantes ataques a la democracia. En unas recientes
declaraciones, tras la suspensión de la recogida de firmas para permitir
el revocatorio, el Secretario General de la OEA llamó a los países de
la región a tomar "acciones concretas para defender la democracia",
dado su convencimiento "del rompimiento del sistema democrático".
También dio un paso más en su intento de aplicar la Carta Democrática
al señalar que "sólo las dictaduras despojan a sus ciudadanos de
derechos, desconocen el legislativo y tienen presos políticos".
Su actitud es posible por las transformaciones operadas en la región.
El fin del proyecto hegemónico cubano venezolano de ámbito regional es
evidente. Los nuevos gobiernos de Argentina y Brasil han supuesto un
cambio cualitativo en la forma de afrontar el problema venezolano. Del
silencio (y hasta la complicidad) de Cristina Fernández y Dilma Rousseff
se ha pasado a la actitud mucho menos permisiva de Muricio Macri y
Michel Temer. Y quien dice Fernández y Rousseff también dice Kirchner y
Lula, por no mencionar a José Mujica y otros mandatarios
latinoamericanos. Si bien Evo Morales, Rafael Correa y Daniel Ortega
siguen siendo férreos defensores del régimen, sus voces suenan mucho más
débiles y más aisladas que en el pasado.
En esta
ocasión, y con una rapidez inimaginable en el período anterior, 12 de
los 35 países que integran la OEA mostraron "su profunda preocupación"
por la decisión del CNE de postergar el revocatorio. Lo importante de
este comunicado es que 10 gobiernos latinoamericanos (Argentina,
Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Honduras, Guatemala, México, Perú y
Uruguay) junto a Canadá y Estados Unidos, sospechosos habituales de
intentar deponer al chavismo, se han negado a justificar lo
injustificable. Por eso el texto concluye que: "La decisión del Poder
Judicial de prohibir la salida de territorio venezolano de los
principales líderes de la oposición... afecta la posibilidad de
establecer un proceso de diálogo entre el Gobierno y la oposición, que
permita una salida pacífica a la crítica situación que atraviesa esa
hermana nación".
En caso de producirse la salida de Maduro, no sería descartable un Gobierno militar de transición que permita la convocatoria de nuevas elecciones
Almagro abunda precisamente en este punto cuando
considera definitivamente acabada la misión de mediación de UNASUR
integrada por Leonel Fernández, Martín Torrijos y José Luis Rodríguez
Zapatero. Para el responsable de la OEA, la misión enviada por Ernesto
Samper ha terminado ayudando involuntariamente al Gobierno de Maduro en
sus intentos de impedir que el referéndum revocatorio se celebre antes
del 10 de enero de 2017, lo que podría provocar la convocatoria de
nuevas elecciones presidenciales.
Mientras Almagro
habla claramente de dictadura, muchos latinoamericanos siguen callando
frente a lo que ocurre en Venezuela. Las múltiples denuncias de golpe
por el juicio político contra Rousseff se han convertido en clamoroso
silencio en todo lo que respecta a la mal llamada revolución
bolivariana. Pese a ello, el régimen chavista está viviendo su crisis
final. El intento ilegal de Maduro y los suyos de perpetuarse en el
poder puede tener éxito o, por el contrario, puede saldarse con su
salida. En este último caso no sería descartable un Gobierno militar de
transición que permita la convocatoria de nuevas elecciones. Por el
contrario, de concretarse la continuidad del chavismo, con o sin Maduro
al frente, el gobierno "popular" habrá devenido lisa y llanamente en
una vulgar dictadura, cada vez más aislada internacionalmente.
Madrid ,