¿Qué es la crisis?, ¿por qué tengo que “sufrir una crisis”?, ¿cuántas
veces he usado la palabra crisis para describir alguna situación de
conflicto en mi vida? Pasa que la palabra crisis se ha desvirtuado al
utilizarse como sinónimo de problema, complicación, dificultad y
confusión.
El diccionario de la Real Academia apunta la palabra crisis como
“cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso o una
situación, o en la manera en que estos son apreciados”. Por lo tanto,
entrar en crisis es iniciar una transformación que podría tener
resultados definitivos y beneficiosos, todo depende de la manera como la
observemos y pasemos a través de ella.
Relacionar la crisis con adjetivos como duro, difícil y complicado,
nos instala la creencia de que los cambios son dolorosos y de
desastrosas consecuencias. Por el contrario, observar la crisis como una
oportunidad de encontrar nuevas alternativas de vida, es una
experiencia potenciadora que nos lleva a reconocer nuestros talentos y
capacidades, más allá de lo que creemos ser en este momento.
Hay juicios que se han ido multiplicando oralmente, como: “la cosa
esta fea”, “la situación está difícil”, “todo está mal” o “aquí nada
sirve”, pero ¿qué es la cosa o la situación?, ¿cuánto es todo o nada? En
la generalización de conceptos colocamos los diferentes aspectos de la
vida en un mismo saco y nos lo echamos a cuestas.
Este es el tiempo de ver dentro de ese saco y tamizar nuestras
creencias. ¿Cuando digo que “todo está mal” a qué me refiero
específicamente?, ¿tengo una carencia económica, un padecimiento de
salud o no tolero a alguien? Es importante determinar exactamente qué es
lo que “está mal”, para modificar esa situación.
Pero… ¿y si no puedo? Es posible que me asalte la frase “hay cosas
que yo no puedo cambiar, como una enfermedad o el precio de lo que
quiero comprar”, pues este es el momento de cuestionar mis creencias y
establecer, por ejemplo, si estoy enferma, qué es lo que realmente
quiero ¿Sentirme saludable? Entonces ¿qué estoy haciendo para sentirme
saludable? O siento que no tengo suficiente dinero para comprar algo,
entonces ¿qué estoy haciendo para obtener más dinero?, ¿qué otras
alternativas poseo?, ¿es esto lo que de verdad quiero o puedo cambiarlo
por otra cosa? Las preguntas pueden ser muchas, hasta conseguir la punta
del cordel donde estoy enredada.
La idea es no quedarme estancada en la queja sino forjar nuevos
hábitos de pensamiento y de toma de decisiones. Entrenando, practicando,
equivocándome, rectificando, volviendo a practicar y aprendiendo, hasta
alcanzar el objetivo deseado. Lo importante es comprender que la crisis
se vive y la opción de sufrirla en una decisión muy personal. Porque al
final, como dijo San Agustín: "No es más feliz quien más tiene, sino
quien menos necesita". Hasta la próxima.
Reyna Carreño
laverdad.com