Hubo un tiempo donde algunas personas cercanas a los reyes debían
acudir junto a su majestad a cualquier aposento. Esos hombres tenían el
clarificador título de Groom of the Stool, y básicamente tenían el privilegio de atender a sus majestades mientras estos se encontraban en su retrete “real”.
Muchos
hablan del “peor oficio del mundo”, pero obviamente los hay muchísimos
peores. No cabe duda de que ser el “limpia culos” (su traducción directa
vendría a ser el mozo de las heces) oficial de la corona no era plato
de buen gusto para todo el mundo, aunque aquello tampoco estaba tan mal.
Esta fue su historia.
Hablando
de los retretes, aquello de “ya no los hacen como antes” es totalmente
cierto. Al menos de cara a la realeza. A partir del 1500 el retrete del
Rey de Inglaterra era un auténtico lujo. Se trataba de un asiento
acolchado de terciopelo, un elemento portátil debajo del cual se hallaba
un recipiente de cerámica encerrado en una caja de madera.
Lo
curioso en esta parte de la historia es que el rey, quién debía acudir
al “trono” como el resto de los mortales, no lo hacía sólo. Desde el
1500 hasta el 1700 los reyes de la corona británica nombraron a una
serie de nobles con la extrañamente prestigiosa oportunidad de acompañar
en la tarea más privada de sus majestades: hacer caca.
Obviamente
hablamos de una parte de la historia de los reyes alejada del glamour
de una corte, pero todo un acontecimiento en aquellos días. De hecho,
aunque no es el trabajo glamoroso que normalmente imaginamos en un
palacio, ser un Groom of the Stool era en realidad una posición muy codiciada en la casa real.
Pensemos
en la siguiente situación. Cada día, mientras el rey se sentaba en su
taburete acolchado y cubierto de terciopelo, el hombre revelaba
secretos. ¿Y a quién le pedía consejo? A estos intrépidos que habían
roto cualquier principio de incomodidad con su majestad. Es más, los
reyes se sentían tan “libres” como para hablar de los problemas
personales y políticos con sus “asistentes personales”, en última
instancia pidiéndoles consejo.
Según explica Tracy Borman en The Private Lives of the Tudors, los primeros Groom of the Stool
fueron algo menos prestigiosos. Más tarde y durante el reinado de Henry
VIII la cosa cambió. Entonces los hombres de la corte más cercanos al
rey recibieron el título en grupo. Caballeros y nobles de prestigio
colgaban con el monarca en su cuarto privado, actuando como sus
secretarios personales y poniendo toda la atención del mundo mientras su
majestad se sentaba en el taburete.
Con los años lo que era
un grupo pasó a ser la tarea de una persona. Una que viajaría con el rey
y su taburete portátil si este fuese de viaje. Por cierto, los únicos
que no disfrutaban de este privilegio eran los monarcas en el exilio, a
quienes se les negó el asistente para ir al baño.