Por el módico precio de 27,5 millones de dólares te puedes comprar un
valioso recuerdo de uno de los períodos oscuros del espionaje
estadounidense. Ese es el precio de venta del Boeing 737 que sirvió para que la CIA torturara y llevara a cabo algunas de las operaciones secretas más polémicas de su historia.
Si nos ceñimos al anuncio
estamos ante un Boeing de negocios con asientos para 16 pasajeros, una
cama grande, dos camas individuales, un salón-bar o tres pantallas de
televisión de 42 pulgadas, entre otros lujos.
Sin embargo, la
lista de extras no menciona que en su “otra vida” este avión formaba
parte del programa de entregas extraordinarias de la CIA, es decir,
transportando detenidos por terrorismo de “alto rango” a otras zonas del
mundo (a menudo emplazamientos secretos) y donde se enfrentaba a todo
tipo de interrogatorios y técnicas de tortura.
La historia del avión se puede reconstruir a partir de recortes de prensa, informes de derechos humanos y documentos de la Administración Federal de Aviación. Por ejemplo, en el 2006 era el Chicago Tribune quien informaba sobre un 737 modificado con el número de cola N313P, un avión que había sido observado volando entre Oriente Medio, Europa y los Estados Unidos. El Washington Post también encontraba poco después las mismas conexiones a través de varias compañías desconocidas hasta entonces.
Así fue como el N313P de la CIA voló por todo el mundo,
aterrizando en lugares como Marruecos, Afganistán, Libia, Uzbekistán y
Guantánamo. Un ejemplo: en septiembre del año 2003 aterrizó en un
aeropuerto remoto de Polonia. Como más tarde sugirió el Chicago Tribune,
este viaje pudo haber tenido algo que ver con un complejo de
inteligencia polaco en Stare Kiejkuty, el mismo que el Tribunal Europeo
de Derechos Humanos declaró posteriormente como un sitio secreto de la CIA.
De hecho, antes de la publicación del informe
del comité de inteligencia del Senado de 2014 sobre el programa de
detención e interrogatorio de la CIA después del 11 de septiembre, el
Washington Post informó
que los oficiales de inteligencia estadounidenses probablemente habían
abusado y torturado a los detenidos en algún punto de Stare Kiejkuty. Y
lo cierto es que el N313P aterrizó cerca de Stare Kiejkuty por lo menos una vez.
En el 2004, el avión llevaba a Binyam Mohamed, un etíope detenido en Guantánamo desde 2004 hasta 2009. Pocos días después se cree que el avión transportó
a Khaled al-Masri, un alemán nacido en el Líbano que estuvo detenido en
una prisión estadounidense en Afganistán durante cinco meses. Al-Masri,
quién asegura haber sido atado, drogado y golpeado en cautiverio, fue
liberado después de que sus captores le dijeran que habían recibido al
hombre equivocado.
Ese mismo año The Guardián informaba
que Fatima Bouchar y su marido Abdel-Hakim Belhaj fueron secuestrados
por tres estadounidenses en Bangkok y obligados a meterse en el avión.
La pareja había luchado contra el dictador libio Moammar Gadafi durante
las décadas de 1980 y 1990, y según una investigación de Human Rights Watch
su devolución a Libia había sido negociada en un acuerdo entre la CIA,
la inteligencia británica y el régimen de Gadafi para “beneficio mutuo”.
Durante
el viaje de 17 horas a Trípoli, Bouchar, quien estaba embarazada de
cuatro meses, fue atada a una camilla y le envolvieron la cabeza con una
cinta adhesiva. Belhaj fue encadenado en una posición dolorosa para
mantener los músculos en tensión durante la duración del vuelo. Bouchar
pasó cuatro meses detenido en Libia. Belhaj permaneció en prisión hasta
el año 2010.
Esta es una pequeña parte de la historia
perturbadora que se vivió dentro de este avión, el cual se calcula que
voló para la CIA al menos cuatro años. Hoy y como aseguran los
representantes de la empresa que negocia la venta “no es más que una pieza realmente hermosa, sin corazón ni alma, aunque todo el mundo sabe la historia que pasó”.