La victoria del candidato oficialista Lenin Moreno, en la segunda
vuelta de las elecciones ecuatorianas, este domingo 1º. de abril, no
solo supuso un alto a lo que parecía una indetenible ola de reacción
conservadora en América Latina, sino algo tan simple como mantener el
derecho al asilo para un perseguido.
Cuando el presidente Rafael Correa fue consultado por el acusado por
la justicia del primer mundo, Julián Assange acerca de la posibilidad de
obtener asilo en la embajada de Ecuador en la capital inglesa, no hubo
vacilación en el mandatario andino y ofreció de inmediato la protección
que la sede diplomática otorga.
Este acto, normal en el mundo, fue rechazado por el gobierno británico que se consideró ofendido y burlado, pues requería a Julián
Assange para encarcelarlo, bajo los cargos que la justicia sueca había
levantado contra el periodista y director de WikiLeaks, por supuestas violaciones a dos damas, en un acto que el periodista había señalado como de sexo convenido.
Assange, había advertido que esa detención en el Reino Unido y su
eventual expulsión a Suecia, eran solo pasos previos para su ulterior
envío a los Estados Unidos donde enfrentaría cargos por traición, dado
que había expuesto al mundo las marramuncias de la diplomacia
norteamericana, que ha provocado no pequeños problemas diplomáticos al
gobierno norteamericano.
La explicitación de las trapisondas diplomáticas, que incluían espionaje de documentos privados, correos y llamadas telefónicas, de mandatarios aliados,
a sus familiares y a funcionarios de alto nivel, iban de contramano a
lo que verbalizaban la Casa Blanca y el Departamento de Estado, en sus
relaciones internacionales con los países amigos.
Pero no se trataba solo de haber abierto el cajón de mentiras y
falsedades, lo que molestaba a los funcionarios de los Estados Unidos,
era el hecho de haber accedido a documentos secretos de alta
significación. Este aspecto tan grave, que aún hoy da que hablar, fue
complementado por los documentos que el analista de la Agencia Nacional de Seguridad, Edward Snowden, dio a conocer posteriormente.
La victoria electoral del candidato de la silla de ruedas, Lenin
Moreno, que imprimió fervor de pueblo redimido a su campaña,
contrariando al factor e individuo de la prensa oligárquica y los
poderosos bancos ecuatorianos, el Sr. Guillermo Lasso, repercutió de
manera especial en Londres, toda vez que el derrotado banquero
Guayaquileño, había advertido que uno de sus primero actos sería revocar
el asilo concedido y entregar a Assange a la justicia británica.
El triunfo de Lenin Moreno atronó en las salas de redacción de los
diarios ecuatorianos que habían apostado el oro y el moro a la victoria
de su candidato. Como ya es tradición en la derecha, el contendiente
derrotado se ha negado a reconocer la victoria de su oponente, ha
clamado fraude y ha llamado a sus seguidores a realizar protestas, que
después de generar caos y daños materiales y humanos, serán presentadas
ulteriormente por la oligárquica y poderosa prensa ecuatoriana, como
“leves y sutiles expresiones de descontento”.
El pueblo ecuatoriano está hoy en la calle, es cierto, pero celebrando la victoria de su candidato y la continuidad de la Revolución Ciudadana y de las valiosas ganancias de derechos y calidad de vida que ha conquistado con los gobiernos populares.
Esta victoria del pueblo ecuatoriano, rompe lo que algunos deseaban
presentar como una indetenible tendencia de involución al pasado. La
jornada electoral, que contó con una veeduría nacional y un
acompañamiento internacional inédito en los comicios de ese país y que
no ha realizado ninguna observación sobre la jornada y los resultados,
es la mejor respuesta a los agoreros del retorno a gobiernos
entreguistas y vergonzantes.
Quito, Guayaquil, Rio Bamba, y las otras ciudades ecuatorianas, hoy están vestidas con galas de mozas alegres que hacen más llevadera la tirantez que predominó en los últimos días del a campaña, que culminó ayer y que hizo sonreír de manera tranquila a Julián Assange, allá en la embajada ecuatoriana en Londres.