La
ciencia acaba de dar un nuevo e importante paso en la búsqueda de vida
fuera de la Tierra. Se trata de la detección de una atmósfera en un
mundo muy similar al nuestro, una Super Tierra llamada GJ 1132b con
apenas 1,6 veces la masa terrestre y un tamaño solo 1,4 veces mayor. De
hecho, se trata del exoplaneta más parecido al nuestro en el que se ha
podido detectar hasta ahora la presencia de una atmósfera. El trabajo
acaba de publicarse en The Astronomical Journal.
El
equipo, que incluye investigadores del Instituto Max Planck de
Astronomía, utilizó para su hallazgo el telescopio de 2,2 metros
ESO/MPG, en Chile, para obtener imágenes de la estrella anfitriona (GJ
1132) y medir los sutiles cambios de brillo causados por la absorción de
luz tanto del planeta como de su atmósfera cada vez que pasa frente a
ella.
Aunque no estamos hablando aún de una detección directa de vida en
otro mundo, se trata de un importante paso en esa dirección. En efecto,
la detección de una atmósfera alrededor de GJ 1132b marca todo un hito:
es la primera vez que se consigue detectar una atmósfera en un planeta
de masa y radio similares a los de la Tierra.
Precisamente, la estrategia que siguen actualmente los astrónomos
para detectar signos de vida extraterrestre pasa por estudiar la
composición química de las atmósferas planetarias, en busca de ciertos
desequilibrios químicos que, para producirse, requieren de la presencia
de organismos vivos. En la Tierra, la pista la da la presencia de
grandes cantidades de oxígeno.
Aún estamos lejos de lograr una detección así, aunque este estudio
nos coloca un poco más cerca del objetivo. Hasta ahora, en efecto, las
escasas observaciones de atmósferas en exoplanetas se llevaron a cabo en
mundos mucho más grandes y muy diferentes a la Tierra: gigantes
gaseosos similares a Júpiter o mundos rocosos, pero muchas veces mayores
que el nuestro. Por lo tanto, esta será la primera vez que se pueda
analizar con detalle la atmósfera de un planeta similar en masa y tamaño
al que nosotros habitamos.
GJ 1132b orbita alrededor de una enana roja en la constelación de
Vela, a 39 años luz de distancia. Los científicos se fijaron en él
precisamente porque, desde la perspectiva de la Tierra, pasa
regularmente por delante de su estrella (cada 1,6 días), bloqueando una
pequeña parte de su luz. Es decir, que lleva a cabo un tránsito cada
poco más de día y medio.
A partir de la cantidad de luz bloqueada por el planeta cada vez que
cruza por delante de su estrella, los investigadores pueden deducir su
tamaño, que en este caso es de 1,4 veces el de la Tierra. Las
observaciones, además, mostraron que el planeta parecía ser más grande
en una de las longitudes de onda del infrarrojo que en las demás. Lo
cual sugiere la presencia de una atmósfera opaca a esa luz infrarroja
específica (lo que hace que el planeta parezca mayor), pero transparente
en todas las demás longitudes de onda.
Los diferentes modelos atmosféricos llevados a cabo a partir de estos
datos sugieren que la atmósfera de GJ 1132b es rica en agua y metano,
lo cual encaja a la perfección con las observaciones realizadas.
A pesar de que aún no tenemos suficiente información para determinar
si estamos, o no, ante un mundo con vida, sí que bastan para que los
astrónomos se sientan optimistas. Las enanas rojas son la clase de
estrellas más comunes y abundantes de nuestra galaxia (cerca del 75%) y
si bien es cierto que suelen ser mucho más activas que el Sol, lo que
significa que son capaces de "barrer" las atmósferas de sus mundos, los
que consiguen conservarlas durante el tiempo suficiente se convierten en
excelentes candidatos para albergar alguna forma de vida.
Los planes, ahora, son seguir muy de cerca las evoluciones de GJ
1132b con los mejores telescopios disponibles, como el Hubble y, a
partir del año próximo, el James Webb, cien veces más potente y que
permitirá analizar esa esperanzadora atmósfera con un detalle sin
precedentes. Hasta ese momento, no queda más que mantener los dedos
cruzados.