Para seguir agregando elementos al
debate sobre si el presidente Nicolás Maduro está siguiendo o no el
legado del comandante Hugo Chávez, subrayemos una diferencia notoria
entre ambos gobernantes y sus respectivos gobiernos: Chávez tenía locos a
los opositores. Maduro nos tiene locos a todos.
Para muestra, esta semana (¡qué
semanita!) de combates internacionales, de sentencias judiciales, de
declaraciones inesperadas, de reuniones de media noche, de aclaratorias y
de reencuentros.
Locos ellos
Los acontecimientos pusieron más locos que de costumbre a los opositores, incluyendo bajo esta denominación a los dirigentes partidistas, los autodenominados voceros de la sociedad civil, los capos de medios opositores y muchos analistas, opinadores y periodistas rabiosamente antichavistas.
Golpe de Estado en desarrollo,
autogolpe, Madurazo, reedición de Fujimorazo… de muchas maneras lo
llamaron. Unos fueron tan descarados que hasta llegaron al extremo de
decir, con horror, que fue un carmonazo, ello a pesar de que aquel abril
saltaron de alegría y se les pusieron moradas las palmas de tanto
aplaudir al breve reyezuelo.
El paroxismo les llegó luego, cuando la
fiscal general, Luisa Ortega Díaz, afirmó de manera muy contundente que
las decisiones del TSJ configuraban una violación del orden
constitucional. “¡Ahora sí es verdad que este gobierno va a caer!”,
dijeron los contras, recalentando no las calles, pero sí las redes
sociales.
Como suele ocurrir, algunos opositores
aficionados al póker, advirtieron que la cosa podría ser un farol, una
jugada para hacerlos caer por inocentes. Esta idea cobró fuerza luego de
que el presidente Maduro saliera a decir públicamente que la
declaración de Ortega Díaz era una prueba de la plena separación de
poderes públicos que existe en Venezuela. El mandatario que, según todos
los opositores, es brutísimo, los dejó claramente desconcertados, sin
certeza de si aquello era una demostración de estar contra las cuerdas,
pidiendo que suene la campana, o si era la continuación de una pieza de
astuto teatro político. Dios mío, cómo sería entonces la cosa si el
hombre fuera medianamente inteligente.
En la noche siguieron las dudas, pues la
fiscal no estuvo en la reunión del Consejo de Defensa de la Nación, lo
que hizo pensar que lo suyo no era ningún aguaje, sino una posición de
principios. Muchos pasaron parte de la noche sin dormir, pensando que
estas crisis siempre tienen desenlaces antes de que canten los gallos.
Vieron entonces salir al presidente, quien declaró solucionado el
impasse. Desbarajustados, aturdidos, optaron por exclamar que el
gobierno había reculado, sin estar seguros de si eso lo dejaba mal o
bien parado.
Ya en pleno sábado, salieron a tratar de
traspasar a las calles un poco de la calentura de las redes. Como es
costumbre últimamente, no tuvieron mucho poder de convocatoria y
debieron conformarse con montar algunos showcitos en los que sus
valientes diputados (los que están en el país, claro) se victimizaron a
punta de selfies.
Locos nosotros
Bueno, pero como se dice al principio,
el gobierno actual ha democratizado la locura, así que ante las
decisiones del TSJ, una parte del chavismo se puso, como siempre,
rodilla en tierra y propuso aprovechar que ya no tenían inmunidad ni
funciones, meter presos a Ramos Allup, Borges, Florido y todo el combo.
Otra parte quedó estupefacta, balbuceante, atónita, pasmada, patidifusa,
boquiabierta.
Disciplinados, algunos revolucionarios
comenzaron a buscar desesperadamente argumentos para justificar las
sentencias, mientras otros consideraron que era el momento para marcar
distancia, para salvarse del ajuste de cuentas que promete la
ultraderecha nacional y multinacional.
En ese trance andaban unos y otros
cuando la fiscal le echó su leña al fuego. Los rodilla en tierra
pidieron de inmediato su cabeza y dijeron que eso se veía venir, porque
esa doña así, tan blanquita, nunca había parecido realmente chavista. Ya
andaban buscándole sustituto, cuando apareció Maduro a decir que la
respetaba mucho y que ella actuaba así por independiente y autónoma. ¿Y
entonces?, dijeron.
Los que habían resuelto aprovechar el
momento para botar tierrita, se paralizaron ante la posibilidad de que
la Revolución le estuviera dando otra clase de Política a la inepta
oposición. Unos cuantos pensaron que “mejor me quedo esperando a ver
cómo termina este capítulo de la telenovela”.
Luego de la reunión palaciega, los que
ya se habían lanzado al ruedo como nuevos opositores no tuvieron más
remedio que sumarse a las críticas de los opositores originales, en el
sentido de que tal revisión de las sentencias era una derrota para un
rrrégimen acorralado.
El sábado, mientras la derecha intentaba
manifestar, los chavistas en general andábamos tan locos como los del
otro bando. Un amigo me dijo: “Pana, esto está como el asunto de los
billetes de cien: uno no sabe si la Asamblea ya no vale o si le dieron
una prórroga”.
Hasta los ninis, los indiferentes, los
apáticos andaban enloquecidos, al menos acá en Caracas, donde el metro
tuvo que cerrar casi todas sus estaciones y la gente caminaba de un lado
para otro, bajo una verdadera pepa de sol. En ese sentido, sí que es
verdad que la calle estuvo caliente.
Clodovaldo Hernández / clodoher@yahoo.com