Hace 100.000 años, en el seno de la nebulosa de Orión,
en la constelación que lleva el mismo nombre, un grupo de estrellas
nació de una gigantesca nube de gas que se colapsó por su propia
gravedad. Pero la vida de dos de esos astros terminó súbitamente cuando
se acercaron demasiado hace 500 años desde el punto de vista de la
Tierra.
La interacción entre ambas estrellas provocó una explosión violenta
que proyectó enormes cantidades de gas y polvo a 150 kilómetros por
segundo, y liberó tanta energía como la que emite el sol en diez
millones de años. Los científicos no saben todavía cómo fue el encuentro
entre los cuerpos celestes, si simplemente se rozaron o bien si
colisionaron directamente.
500 años después, los restos de la
erupción siguen visibles en la constelación de Orión, a 1.350 años luz
de distancia. Han sido captados por el interferómetro ALMA,
en el desierto de Atacama (Chile), operado por el Observatorio Europeo
Austral (ESO por sus siglas en inglés) y otros colaboradores
internacionales, según informa en un comunicado el ESO.