Existen muchas personas que piensan que llevan consigo la mala suerte, entonces modifican sus actividades con tal de no caer en alguna de las históricas creencias rodeadas de una connotación negativa, signos de mal augurio como romper un espejo, pasar por debajo de una escalera o cruzarse con un gato negro.
Según el sitio 888poker, existen 13 personas que han sido las más
desafortunadas de la historia, pues sus historias han transcendido por
sus increíbles experiencias
Roy Sullivan (EEUU)
Fue alcanzado por rayos en siete oportunidades. Mientras pescaba,
tendía la ropa con su mujer, cuando se encontraba en una torre de
guardia o conduciendo, de todas maneras las posibilidades de ser
golpeado por un rayo son de 1 en 3.000, pero que suceda en siete
ocasiones el número pasa a 1 en 22 septillones.
Melanie Martinez (EEUU)
Perdió cuatro casas por golpes de huracanes en el estado de
Louisiana. Luego, la historia dio un vuelco radical, ya que recibió una
donación de un programa de televisión para construir la quinta. Pero la
furia de la naturaleza pudo más: el último hogar también fue derrumbado
por un huracán, a pasar de que las posibilidades de que un evento tal
ocurra en Louisiana son del 4 por ciento al año.
Costis Mitsotakis (España)
Este griego habitante de la pequeña localidad de Sodeto fue la única
persona de toda la población, con apenas 70 personas, que no ganó la
Lotería de Navidad. Todas las familias del lugar obtuvieron al menos
100.000 euros. La que más ganó, dos millones. En total, de los 18
millones repartidos en el sorteo en vísperas de las fiestas de 2011,
Mitsotakis no ganó ni una sola moneda.
Violet Jessop (Inglaterra)
Estuvo en el barco Olympic, que se hundió tras chocar con otra
embarcación. Luego navegó en el Titanic, cuyo desenlace con el famoso
iceberg es muy conocido. Por último, anduvo a bordo del Britannic, que
también terminó en las profundidades del mar por una explosión cuya
causa nunca se reveló.
Ivan Lester McGuire (EEUU)
El 5 de abril de 1988, el joven de 35 años McGuire se puso su equipo
de paracaidismo al igual que lo había hecho en muchas ocasiones.
Trabajaba filmando la actividad. No olvidó su cámara, pero sí su
paracaídas. Las posibilidades de morir en un salto de este tipo se
calculan entre uno en 75.000. Un descuido fue su desgracia.
Frane Selak (Croacia)
Este profesor de música es llamado “el hombre más afortunado entre
los menos afortunados”. Fue atropellado, chocó con su auto, descarrilló
un tren en el que viajaba, entre varios incidentes. En total estuvo a
punto de morir en siete oportunidades. Sucesos en los que otros
involucrados murieron o resultaron gravemente heridos. Es perseguido por
los accidentes viales.
Tsutomu Yamaguchi (Japón)
Su caso es discutible, ya que si bien estuvo en dos detonaciones
nucleares, pudo salir airoso. Vivía en Nagasaki durante la Segunda
Guerra Mundial, pero estaba en Hiroshima cuando cayó la primera bomba
atómica en 1945. Luego, tras regresar a su hogar, nuevamente presenció
la segunda tragedia.
Erik Norrie (EEUU)
A este joven aventurero le pasó de todo: le cayó un rayo, lo mordió
una serpiente, fue atacado dos veces por un grupo de monos. El último
encontronazo fue con un tiburón, que le sacó una parte de la pierna.
Vlad Cazacu (Rumania)
Un acto circense en Rumania terminó en tragedia cuando las llamas se
devoraron a Cazacu. Resulta que mientras el animador realizaba la rutina
de tragar fuego, eructó, lo que lo hizo explotar. Cuentan que pudo
deberse a que previamente haya ingerido accidentalmente parte del
líquido inflamable. Ninguno de los asistentes acudió al rescate porque
creían que era parte del espectáculo.
Robert Todd Lincoln (EEUU)
El hijo del presidente Abraham Lincoln estuvo presente en el
asesinato de su padre. Luego fue invitado a acudir a un evento del
presidente James A. Garfield y también atestiguó su asesinato. Otra vez,
fue convocado por el presidente William McKinley a la Exposición
Panamericana y nuevamente presenció un magnicidio a la máxima autoridad.
Desde entonces declinó todo tipo de eventos presidenciales.
Ann Hodges (EEUU)
El 30 de noviembre de 1954, Ann estaba tomando una siesta en el sofá.
Sin saberlo, desde el cielo se aproximaba una amenaza: un meteorito
había cruzado la atmósfera terrestre y con el calor se dividió en tres
partes. Una de ellas atravesó el techo de su casa Sylacauga (Alabama) y
la golpeó en la cadera. La piedra, que se desplazaba a un velocidad de
320 km/h, pesa 5,44 kg y se exhibe en el Museo de Historia Natural de
Alabama.
Henry Ziegland (EEUU)
La historia nace cuando este leñador de Texas terminó la relación con
su pareja y la joven, muy afligida, se suicidó. El hermano de la novia,
enfurecido, persiguió a Ziegland y le disparó en el rostro. Creyendo
que lo había matado, escapó. Sin embargo, bala apenas le había rozado la
cara, terminando incrustada en un árbol. Tres años después, Henry
decidió derribar el mismo árbol, que aún tenía la bala alojada en su
interior. Como no pudo cortarlo, lo hizo explotar con dinamita: la bala
salió expulsada y esta vez lo hirió fatalmente en la cabeza.
John Wade Agan (EEUU)
Su vida es casi un resumen de todos los anteriores. Fue asaltado a
mano armada y encerrado en el maletero de su auto, apuñalado en el pecho
con un cuchillo de carnicero. También lo mordieron dos serpientes al
mismo tiempo. Lo último que le pasó fue ser alcanzado por un rayo.