La
primera referencia escrita data de comienzos del siglo XII, cuando no
se trataba de un consejo terapéutico, sino de un cuento para que quien
lo escuchara se durmiera. En el libro Disciplina clericalis, el judío
español Pedro Alfonso de Huesca (Moseh Sefardí) recopilaba, entre otras
historias, la de un rey que tiene a su servicio a un fabulista, quien se
inventa cada noche cinco relatos para que logre conciliar el sueño.
Como
padece insomnio, el monarca reclama cada vez un cuento más largo, de
modo que al narrador se le ocurre el de un aldeano que compra dos mil
ovejas y, al llevarlas de vuelta a su casa, ha de vadear un río. Pero
solo dispone de una pequeña barca en la que caben dos ejemplares a la
vez. El relator va enumerando cada uno de los desplazamientos de los
animales, y, como son tantos, el rey cae en los brazos de Morfeo antes
de que acabe el vado.
La obra de Pedro Alfonso de Huesca, escrita en latín, incluía treinta
y tres historias ejemplarizantes procedentes de fuentes orales
cristianas, judías y musulmanas, y alcanzó una gran difusión en Europa,
donde introdujo la cuentística oriental, que habría de ejercer una
fuerte influencia en la literatura occidental.
Una prueba de su éxito es que esta historia de las ovejas pasó a
Italia y otros lugares dentro del género de cuentos para dormir.
Cervantes rinde homenaje a este tipo de narraciones sin desenlace cuando
Sancho le explica a don Quijote un episodio similar, pero con cabras en
lugar de ovejas.
Fuente: muyinteresante / MF