“El primer paso para mejorar tu cuerpo es decidirlo”: Especialista #Deportes #Fitnnes #Salud



¿Por qué nos cuesta tanto comenzar con una rutina de ejercicios físicos y continuarla durante un tiempo más o menos largo? Si nos apuntamos en el gimnasio con todo el entusiasmo, ¿por qué luego no vamos?
Conoce las razones sicológicas de esta contradicción tan frecuente y cómo superarla para lograr el estado físico que deseas.

Es cierto que ir al gimnasio no es una actividad estrictamente placentera para la mayoría de las personas, como tal vez pueda ser un deporte. Pero, teniendo en cuenta que se trata de una actividad que se realiza por voluntad propia, no queda del todo claro el porqué de su intensa resistencia y dificultad.

Ir al gimnasio es una actividad que, a diferencia de las que estamos acostumbrados a realizar en nuestra vida cotidiana, no es por obligación, sino por voluntad propia. Con lo cual nos presenta un desafío complicado y subestimado a la vez, que es el de concretar y sostener en el tiempo una actividad que requiere esfuerzo y constancia sin ser algo “prescipto” o “mandando” por alguien.

La costumbre de recibir órdenes y seguir un camino marcado por otro, independientemente del deseo propio, es lo que nos descoloca a la hora de realizar actividades que requieren esfuerzo y no presentan esta variable. Es decir, que no tienen un “jefe”.

¿Por qué la dificultad de ir al gimnasio?

El hecho de que una actividad no aporte beneficios o placeres inmediatos, como lo es generalmente el gimnasio, parece obstaculizar la posibilidad de realizarla, a menos que en ella aparezca el famoso factor obligatorio, aquel que empuje a hacerla independientemente de nuestra motivación.

Por lo cual es esperable y muy común que se busque la obligación, que más allá de ser padecida, termina siendo funcional a nuestros objetivos.

¿Cuántas personas que van al gimnasio no sintieron alguna vez, más allá de haber disfrutado o no de la actividad en sí, la satisfacción del deber cumplido al volver del gimnasio? ¿Por qué realizar una actividad por voluntad propia podría dar la satisfacción del “deber cumplido”? ¿Por qué sería un deber? Aquí lo que aparece es esta necesidad de responder a un otro. Un otro que se haga responsable de la decisión de ir.

Al igual que en la mayoría de las actividades que se realizan con esfuerzo y constancia. Este es el punto que por más que se lo busque, no se encuentra en el gimnasio: nadie obliga a ir. Ahí sí hay opción de ir o no. De hecho, esta dificultad por ir se expresa constantemente en debates internos del estilo: ¿voy o no voy? ¿Y si me que quedo descansando? ¿Me voy a comer algo rico mejor? ¿Por qué no disfruto un poco que tengo tiempo libre? ¿Tanto esfuerzo para estar con poca ropa unos días del año en la playa? Todas preguntas que no se presentan, por ejemplo, al tener que ir a trabajar, o cumplir los quehaceres de la casa.

Consejos:

Ir en el horario que a uno le despierte la mayor motivación, independientemente que sea el más recomendado o tradicional.

En cuanto a la rutina a seguir. Si te favorece y sirve como guía pedir una rutina a un profesor, hazlo. Pero nuevamente, no tomarlo como el único modo posible. De hecho, cuanto más se conozcan las propias reacciones al esfuerzo físico, mayor probabilidad habrá de dar indicaciones específicas al profesor para que esa rutina sea lo más personalizada a las propias necesidades.

Si el nivel de exigencia es un obstáculo, regúlalo.

Hay que adecuarlo a la propia medida. Presenta muchas dificultades de elección el uso de la libertad, pero las ventajas que presenta (como es acomodar las cosas al gusto propio) no deberían porqué desaprovecharse.







 
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