Durante años fue apenas una leyenda, pero el investigador y cineasta
Laureano Clavero encontró pruebas de que Adolf Hitler tenía un plan para
llevar el terror a las costas de los Estados Unidos: en el libro “El
diario de Peter Brill” cuenta la historia del único piloto que
sobrevivió y formó parte de esa misión secreta de la Alemania nazi, que
debió ser abortada.
"Pedro", así llamaba su esposa Ilse a Peter
Brill, lo esperaba un domingo de junio de 2010 en su ático de la Avenida
Mitre número 100 de la ciudad de Barcelona, España. Más precisamente un
sobreático, lugar que había convertido en una especie de salón de
recuerdos de su pasado o, quizás, en templo purgatorio.
Laureano
Clavero subió, expectante, las escaleras, pensando en la oportunidad que
se abría detrás de aquella puerta: el anciano piloto podía ser su guía
mental en el interior de bombarderos de la Luftwaffe (fuerza aérea de la
Alemania nazi) y, seguramente, tendría alguna teoría sobre las causas
de que algunos de ellos se accidentaran en el Pirineo Catalán durante la
Segunda Guerra Mundial. Ese era, hasta entonces, el objeto de su
investigación en el marco de un proyecto audiovisual.
El cineasta
argentino había localizado al ex piloto alemán gracias al aeródromo de
la ciudad de Sabadell. Su testimonio podía ser la pieza que faltaba para
completar aquella investigación.
Lo que no se imaginaba era que
Peter Brill le develaría una historia que tenía vida propia y que valía
la pena escuchar atentamente.
“Lo primero que me llamó la atención cuando llegué al altillo fue un
gran piano que tenía unas partituras de Henri Herz sobre el teclado.
Luego vi que la habitación estaba repleta de aviones en miniatura
sostenidos por hilos transparentes que daban la sensación de estar
volando”, relata Clavero en entrevista con Télam.
Las fotos que Hitler quiso ocultar
Brill estaba allí sentado, rodeado de libros en alemán
sobre aviones, entre los que se divisaba la insignia que llevaban en la
gorra los pilotos de la Luftwaffe.
“Me llamó la atención que
pareciera nueva y le pregunté si podía verla de cerca, y una vez que ya
la tenía en mis manos me sonrió y me dijo que la había comprado en un
mercadillo de Barcelona, que la suya se la habían arrancado los rusos
cuando cayó prisionero en el 45”, cuenta el Clavero, quien en ese
instante palpitó la emoción de quien está a punto de desenterrar un
pasado sepultado con dolor.
La cámara del argentino comenzó a
filmar y, como sin quererlo, Brill confesó a este desconocido que su
sueño desde niño era volar. Que con tan solo 18 años ingresó en la
Luftwaffe, y las circunstancias lo llevaron a luchar en la guerra y a
participar de varias misiones secretas de los nazis. Una de ellas -hasta
ahora considerada más mito que realidad- había consistido en prepararse
para bombardear Manhattan, un plan que finalmente se canceló.
“Brill
fue el único de los seis pilotos reclutados para esa misión que
sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial”, explica Clavero. La mayoría de
los otros pilotos fallecieron en las pruebas para aquella descabellada
misión, que se enfrentaba a problemas mecánicos que parecían imposibles
de resolver.
“Pretendían utilizar un Heinkel 177 -el bombardero de
mayor distancia de la aviación alemana- que debía ser adaptado para
realizar un recorrido de 12000 kilómetros, pues el plan originar era que
el avión saliera de Berlín, bombardear Nueva York y regresara al punto
de partida”.
“Se hicieron tres prototipos. Querían ahorrar
combustible durante el trayecto mediante una serie de modificaciones en
los motores”, dice Clavero, quien en su libro (cuya autoría comparte con
el historiador catalán Pere Cardona) detalla los distintos experimentos
técnicos realizados por los nazis para intentar saciar una de las
tantas ideas megalómanas de Hitler.
Los entrenamientos se llevaron
a cabo en 1943 en la ciudad polaca de Thorn, y fueron extremadamente
peligrosos, ya que los motores se prendían fuego con facilidad. “Hay
cartas de Brill desde ese lugar y fotos, una junto al resto de pilotos”,
remarca el investigador argentino.
El ex piloto relató a Clavero
que, tras cancelarse la misión, fue enviado al frente y participó del
último ataque desesperado de los nazis por romper el cerco
norteamericano. Luego cayó preso de los rusos, sobrevivió a un campo de
trabajo forzoso y, después de ser liberado, se casó. Quería ser
dentista, pero Alemania estaba arrasada, por lo que decidió viajar a
España, ante el ofrecimiento del padre de un amigo de trabajar en una
fábrica de zapatos.
En los años 60 Peter Brill volvió a volar en
un aeródromo de Valencia. Hasta el final de sus días -Brill murió
finalmente en 2013- mantuvo intacto su amor por la aviación, esa pasión
que lo llevaría a protagonizar una de los episodios más negros de la
historia del humanidad.
Cuando Clavero dejó atrás la casa de Brill
en Barcelona, sabía que tenía en su poder un testimonio muy valioso, y
que debía hacer algo con él. Sin embargo tenía otros planes inmediatos,
filmar en la Argentina un documental sobre los veteranos de Malvinas,
que tituló “1533 km hasta casa. Los héroes de Miramar”.
Años más
tarde, al querer recuperar la historia de Brill, descubrió que el ex
piloto alemán había muerto. Para su fortuna, a raíz de la entrevista que
le había realizado tres años antes, el anciano había decidido escribir
sus memorias.
“La familia nos cedió el material. Eran unas
memorias escritas de forma muy simple, infantiles, y contenían algunos
errores históricos. No obstante, nos sirvieron como material de base
para elaborar el libro”, sostiene Clavero.
"El diario de Peter
Brill" -publicado en España por la editorial Dstoria de Barcelona y en
venta en Amazon- salió junto con un mediometraje documental y narra los
pormenores de la frustrada operación militar, como la vida del ex piloto
que aseguraba que nunca fue un nazi convencido.
“En sus memorias,
Peter cuenta que cuando iba al colegio el director llamó a su padre
para decirle que tenía ‘amistades judías’, y que su progenitor le pidió
que no se juntara con la niña. Pero él nunca obedeció y mantuvo amistad
con esa persona hasta el final de su vida”, apunta Clavero.
“Estuvo
en las juventudes hitlerianas y las circunstancias del ascenso del
nazismo y el inicio de la guerra lo llevaron a hacer lo que hizo”,
detalla el argentino.
Los restos de Peter Brill Sander descansan
hoy en el Cementerio de Mallorca. Su tumba tiene un pequeño
Messerschmitt Bf 109 sobre la lápida. Ese avión pudo ser su tumba, pero
de alguna manera fue su salvación, le confesó a Clavero, quien, haciendo
honor a su formación de paleontólogo, desenterró un relato que estuvo a
punto de quedar en el olvido y hoy pervive en un libro.