Letal en el cuadrilátero. Con la misma potencia fuera del ensogado y
sin tanto movimiento de sus brazos y piernas. Su voz, su idea, su
intelecto. La combinación perfecta para ser considerado por décadas como
El más grande de todos los tiempos: Muhammad Alí.
Veloz, pícaro, honesto y de discurso noqueador, Cassius
Marcellus Clay Jr., nacido un 17 de enero de 1942, cambió el deporte de
los gladiadores y convulsionó la historia contemporánea con su
espontaneidad.
Tras su fallecimiento, el pasado 3 de junio en Scottsdale, el
poderoso púgil pasó a la inmortalidad, recibiendo honores no solo del
boxeo, también de todas las disciplinas en todos los rincones del mundo.
“El boxeo era solo un medio para presentarme al mundo”, llegó
a soltar como uno de sus derechazos. “Sé a donde voy y conozco la
verdad, y no tengo que ser lo que tu quieres que sea. Soy libre de ser
lo que quiero ser”.
El oriundo de Kentucky se caracterizó por su boxeo poco
tradicional. Fue dirigido la mayor parte de su carrera por Angelo
Dundee, y sostuvo memorables combates contra los más renombrados
pugilistas de su tiempo, como Sonny Liston, Joe Frazier, George Foreman y
Ken Norton. Seis de sus peleas han sido consideradas como las mejores
del año por la revista The Ring.
Inundó de opiniones irreverentes sobre sus oponentes, como
acertados pronósticos de sus contiendas. “Él (Liston) es muy feo para
ser campeón mundial. El campeón mundial debería ser alguien lindo como
yo”.
Fuera del ring, se erigió como una influencia social desde
los 60 cuando se opuso a su reclutamiento por parte de las fuerzas
armadas de su país durante la guerra de Vietnam.
Como integrante de la Nación del Islam cambió su nombre y,
aunque se ganó detractores por su conducta independiente de los
estereotipos sobre los afroamericanos, a partir de los años 70,
consiguió el respeto como figura deportiva de renombre mundial, en
especial tras su pelea contra Foreman.
“Odié cada minuto del entrenamiento, pero dije: No renuncies, sufre ahora y vive el resto de tu vida como un campeón”, expresó.
En el ocaso de su carrera, empezó a dar muestras de desgaste
físico; después de su retiro padeció la enfermedad de Parkinson. Sin
embargo, se mantuvo vigente en diversas actividades benéficas y como
leyenda vida del deporte mundial. “Mientras más ayudamos a otros, nos
ayudamos nosotros mismos”.
Alí no dejará de existir. Su historia lo convirtió, sin duda, en el Más grande de todos los tiempos. ¡Hasta siempre!
Yulimar, Stefany y Yoel, río de alegría
Tres estrellas de tres diferentes disciplinas llevaron al
podio a Venezuela en los Juegos Olímpicos de Río 2016: Yulimar Rojas
(salto triple, atletismo), Stefany Hernández (BMX, ciclismo) y Joel
Finol (52 kgs, boxeo).
Rojas, una caraqueña criada en Anzoátegui, obtuvo la
distinción de plata al registrar 14,98 por detrás de la colombiana
Caterine Ibargüen, oro con 15,17 metros.
A su arribo al país, la espigada joven de 22 años, dedicó
su presea a todos los venezolanos. Luego fichó con el equipo de
atletismo del Barcelona.
“Este es el impulso para mis próximos Juegos Olímpicos. Sé
que llegaré a Tokio mejor de lo que estoy ahorita”. señaló Yulimar,
después de culminar su desempeño.
La guayanesa Hernández aportó bronce con un tiempo de
34.755 en la prueba que dominó la colombiana Mariana Pajón, bicampeona
olímpica. 2Te amo Venezuela, esto es para ti”, manifestó emocionada.
Y en el ensogado, un “Caciquito” merideño hizo de las
suyas para vencer por decisión al argelino Mohamed Flissi y así sumar
la medalla de bronce, que significó la sexta presea en la historia de
los “narices chatas” criollos. Sin dudas tres jóvenes, héroes con un
valor inigualable.