El boxeo es un deporte matizado por epopeyas humanas. Gloriosas,
épicas, trágicas, dramáticas, miserables. La estructura disfuncional y
atípica que propicia el inicio de la mayoría de las carreras, hace de
este deporte la perfecta “carne de cañón” para el séptimo arte.
Raging
Bull (conocida en castellano como Toro Salvaje) de Martin Scorsese y
con Robert De Niro en el papel estelar, sobre la vida del boxeador Jake
La Motta, con dos premios Oscar y ocho nominaciones (1980) , que según
el American Film Institute es una de las mejores películas de la
historia, es el mayor ejemplo en la materia.
Toro Salvaje fue un
dramático retrato que puede servir de espejo para muchas historias de
grandes campeones. Pero no siempre la buena intención de llevar al
séptimo arte historias tan dramáticas transcurrirá ajena a los
conflictos que le impidan llegar al gran público.
En este mes de
diciembre ocurrió un episodio que parece dar razón a ese peligro: un
filme de tono similar a Toro Salvaje, fue retirado de los cines. Ocurrió
en Venezuela, con una película sobre la vida de Edwin Valero, según un
reciente artículo publicado en el Diario El País de España, bajo la
firma de Ewald Scharfenberg.
Se trata de la película ‘El Inca’,
del joven director venezolano Ignacio Castillo Cottin, sobre la gloria y
la debacle de Valero. “La cinta, tras dos semanas de exhibición y de
ser presenciada por 15 mil espectadores, no pudo mantenerse en
cartelera.
El 14 de diciembre una acción del juez Salvador Mata
García, encargado del Tribunal segundo de Protección del Niño y
Adolescente de Caracas, ordenó retirarla de las salas, borrar todas las
copias y confiscar el archivo maestro.
Con ello respondía a una
petición de dos hermanos y la madre de Valero, quienes alegaron que la
película, producida sin autorización de los familiares, contiene
"escenas dantescas" que podrían afectar a los menores hijos del
boxeador”, dice el artículo.
Edwin Valero conquistó el título de
campeón de Peso Súper Pluma de la Asociación Mundial de Boxeo y Peso
Ligero del Consejo Mundial de Boxeo. Sus primeras 18 victorias fueron
por nocaut en el primer round, logró ganar un total de 27 peleas sin
derrotas, pero desbarató su vida por el alcohol y las drogas.
La
película previo a su estreno fue promocionada en las redes con frases
contundentes: “Cuando los demonios internos dominan cada pensamiento,
¿Dónde termina la realidad y empieza el delirio? Pronto conocerás más de
la trágica y controversial historia de Edwin Valero”, decía la
invitación a verla.
Pero, lo que se definía como “la historia jamás contada” de Valero, no pudo ser contada, el régimen venezolano lo impidió.
Es
que la decisión del juez Salvador Mata García, parece influenciada por
la caótica situación política en Venezuela, ya que, como lo recuerda el
artículo, Valero fue un furibundo seguidor del fallecido comandante Hugo
Chávez al punto que se había hecho tatuar su rostro en el pecho.
Como
ídolo deportivo, Valero era útil para la propaganda oficialista que la
llevo “a pasar por alto otro historial del boxeador: decenas de
inconvenientes con la policía, incluyendo múltiples incidentes de
violencia doméstica”.
“En abril de 2010, a los 28 años de edad, la
vertiginosa existencia de Valero llegó a su fin. Poco antes de viajar a
Cuba para ingresar a un programa de rehabilitación, asesinó a su joven
esposa. Dos días más tarde, se colgó de los barrotes de su celda”, dice
el artículo de El País.
Ese
fue el final de su epopeya y el nacimiento del mito que recoge la
película de Castillo, hijo de un reconocido periodista opositor
actualmente exiliado en Estados Unidos: Leopoldo Castillo.
A las
connotaciones políticas indudables de la decisión judicial, según el
artículo, se suman otras relacionadas con los intereses de la familia
del malogrado pugilista con la cual Castillo Cottin asegura tenía buenas
relaciones, "hasta que me exigieron que Luis, uno de los hermanos de
‘El Inca’, fuera el protagonista de la película. Entonces tuvimos una
ruptura”.
Sin querer entrar en la controversia política, Castillo
se rehúsa a dar una explicación política a la medida y asegura que
agotará todas las vías legales para que la película regrese a las salas,
llegando incluso, de ser necesario, a la propia Corte Interamericana.
¿CONTAR UNA VIDA O INSPIRARSE EN ESA VIDA PARA CONTAR UNA HISTORIA?
Cada
película se sustenta en un guion que, usualmente, se inspira en una
historia pero nunca cuenta la verdadera historia. Es imposible lograrlo,
las reglas de la ficción siempre deberán triunfar por encima de la
historia lineal.
La ficción vende, la realidad no vende e incluso
mostrarla tal cual, en un lugar tan caótico en materia de derechos como
Venezuela, puede traer problemas.
Sin conocer el verdadero tenor
del guion elaborado para la película sobre Edwin Valero, es fácil
percibir que en ese caso aplica el argumento para generar un inesperado
conflicto legal a partir de la loable intención de contar una historia
real.
No sabemos cuántos dolores de cabeza se hubiera ahorrado el
director de ‘El Inca’ si en vez de contar la historia tal cual, hubiera
elegido inspirarse en “la historia real del último gran campeón
venezolano”.
No por un acaso la mayoría de las películas más
taquilleras relacionadas con el boxeo usualmente se han inspirado de
manera indirecta en la dramática vida de los boxeadores y sus
complicadas existencias fuera del ring.
Basta recordar a otras
producciones que han ganado un premio Oscar por contar historias de
este tipo. Rocky de Sylvester Stallone y Million Dólar Baby de Clint
Eastwood, son historias de ficción pero que exploran dos ángulos
opuestos de una única realidad en la cual los dos realizadores buscaron
la inspiración: el precio de la gloria.
En
el caso de Sylvester Stallone, la idea de Rocky, con todas sus
secuelas, fue inspirada en una pelea entre Muhammad Ali y Chuck Wepner.
Ese concepto de narrar la historia de un pobre boxeador que fue capaz de
llegar a la cima, luchando contra todos y contra sí mismo, impulsó el
entusiasmo de Stallone para escribir el guion.
La historia de
Eastwood, por su parte, se sumerge en un concepto cotidiano en este
deporte, el camino emprendido por muchos púgiles que asumen el boxeo
como única alternativa para huir de la miseria.
En Million Dollar
Baby, la protagonista Maggie (Hilary Swank) persigue ese objetivo hasta
que lo consigue. Pero este film no es más de lo mismo. Por el
contrario, su trama respeta la definición de Eastwood: “Million Dollar
Baby no es una película de boxeo, sino un filme de personajes centrado
en las relaciones paternofiliales”.
El cometido se cumple a
rajatabla con una película repleta de sombras y oscuridades que solo
reciben la luz cuando Maggie sube al cuadrilátero. Y como tantas vidas
malogradas por un deporte violento y sin piedad, el desenlace ensalza la
tragedia por encima de la gloria.
Ella terminará tetrapléjica,
inmóvil del cuello para abajo y con necesidad de un respirador.
Descubrirá la codicia y falta de compasión de su familia, pedirá la
muerte y la misma llegará en un magistral juego de vidas de la trama, a
través de la eutanasia. Un final que fue duramente criticado en Estados
Unidos, especialmente por los activistas contra esa forma de muerte
intencional.
El boxeo es el deporte que más veces ha figurado en
la temática de grandes películas y por lejos es el deporte como razón de
un filme que más veces ha sido premiado o nominado a grandes premios.
Además
de las nombradas, en una larga lista de títulos recientes o antiguos,
aparecen películas inolvidables como El Peleador (The Fighter) una
emocionante historia basada en la vida de Mickey Ward y su hermano y
entrenador Dicky, o el ya clásico Cinderella Man sobre la vida del
increíble campeón James J. Braddock; otro clásico, Fat City (Ciudad
Dorada) del laureado director John Huston en 1972, donde se puede
conocer el ángulo más común, el menos glamoroso, pero más abundante o
más cercano a la realidad en este boxeo, “el de los perdedores” o la
recientemente película sobre boxeo: “Hands of Stone” sobre la vida de
Roberto “Mano de Piedra” Durán.
El
séptimo arte le ha podido dar al boxeo todos sus rostros. Ha contado lo
bueno y lo glorioso, pero también la tragedia y la decadencia. Ha
mostrado sus peores miserias y sus más gloriosas epopeyas. Los fanáticos
del boxeo podemos considerarnos afortunados de que nuestro deporte sea
el único con el suficiente dramatismo como para servir de inspiración a
tantos realizadores.
Y si tantas historias pueden ser contadas con
tanta libertad, es inevitable preguntarnos por cual razón el realizador
venezolano vive ese enorme vía crucis buscando, apenas, que su trabajo
llegue al gran público.
Quizás,
Ignacio Castillo Cottin no tuvo en cuenta las repercusiones locales;
quizás no debió contar una historia real y más bien, debió inspirarse en
una historia real. Puede haber muchos “quizás” que impidan ver en la
pantalla otra de las tantas tragedias que el boxeo alimenta a diario. No
obstante, es posible que la respuesta no pase por ninguno de esos
“quizás”.
Es posible que no sea culpa del director ni de su
historia y simplemente sea culpa de un país donde el respeto por la
libertad de expresión también es parte de la ficción y por desgracia,
una ficción ejecutada por quienes al final de cada día provocan otras
tragedias infinitamente peores que los dramas individuales con los
cuales el cine nos entretiene y al mismo tiempo nos educa.
A nadie
escapa que en Venezuela hay cosas urgentes por resolver y la película
de Castillo Cottin, tal vez, hubiera sido una contribución positiva a
esas cosas urgentes por resolver.
Que todos conozcan una historia
como la de Edwin Valero, sin duda, permitiría salvar a los futuros Edwin
Valero que a diario nacen en la Venezuela de hoy, cambiándoles el guion
en la película de sus vidas y evitando con ello que se repita el
trágico final del campeón.
Bernardo Pilatti, ESPN Digital