Si crees en los vampiros, tenemos malas noticias para ti. Los vampiros no existen. Curiosamente, los estudios que mejor explican porque estos monstruos del folklore popular son eso, leyendas, no se basan en la biología, sino en las matemáticas.
Sí. Aunque parezca mentira. No hay un solo estudio sobre los vampiros desde un punto de vista estadístico. Hay un montón, y todos ellos llegan a una misma conclusión. Los vampiros de novelas como Drácula, series como True Blood o películas como The Lost Boys no pueden existir porque, si existieran, ni tú ni ningún humano estaría leyendo este artículo ahora mismo. Todos los seres humanos seríamos vampiros o estaríamos muertos. Probablemente lo segundo.
Las ecuaciones de Lokta-Volterra
El primer estudio al respecto lo elaboraron los matemáticos austríacos Richard Hartl y Alexander Mehlmann, y lleva el divertido título de: “El problema transilvano con los recursos renovables”. Lo que Hartl y Mehlmann estudiaron es la viabilidad de una hipotética sociedad vampírica secreta desde el punto de vista de la sostenibilidad ecológica. El modelo resultante sencillamente se venía abajo. La muerte o vampirización de los recursos (los humanos o animales) termina en una ruptura crítica de la cadena trófica. Dicho en cristiano: los vampiros terminarían por agotar las reservas de humanos disponibles más pronto que tarde. El estudio tiene en cuenta incluso que los chupasangres sean moderados en su consumo. Daría igual.
Más adelante, Hartl y Mehlmann publicaron un segundo estudio que profundizaba aún más en la cuestión, esta vez sobre la base de las ecuaciones de Lotka-Volterra. Bajo este nombre tan vampírico se esconde un conjunto de ecuaciones diferenciales de primer orden no lineales que se usan en estudios ambientales para describir dinámicas de sistemas biológicos en el que dos especies interactúan, una como presa y otra como depredador. El resultado fue el mismo. Los vampiros no existen y el hecho de que sigamos vivos es la prueba.
Todos muertos en tres años (siendo optimistas)
En 2007, otros dos matemáticos llamados Costas Efthimiou y Sohang Gandhi publicaron: “Cine de ficción contra física real: fantasmas, vampiros y zombies”. En ese estudio, los autores trataban de establecer un modelo ecológico en el que los vampiros pudieran coexistir con humanos escondiéndose de ellos. Los cálculos eran claros. Incluso asumiendo que los vampiros son seres frugales que se alimentan una vez al mes, la humanidad desaparecería en un máximo de tres años.
El estudio fue duramente criticado por el catedrático de Oxford Dino Sejdinović, que respondió con el informe: “Matemáticas del conflicto humano-vampiro”. En este documento explicaba que Efthimiou y Gandhi consideraban a los vampiros como monstruos sedientos de sangre y no como criaturas capaces de gestionar de manera inteligente los recursos.
El estudio definitivo es obra de Wadim Strielkowski, Evgeny Lisin, y Emily Welkins, y se titula: “Modelos matemáticos de interacción entre especies: coexistencia pacífica entre vampiros y humanos basada en las referencias de la literatura y el cine”. El estudio tiene en cuenta diferentes tipos de vampiros. Si nos basamos en los monstruos clásicos como los que aparecen en Drácula o El Misterio de Salem’s Lot, el 80% de la humanidad quedaría borrada del mapa en unos 165 días. El efecto es el mismo que el de una plaga mortal y terriblemente contagiosa.
Vampiros pacifistas
Un segundo escenario es el protagonizado por los estilizados y decadentes vampiros imaginados por Anne Rice en sus Crónicas vampíricas, que incluso son capaces de alimentarse de sangre de animales o de dejar vivos a los seres humanos de los que beben. El fin de la humanidad tardaría 50 años en llegar.
Finalmente, el estudio analiza la existencia de una sociedad de éfebos perfectos que brillan en la oscuridad para deleite del público femenino adolescente. Nos estamos refiriendo, cómo no, a la saga Twilight. Asumiendo que esas criaturas mortalmente aburridas puedan considerarse vampiros, y dando por bueno el concepto de sociedad imaginado por Stephenie Meyer en sus novelas, las cifras siguen siendo complejas.
Harían falta alrededor de cinco millones de mozos lánguidos y esculturales, y 6.160 millones de humanos para lograr un equilibrio poblacional estable. Cualquier variación a la baja en la población de humanos, o a la alta en la de mancebos biofosforescentes, desencadenaría una crisis que terminaría en la destrucción completa de uno de los dos grupos. Preferiblemente el segundo. [vía Atlas Obscura]
Fuente: Gizmodo