Parece ser que algunos de los químicos que liberan aromas como el de la humedad –por ejemplo– ayuda a decir a otras plantas que es indispensable prepararse para el ataque de ciertos insectos depredadores. Wohlleben califica estos olores como los gritos de auxilio.
En su libro The Hidden Life of Trees –La vida oculta de los árboles–, Peter Wohlleben explica cómo los árboles se comunican entre mediante ramas gruesas: “Los árboles son amigos. Se pueden ver cómo las ramas gruesas apuntan entre ellos, y así no bloquean la luz de sus compañeros.” Además, de esta manera, las plantas se transmiten continuamente información entre sí así como entre otros organismos como los insectos.
Parece ser que algunos de los químicos que liberan aromas como el de la humedad –por ejemplo– ayuda a decir a otras plantas que es indispensable prepararse para el ataque de ciertos insectos depredadores. Wohlleben califica estos olores como los gritos de auxilio. Inclusive, se encontró que cuando las plantas poseen alguna infección o han sido devoradas por un insecto, liberan en el aire una gama de moléculas volátiles para mandar esa información. Y así, con esos químicos alrededor, las plantas más cercanas de la misma especie –e inclusive de otras– se vuelven menos vulnerables al ataque, pues producen toxinas que las vuelven más difíciles de digerir.
Sin embargo, estos cambios no suceden inmediatamente pero los genes empiezan a activarse cada vez más rápido frente a una situación de riesgo. De modo que los químicos liberados por las plantas en una zona muy particular son ligeramente diferentes de aquellos que se liberaron en otra parte por la misma especie. Esto ha provocado que se crea que las plantas hablan, y que incluso mantengan su propio lenguaje –o al menos, acentos regionales–.
Parece ser que estos signos comenzaron no como una manera de mandar información hacia otros árboles pero para mandar y recibir mensajes de manera rápida y eficiente hacia otras partes de la misma planta. Por ejemplo, las pestes o infecciones tienden a saltar de una rama a la otra que se encuentre más cercana –aún si se trata de ramas que se encuentran a varios metros de distancia–.
Esto sucede porque estos signos pueden viajar a través del aire o directamente a través de las ramas. Una de las consecuencias de estos signos tan volátiles, sin embargo, es que otros árboles o plantas pueden “escuchar” casi inmediatamente el mensaje que se está transmitiendo.
No obstante, no toda la información se transfiere mediante el aire; muchas de las veces, esta información sucede mediante una simbiosis con el fungi del suelo –los hongos y setas– que se encuentran en el suelo pero que sólo se expanden, como las conocemos, después de su reproducción sexual. Es como si los hongos fueran un tapiz de células que se expanden a través del suelo del bosque. De ese modo, los árboles pueden conseguir agua y otros nutrientes.
Fuente: Ecoosfera