Al mediodía del jueves 6 de agosto,
Liana Hergueta (53) recibió una llamada en su celular. Una voz de hombre
se le presentó como “José”, y sin muchos rodeos le hizo una falsa
confesión para ganar su confianza. Era José Rafael Pérez Venta (27).
“También fui estafado por Carlos Trejo”, le dijo a Hergueta. “Ah, sí,
cuénteme”, le habría respondido la dama, según narró el propio Pérez
Venta al Cicpc. “Vi lo que usted tuiteó sobre ese tal Carlos Trejo. Un
estafador. Me debe unos dólares”, prosiguió.
“Tenemos que hacer algo”, acotó el
hombre para concretar la cita ese mismo día, tal como se lo instruyó
Trejo. Tres horas más tarde, Hergueta estaba a la entrada del edificio
Isnotú, esquina Canónigos, parroquia Altagracia (DC). Antes de subir,
llamó a una hermana. “Siento algo sospechoso”, le dejó dicho en la
contestadora, mensaje que sirvió luego para rastrear a los asesinos.
Al entrar al apartamento 605, la recibió
Pérez Venta. Su compinche, Samuel Sánchez, le aplicó una descarga
eléctrica con una especie de pistola. Abusaron de ella, la asfixiaron y
luego picaron el cadáver con un cuchillo de sierra. Cortaron primero los
pies, las manos y la cabeza que guardaron en bolsas de basura. Metieron
el tronco en una maleta. Limpiaron la sangre derramada con una
alfombra, trapos de cocina y franelas.
A las 3:45 pm de esa tarde, iniciaron el
recorrido en el mismo carro de la víctima en busca de un sitio para
abandonar el cuerpo. Pérez Venta iba al volante. Recorrieron parte de la
Cota Mil y bajaron por Sarría hasta agarrar la avenida Andrés Bello y
cruzar a la altura de Pollos Riviera.
A pocos metros se estacionaron, en la
avenida principal de Los Manolos. Pretendían lanzar las bolsas y la
maleta en el contenedor de basura que tenían al frente. Incluso bajaron,
se despojaron de sus guantes de látex y los tiraron al contenedor.
Vuelven al carro y fue allí cuando decidieron huir. Al otro día, el
Mazda fue abierto y los polinacionales descubren el cadáver abandonado.
El dinero que Carlos Trejo le prometió a
Pérez Venta, para que matara a Liana Hergueta, no llegó a pagarse. Así
lo reveló el mismo homicida, que a su vez le quedó debiendo a Samuel
Sánchez, quien lo ayudó a desmembrar el cadáver de la comerciante. Eran
100 mil bolívares para ambos, pero Carlos Trejo ya no tenía plata. Del
millón 340 mil que le había depositado Hergueta por los cinco mil
dólares que éste nunca le entregó, solo le quedan Bs. 100 mil, según las
actas policiales.
Lo que sí le proporcionó Carlos Trejo a
su “sicario” fue esa especie de pistola eléctrica que usaron para
inmovilizar a la víctima. El cuchillo era de Pérez Venta. Cuando el
Cicpc apresó a Sánchez Angulo, este los llevó al apartamento y les
mostró donde escondió el cuchillo, la “pistola” y el celular de la dama.
Los tres sujetos están presos en el Sebin.