El "gobernador" del estado Miranda,
Henrique Capriles Radonski, ya no sabe que inventar para llamar la
atención. Ahora le ha dado por enviarle una carta al Papa Francisco para
explicarle lo "terrible" que se encuentra, según él, la situación
política, económica y social de Venezuela.
El texto, publicado por el propio
Capriles este domingo 7 de junio de 2015, y enmarcado en la visita que
realizaría el presidente Nicolás Maduro al Vaticano, no es otra cosa que
un alarde de lloriqueos, de medias verdades y de realidades
manipuladas. Se trata de una esquela propagandística que solo pretende
atizar el show mediático que han encendido en los últimos meses los
sectores derechistas.
"De antemano quiero agradecer la
atención paternal que dispense a esta misiva que remito humildemente en
nombre del pueblo venezolano, hoy día sometido a la humillación y al
desconocimiento de sus derechos sociales y económicos fundamentales",
expresa el gobernador, descontextualizando de forma descarada las
verdaderas condiciones actuales de nuestra patria.
Tácticas como la satanización del
socialismo del siglo XXI, la exageración y la tergiversación de cifras,
la victimización de políticos que hoy se encuentran presos debido a su
promoción de prácticas golpistas y fascistas, son enarboladas por
Capriles sin ningún tipo de vergüenza ni complejos.
El dirigente opositor obvia a propósito
que muchos de los males que hoy nos aquejan son producto de una guerra
económica atroz, la cual persigue el derrocamiento de un sistema que ha
protegido y reivindicado a los sectores más pobres y necesitados, los
mismos que fueron excluidos e invisibilizados durante la cuarta
república.
No se trata en este caso de pretender
que todo funciona a la perfección en nuestro país y de creer que los
problemas que enfrentamos a diario no existen; no obstante, es necesario
desmontar este tipo de acciones que intentan criminalizar las políticas
publicas de nuestra revolución, y que osan lavarle las manos a un
sector burgués que ha hecho todo lo posible por matar de hambre a
nuestro pueblo.
A continuación el texto completo:
Beatísimo Padre,
“De antemano quiero agradecer la
atención paternal que dispense a esta misiva que remito humildemente en
nombre del pueblo venezolano, hoy día sometido a la humillación y al
desconocimiento de sus derechos sociales y económicos fundamentales, a
la injusticia y al envilecimiento de sus valores tradicionales como
sociedad.
Nos anima dirigirnos a usted en
conocimiento de la visita que realizará a Su Santidad el jefe del
Ejecutivo venezolano, señor Nicolás Maduro, quien viajará a Roma para
intervenir en la Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas
para la Agricultura y la Alimentación (FAO), que se celebrará en esa
ciudad entre el 6 y 13 de junio próximo.
Conocemos de su amor por nuestro país,
de su atención a los acontecimientos en Venezuela y de su esperanza de
que se encuentren vías justas y pacíficas para superar el momento de
gran dificultad que atraviesa nuestro país. Conocemos, Santo Padre, de
sus plegarias por cristalizar un diálogo entre el gobierno nacional y
los venezolanos que resistimos su propósito de erigir en nuestra nación
un modelo político totalitario y excluyente denominado “socialismo del
siglo XXI”, eufemismo que el propio dirigente cubano Fidel Castro dejó
al descubierto cuando declaró que “el socialismo del siglo XXI es el
comunismo, el mismo que Carlos Marx describió… el comunismo”, y luchamos
bajo la bandera de Venezuela somos todos, por una sociedad democrática y
solidaria, donde todos los venezolanos podamos vivir y progresar en
paz.
Queridísimo Santo Padre, no queremos
agobiar más su espíritu, pero el agravamiento de los problemas que
afligen al pueblo venezolano nos impulsa a solicitar la orientación de
su autoridad moral, su intervención para ayudar a los venezolanos a
conseguir el camino del diálogo con un gobierno que ha desestimado las
reflexiones de la Conferencia Episcopal Venezolana (enero 2015) sobre la
crisis económica, política y social que vive el país.
Necesario resulta detallar los indicadores que contextualizan la crisis global.
En Venezuela, Santidad, se está muriendo
mucha gente porque no hay medicinas disponibles. Según el gremio
farmacéutico, la escasez en la lista de 150 medicamentos esenciales
ronda 70%, entre ellos, productos vitales para atender enfermedades
pulmonares, epilepsia, enfermedad de Parkinson, enfermedades
cardiovasculares, neurológicas y cáncer. Las insuficiencias en los
hospitales son dramáticas. En las maternidades no hay atención a las
parturientas, y en el Hospital de Niños José Manuel de los Ríos de
Caracas, 120 niños con cáncer esperan por los fármacos necesarios para
sus quimioterapias.
El último informe de la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) revela que Venezuela
registró un incremento en su índice de pobreza de 25,4% a 32,1%, entre
2012 y 2013. Las proyecciones apuntan a un aumento de este porcentaje
como consecuencia de la profundización de la crisis económica que
produce la caída de los precios del petróleo, que aporta 96% de los
ingresos del país, hecho que ha generado la mayor crisis de
desabastecimiento de alimentos sufrida por nuestro pueblo desde la
guerra de Independencia.
También está muriendo la gente por la
incapacidad del Estado y sus instituciones de justicia, que no se dan
por aludidas con la tragedia de 24.980 fallecidos en 2014 por acción de
la delincuencia común y con que 93% de esos homicidios permanezca
impune, mientras las cárceles son antros de vergüenza y degradación de
los seres humanos recluidos en ellas.
No ha recibido respuesta institucional
el reclamo de justicia que ha expresado la Iglesia venezolana a través
del Cardenal Jorge Urosa sobre la llamada “masacre de Uribana” (2014),
internado judicial en el que murieron 63 personas y todavía no hay
responsables. “No se ha esclarecido. Eso clama al cielo”, ha dicho el
Cardenal Urosa.
Las necesidades básicas de salud,
alimentación o seguridad no solo no son satisfechas, sino que tienden a
agudizarse peligrosamente al punto de colocar al país al borde de una
crisis humanitaria. Ello ocurre sin que medie una catástrofe natural o
exista una guerra civil. La crisis humanitaria que nos amenaza la
provoca una casta hegemónica, cuya única preocupación parece ser
mantenerse en el poder.
No podemos culminar este escrito Santo
Padre sin mencionar el caso de los presos políticos, sometidos a hechos
de tortura psicológica y condiciones físicas de ignominia. Ampliamente
conocidos internacionalmente son los casos de Leopoldo López y Daniel
Ceballos, actualmente en huelga de hambre, así como el alcalde del
Distrito Metropolitano de Caracas, Antonio Ledezma y más de 70 detenidos
por el simple hecho de pensar diferente.
Para no extendernos, transcribimos
declaraciones del Cardenal Urosa sobre este particular, las cuales
recogen la profunda preocupación que produce en los venezolanos la
indiferencia del gobierno ante sus clamores de justicia:
“Esto se refleja en el maltrato que
sufren los presos políticos, con las vejaciones, humillaciones, castigos
frecuentes y agresiones, que pueden considerarse como torturas
psicológicas, la prohibición de visitas por parte de la familia, la
restricción de las visitas. Eso viola sus derechos humanos, y va en
contra de la dignidad de la persona humana”.
En Venezuela han de celebrarse este año
elecciones parlamentarias. Ellas pueden ser, si fueran razonablemente
limpias y equitativas, un camino de esperanza para la convivencia en
democracia y paz. La autoridad electoral no goza de suficiente confianza
de los venezolanos. Por eso, hace falta una misión electoral seria,
objetiva y diligente que vaya más allá del simbolismo y el turismo. La
comunidad internacional puede ayudarnos a lograrla.
Nos despedimos, Santo Padre, reiterando
nuestro agradecimiento por su entrañable guiatura para que en Venezuela
podamos alcanzar el reencuentro como pueblo unido por valores
universales de paz, solidaridad y respeto a los derechos humanos, en el
espíritu mariano que nos inspira Nuestra Señora de Coromoto”.
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