Cuando Khile Sherpa abrió los ojos, la nieve a su alrededor era roja brillante,
procedente de la sangre que salía de los cortes en su cuerpo,
provocados por la avalancha que se precipitó hasta el campamento base
del monte Everest el mediodía del sábado.
Khile fue uno de los 15 primeros sobrevivientes trasladados desde el
Everest a Katmandú el domingo, después de que un potente terremoto
golpeó Nepal el día anterior, matando a más de 2.460 personas, al menos
17 de ellas en la avalancha que afectó a la cumbre más alta del mundo.
“Fue un sonido monstruoso, como si los demonios hubieran descendido sobre la montaña”, dijo Khile a Reuters, con una venda alrededor de su cabeza que le cubría la mitad de su cara.
Como otros cientos de víctimas del sismo, este guía de montaña de 20
años esperaba para ser atendido fuera del saturado hospital Colegio
Médico de Katmandú.
Khile recordó que acababa de servir al almuerzo a un grupo de escaladores extranjeros en el campamento cuando escuchó un rugido en lo alto de la montaña.
Segundos después, se precipitó una gran nube de hielo y piedras y quedó inconsciente durante, calcula, una hora.
Un equipo de médicos lo encontró en la nieve sangrando
de una herida en la cabeza. Lo vendaron y llevaron para pasar la noche
en una tienda de campaña perteneciente a otro grupo de escalada llamado
Seven Summit.
Khile era uno de los cerca de 1.000 montañistas y guías sherpas en el
Everest cuando golpeó la primera avalancha, cobrando la mayor cifra de
muertes en la historia del montañismo.
El escalador estadounidense Jon Kedrowski dijo en su blog desde el
campamento base que el sismo rompió una “gran punta dentada” de hielo de
un risco que se desmoronó, generando un viento con fuerza de huracán que arrastró a las personas y las tiendas hasta a 30 metros de distancia.
Otro escalador dijo que una gran parte del campamento parecía que fue devastada por una “explosión nuclear”.
Una gran parte del campamento parecía que fue devastada por una “explosión nuclear”.
El domingo, una fuerte réplica envió de nuevo piedras y hielo sobre los campamentos en la montaña.
“Otro más, tenemos una réplica ahora mismo. ¡Oh mierda!”, gritó el
montañista indio Arjun Vajpai, mientras hablaba por teléfono con Reuters
desde el campamento base de Makalu, cerca del Everest. “¡Avalancha!”.
Gritos y el rugido de la nieve llegando podía oírse en la línea mientras hablaba.
El desastre del sábado se produjo días después del primer aniversario de una avalancha en el Everest en la que murieron 16 guías nepalíes.
Ese accidente, en su momento el peor de la historia del Everest,
generó dudas sobre el riesgo que corren los guías locales, relativamente
mal pagados, para ayudar a miles de escaladores extranjeros cada año a
cumplir sus sueños.
Esta vez las muertes formaron parte de una catástrofe mucho mayor,
pero para algunos sherpas que viven del Everest y otras cimas del
Himalaya en Nepal, los peligros podrían ser ahora mucho mayores que los beneficios.
Pemba Nurbu Sherpa, de 34 años, formaba parte de un equipo internacional que incluía a sudamericanos e indios.
“Perdimos todo: agua, equipos y tiendas. Me quedé solo con estas ropas que ve”, comentó, señalando su abrigo roto.
Pemba, que sufrió también una herida en la cabeza, dijo que insistió
en trabajar con la expedición, aunque su decisión no fue acogida con
agrado por su familia tras la tragedia del pasado año.
Asegura que esta era su tercera vez en la montaña, pero que podría ser la última.
“Es muy arriesgado, mi familia me presionó antes para que no fuera, pero fui pese a las objeciones”, comentó.