¿Confundir al presidente con un mesero?
¿A la primera dama de Estados Unidos con una vendedora? En un mundo
ideal no habría gran diferencia entre ser uno u otro y todo estaría
bien, pero aquí la confusión se dio por simples prejuicios racistas. De
esto hablaron Michel Obama y su esposo.
La primera dama de Estados Unidos y su
esposo, el presidente Obama, hablaron abiertamente en la revista People
sobre incidentes racistas que han sufrido en sus vidas. Claro que esto
es políticamente conveniente ya que el país pasa por una de ola de
protestas de las más grandes de los últimos años, desatadas por el caso Ferguson y demás casos de población negra asesinada por policías.
Aún así, el racismo es algo presente en
la sociedad estadounidense (como en la mexicana) y a afectado
personalmente al presidente y a su esposa.
Por ejemplo, una vez estaban en una cena
de gala y, solo porque Obama traía un esmoquin, alguien le pidió que le
trajera un café (ese incómodo momento).
La primera dama, por otro lado, durante
una cita en una tienda de supermercado fue confundida con una
dependienta y una cliente le pidió que le diera algo del estante.
También le pasó a Obama que, al salir, de
un restaurante un cliente le diera la llave del coche (según el
presidente es algo muy común en ese país y no hay hombre negro
profesionista al que no le haya pasado alguna vez).
Aún así, Obama dice:
«Las pequeñas provocaciones o humillaciones que tenemos que soportar, no son nada en comparación a lo que las generaciones anteriores han experimentado»
Aunque una cosa es ser confundido con un mesero y otra cosa es:
«que a mi hijo lo confundan con un ladrón y sea esposado»
Claro que una cosa es ser arrestado y otra cosa es que te
disparen en la calle los policías. Parece que no importa que la
situación no sea igual a la que existía hace 50 años, de todos modos es
intolerable que haya gente que piensa que puede abusar de su posición o
que personas sean estigmatizadas solo por su color de piel (y a esto
podríamos aumentar género, condición social, oficio, orientación sexual,
etnia de origen, y muchas otras situaciones más).
Por otro lado, Obama nos recuerda que
solo tiene 6 años de vivir en la Casa Blanca y que antes era otro hombre
negro que vivía en el South Side de Chicago y que tenía problemas para
que los taxistas le hicieran la parada (bueno, y eso que no es pobre,
porque de haberlo sido de otra condición social seguro habría tenido
varias malas experiencias con la policía).
Obama insistió en que la situación no es igual a la que se vivía anteriormente:
«Cuando hablas con tus padres, abuelos, tíos, ellos te dirán que las cosas son mejores. No van bien, pero sí mejor»
¿Todo tiempo pasado fue peor?
Lo que le podemos decir al presidente es que está padre
que las cosas vayan mejor que antes, pero no podemos regodearnos en que
ya no trabajamos en plantíos de algodón, los ciudadanos negros no son
ciudadanos de segunda, son como cualquier otro ciudadano y así deberían
ser tratados. Es como decir que en México los indígenas, los morenos o
los negros ya no están en la base de la estructura de castas de la
Colonia y que deberíamos estar tranquilos por eso. Tal vez ya no nos
dividan entre castizos, chinos, coyotes, mulatos o zambos, pero eso no
justifica que los indígenas sean humillados en las calles o que los
morenos sean tratados diferente en ciertos lugares o que la policía
sienta que tiene el derecho de abusar de los morenos o de los indígenas como se ha registrado en varios videos que se hicieron virales este año.
En fin, es fácil decir que uno ha sufrido discriminación y
tratar de que la gente pase página, pero eso no significa que esté
bien, o que los demás vayan a permitir que uno lo haga.