Todo empezó con un video que nunca debió circular. En el
2007, los amores de Kim Kardashian y el rapero Ray J se hicieron
demasiado públicos. A la familia la conocían solo sus vecinos de
Hollywood; para el 2008, todo el mundo.
En el reality show Keeping Up with the Kardashians
, todas las chicas se convirtieron en estrellas televisivas. Kim,
Kourtney y Khloé se embarcaron en una aventura incómoda que las ha hecho
ubicuas: las cámaras han seguido sus peripecias y triunfos durante ocho
temporadas. Se rumora que el contrato firmado con E! en el 2012 alcanzó $40 millones por tres temporadas. ¿Cómo lograron tanto poder?
A diario. Hijas del
abogado Robert Kardashian, famoso por su defensa de O. J. Simpson, y de
Kris Jenner (luego casada con Bruce Jenner), han pormenorizado su vida
íntima frente a las cámaras, y el público ha devorado sus confesiones.
No pocos aman odiarlas; millones devoran sus chismes.
El show llegó a ser visto por unas seis millones de personas; desde entonces, ha decaído estrepitosamente y, recientemente, solo 1,7 millones de televidentes se interesaron por el baby shower de Kim.
Kim es la más famosa de las hermanas, una empresaria, diseñadora y
pareja del rapero Kanye West. West, por cierto, se ha negado
sistemáticamente a aparecer en cualquier segmento del programa. Dijo, en
su habitual estilo, que no participa en el show porque no le gusta la composición de las tomas.
Con el clan Kardashian, cada pequeño incidente es noticia. Si uno busca en Google contenido relacionado con ellas en TMZ , obtiene más de 136.000 resultados . Puede ser la supuesta orgía de crack
de Lamar Odom (esposo separado de Khloé), la tarjeta navideña familiar
con rimbombante simbología en su composición o los accesorios para
North West, hija de Kim. Todo sirve, todo se consume.
Actuación. El gran responsable de la popularidad de las Kardashian es Ryan Seacrest, el omnipresente presentador de E! y productor de múltiples programas. Les propuso el show y ellas, acostumbradas al flash y el bullicio por sus vecinos y amigos, se lanzaron de lleno a la exigente grabación.
Ocho temporadas más tarde, son conocidas por ser conocidas. Ahora poseen la Kardashian Kollection para Sears, juguetes, botellas de agua... A Kim la siguen casi 19 millones de personas en Twitter , aunque informe de poco más que sus compras, sus uñas y sus viajes. Como consuelo, en la cuenta
@KimKierkegaardashian se mezclan citas del filósofo danés y
precursor del existencialismo Soren Kierkegaard con frases de ella.
Es precisamente esa unión de lo alto y lo bajo la que caracteriza a las Kardashian: el lujo y la vulgaridad de lo cotidiano.
Para los críticos televisivos, no hacen telerrealidad, sino ficción mal actuada. El redactor de National Public Radio , Jake Halpern, resumió así el performance
de Kim en Wetpaint: “La actuación que ella ofrece es cómo vive su vida
de pseudocelebridad y navega por todo el drama de ese mundo”, dice.
Según Kim, su audiencia se compone, sobre todo, de chicas de 15 años
que aman la moda y la parafernalia de la cultura de las celebridades.
Con el programa como plataforma, las tres se han convertido en
empresarias. “Es importante tener disciplina y una idea clara de lo que
quieres. En mi opinión, solo porque una personas es famosa, no significa
necesariamente que sea exitosa”, opinó Khloé en Out Magazine .
Para columnistas como David D’Addario, de Salon.com , la responsabilidad de la preponderancia de las Kardashian y estrellas similares es la pereza de los periodistas : las Kardashian proveen el material con avidez y generosidad.
La prensa negativa no había afectado tanto a las Kardashian como
este año. La drogadicción de Lamar Odom se convirtió en un siniestro
recordatorio de que nada puede ocultarse cuando todo se ha regalado a la
audiencia. En la era de Internet, los 15 minutos de fama duran seis
años.