La solicitud en contra del
cantante canadiense revive la polémica que plantea que la ley en Estados
Unidos no es igual para todos los inmigrantes
¿Deportar o no deportar a Justin Bieber?.
Este es el dilema que hoy se plantean quienes consideran que la ley no
es igual para todos los inmigrantes en Estados Unidos cuando se trata de
un infractor que no es ciudadano y que, a pesar de ello, recibe un
tratamiento distinto ante la justicia por su color de piel, su fama o
sus riquezas.
Tras la detención y posterior liberación del cantante de origen
canadiense, quien fué sorprendido mientras jugaba a las carreras bajo la
influencia del alcohol en el estado de Florida, un grupo de detractores
del artista han emprendido una campaña desde la página de We The People (Nosotros, el pueblo), para exigir su extrañamiento de Estados Unidos.
El cantante "no solo es una amenaza para la seguridad de nuestro pueblo,
sino que también es una mala influencia para nuestros jóvenes.
Nosotros, el pueblo, queremos que Justin Bieber salga de nuestra
sociedad", dice la carta que ha conseguido acumular más de 40 mil firmas.
El contenido de una carta que rezuma una animadversión gratuita hacia el
cantante y su "abominable" música, dificilmente podría calificarse de
imparcial y objetiva. Con todo y ello, se ha encaramado en el muro de
peticiones virtual que la Casa Blanca ha establecido con ánimos de
escuchar los reclamos de sus ciudadanos.
Para que una carta sea atendida por la administración Obama, necesita de un mínimo de 100 mil firmas.
La respuesta del gobierno no siempre es en el sentido de los
demandantes, pero su caso entra en la categoría de obligada revisión.
Aunque la deportación de Bieber es una posibilidad muy remota, dado que
cuenta con una visa tipo O-1 que sólo se concede a quienes poseen "una
excelente habilidad en las ciencias, las artes, la educación, los
negocios o el deporte", su caso ha servido para ilustrar el triste
agravio comparativo que ha permitido un sistema migratorio que hoy hace
aguas por todos lados.
Tan sólo en los primeros cuatro años de la administración Obama, se han
deportado más de 2 millones de personas indocumentadas. Muchos de ellos,
sin ningún historial de carácter delictivo. Algunos de ellos, padres,
madres o hijos que dejan tras de sí una familia rota.
El caso de Bieber, ha sido aprovechado por algunos comentaristas para
lamentar el doble rasero de un sistema migratorio que criminaliza a
unos, mientras que se muestra excesivamente indulgente con otros. Para
muchos, la pregunta de si acaso la policía de Florida habría actuado de
igual forma en caso de que el detenido fuera de origen hispano y pobre,
no sólo es legítima sino que es pertinente para poner de relieve la
hipocresía de una justicia que no siempre es ciega ante quienes no son
ciudadanos de Estados Unidos.
"Dado el clima de hostilidad hacia los inmigrantes en muchas partes del
país, y el romance de la administración de Obama con la deportación, uno
esperaría que (Justin Bieber) estuviera sentado en una celda de
detención en espera de un viaje fuera del país", opinó Andrew Rosenthal
desde las páginas de The New York Times.
No es mi intención sugerir que el señor Bieber debería perder su visa,
prosigue el comentarista. Simplemente, deseo resaltar "la manera
caprichosa, desequilibrada y cargada de racismo en el que la política de
inmigración es concebida y ejecutada en este país", concluyó.
El caso de Bieber también ha llamado la atención de organizaciones que
velan por un tratamiento justo de la información en los medios. Para
entidades como Media Matters, el cantante de origen canadiense no
debería convertirse en la víctima de un debate falso en el que su caso
no debería ser considerado como ejemplar o paradigmático para exigir la
reforma de un sistema migratorio.
Justin Bieber "tiene poco en común con el clásico deportado y no se debe
usar como un ejemplo para promover la reforma del sistema de
inmigración", consideró esta organización.