“El Exorcista” fue estrenada en
Estados Unidos el 26 de diciembre de 1973, en plenas fiestas navideñas:
todo un desafío “religioso”, una provocación. Próxima a cumplir 40 años,
a pulso se ha ganado el mote de “clásico del cine”. Nadie queda
indiferente después de contemplar esta historia aplastantemente cruda.
La película redefinió al género de terror, apelando a nuestro miedo más
atávico, primordial, al que se desprende de lo metafísico, de lo que
aparta al bien del mal, de eso que intuimos que existe pero que
preferimos no hurgar: lo demoníaco.
La película tiene su origen en la
aclamada novela de William Peter Blatty, quien, a su vez, basó la trama
en una larga entrevista que realizó a un padre jesuita de apellido
Bowdern, quien realizó un exorcismo real a un niño de trece años de edad
de la localidad de Mount Rainier, en el estado de Washington, en 1949.
La desesperada familia del infante solicitó al padre Bowdern que
practicara el exorcismo luego de terribles episodios en la casa: ruidos,
voces, levitaciones, violencia física, etc.; además todo había sido
inútil y los propios psiquiatras que en principio llevaban el caso, les
sugirieron a los padres que acudieran a buscar la ayuda religiosa.
Finalmente, el niño de la vida real creció, fue padre de familia y ahora
es un anciano que ha vivido con normalidad sus días, aunque no olvida
la oscura historia que desafortunadamente le tocó sufrir.
Warner Bros., cuando la novela
de Blatty fue publicada en 1971, compró con premura los derechos para
hacer la película y le solicitó al propio autor que hiciera el guión. Le
tomó un par de años y muchas discusiones con William Friedkin, el
caprichoso pero talentoso director, concluir el libreto. Con el guión en
sus manos empezó la labor de Friedkin, quien se dejó arrebatar por una
vehemencia sin precedentes en su trayectoria profesional.
El director William Friedkin, a los 37
años de edad, dio rienda suelta a una de las fases de filmación más
despiadadas de las que se tengan memoria. El cómo se hizo la película
sería un buen argumento para otra película. Friedkin había iniciado su
carrera en TV dirigiendo capítulos de la serie “Alfred Hitchcock
Presenta”, luego saltó a la gran pantalla con películas acogidas con
entusiasmo por la crítica, pero no por el gran público; hasta que
realizó “Contacto en Francia”, film sobre un cartel internacional de
drogas que permea los centros de poder de la ciudad de Nueva York,
incluso a la policía. Ese largometraje recibió en 1971 ocho nominaciones
al Oscar, de las que obtuvo cinco premios, incluyendo el de Mejor
Película, actor principal para Gene Hackman y el de director para
Friedkin, cuyo talento y reputación ya lo antecedían a partir de
entonces.
LOS PROTAGONISTAS
Ellen Burstyn tenía una interesante
trayectoria cinematográfica cuando le ofrecieron el papel de la actriz
Chris MacNeil, madre de la niña poseída en “El Exorcista”. Al principio
aceptó con reservas, nunca había actuado en una película de terror.
Actualmente está por cumplir 81 años de edad y sigue muy activa en su
carrera. Hace poco más de un mes ganó el Emmy como mejor actriz de
reparto por su trabajo en “Political Animals”. Ha sido postulada al
Oscar en seis ocasiones y lo ha ganado una vez, como actriz principal
por el film de Martin Scorsese “Alicia ya no vive aquí”.
El actor Jason Miller (el padre
Damian Karras) saltó de pequeños papeles en Broadway a esta, su primera
película, luego de realizar la audición de rigor y ajustarse a las
exigencias físicas del personaje. Por su papel en “El Exorcista” fue
nominado al Oscar. Posteriormente realizó participaciones de menor
nivel. Murió en 2001 de un paro cardíaco a los 62 años de edad.
El intérprete sueco Max von Sidow (el
padre Merrin) formaba parte de la troupe del gran Ingmar Bergman (“Las
Fresas Salvajes”, “El Séptimo Sello”, “Como un Espejo”, etc.). Su
presencia en “El Exorcista” es más bien corta, pero contundente. Lo
vemos al inicio en las excavaciones arqueológicas en Irak y al final en
la casa en Georgetown (Washington) donde se realiza el enfrentamiento
con el demonio. Justamente su figura descendiendo del taxi que lo
traslada a la residencia contra el marco de una lúgubre niebla se
convirtió en el famoso poster de la película. Von Sidow a sus 84 años de
edad continúa trabajando con intensidad, habiendo filmado recientemente
a las órdenes de Steven Spielberg, Ridley Scott y Martin Scorsese.
Linda Blair tenía trece años de
edad cuando se hizo con el papel que le dio fama mundial, Regan MacNeil.
Largas horas transcurrieron para que finalmente hiciera la prueba de
cámara a la que su madre la llevó, tras ver un anuncio en el periódico.
Pero fue una respuesta que le dio a William Friedkin lo que le permitió
alcanzar el rol. Como es sabido, hay una impactante escena con un
crucifijo en la película, Friedkin le preguntó a Linda si ella conocía
el concepto de masturbación, a lo cual la adolescente respondió: "Por
supuesto que entiendo lo que es masturbación. Yo lo hago, ¿usted no?", a
las horas estaba firmando el contrato. Blair recibió una nominación al
Oscar como actriz de reparto por su papel en “El Exorcista”, pero su
trayectoria profesional nunca alcanzaría las cotas que logró con este
personaje. Antes de los 20 años había engordado y los estudios no la
consideraron para otros papeles. Tuvo problemas con las drogas, fue
internada por crisis psiquiátricas e incluso posó desnuda para Playboy.
Su faceta de actriz la desarrolla aún, a sus 54 años, fundamentalmente
en la TV.
CURIOSIDADES DE LA FILMACIÓN
Cuando se dice que William Friedkin
sometió al personal artístico y técnico a situaciones extremas, no se
hace de manera gratuita, he aquí unos datos: La habitación de Regan en
realidad era un frigorífico e hizo que colocaran la temperatura más baja
soportable. Además, cargaba en su bolsillo una pistola con balas de
salva que disparaba en momentos de tensión para perturbar más aún a sus
actores. Repetía cada toma hasta los límites de la desesperación, hasta
lograr las escenas que había concebido, pero dejando a todos muy
extenuados. Es famosa la escena final en la que un cura concede la
extremaunción al suicida padre Karras. Aquel no era un actor, sino un
sacerdote real al que Friedkin golpeó muy fuertemente en el brazo,
cuando no sacó de él una interpretación “convincente”. La toma que quedó
presenta al cura adolorido y llorando, producto de la violencia física
propinada por el realizador.
Pero no solo la neurosis del
director abrumó al personal de la película. También ocurrieron
inesperadas muertes. Las más sensibles fueron las del actor Jack
MacGowan, quien hace el papel del director de cine que fallece en las
famosas escaleras a un lado de la casa. MacGowan murió dos semanas
después de haber concluido el rodaje de sus escenas víctima de una
neumonía. Y la actriz Vasiliki Maliaros (la madre del padre Karras),
para quien esta fue su primera y última película. Ella falleció al poco
tiempo de grabar no solo su voz, sino los sonidos casi guturales del
demonio que posee a Regan.
Mientras se filmaba la película,
fallecieron un hermano de von Sidow, el hijo menor de Jason Miller y el
abuelo de Blair; además el set donde se filmaba la película fue
consumido por un gran incendio. Muchos estuvieron de acuerdo en que
estos hechos no eran casuales y que “algo extraño” estaba ocurriendo.
Friedkin finalmente accedió a llamar a un sacerdote para bendecir el
lugar. Luego todo transcurrió sin sobresaltos.
Cuando la película fue estrenada y se
convirtió en un éxito internacional, la Warner tuvo que asignarle un
guardaespaldas a Linda Blair por casi un año, debido a las amenazas de
muerte que le hicieron ciertas sectas cristianas.
Para medir el nivel de horror que
pudiera despertar la muñeca que gira 360º la cabeza, en plena posesión
de Regan (uno de los momentos más tenebrosos del film), los productores
decidieron pasearla por las calles principales de Nueva York. El asunto
es que allí nadie quedó perturbado por la espantosa presencia, la Gran
Manzana cuenta con personajes aún más horrorosos.
TODO UN CLÁSICO
Lo que subyuga de la trama de este film
es mostrar abiertamente, sin subterfugios, la transformación física y
mental de alguien común que es llevado a una inverosímil situación que
trasciende al plano espiritual, que nos sumerge en lo bestial y
dantesco. Pero el morbo no nos permite apartar la vista. La sola idea de
que el demonio, en una abierta demostración de poder, posea un cuerpo
humano para torturarlo y degradarlo, poniendo en riesgo la propia vida
del huésped, es simplemente sobrecogedora. La película abunda en
detalles (sutiles, escatológicos, intelectuales, religiosos). Lo
avasallante de “El Exorcista”, y por lo que su registro es insuperable,
es que sí causa miedo, no hablamos de asustar mientras dura su
proyección, no, es algo más profundo, es la conciencia de lo bueno y lo
malo, lo que subyace, lo que habita el subconsciente y que conecta con
cada espeluznante escena. Es la conciencia social de ese más allá en que
cree el hombre y que está fuera del alcance de sus sentidos. La
película abruma porque el espectador aún puede rumiar su trama mucho
tiempo después.
Luego, a nivel de dirección,
particularmente en el clímax, cuando se realiza el exorcismo, el empleo
de ángulos de cámara cercanos, que reúnen a las tres figuras principales
en un drama de vida y muerte, de fe y debilidad, de bien versus mal,
hacen del rito algo inclusivo: el espectador está inmerso, puede sentir
el asombro de los curas y la alevosía del diablo. El espacio de la
habitación (que no es pequeña) mediante tomas precisas, se transforma en
claustrofóbico, la cámara está en función de la cama donde yace Regan
en el marco de un cuadrilátero en el que se libra una monumental
batalla. Friedkin no ha repetido la hazaña, lo que ha realizado
posteriormente son obras, a todas luces, menores.
El elenco asumió con contundencia cada
rol. Quizás sí funcionaron las duras estrategias del director, pero
independientemente, Burstyn, von Sidow y Miller cosecharon
reconocimientos muy merecidos, al ofrecer registros actorales
resaltantes. Sin embargo, quien asume el mayor reto es la adolescente
Linda Blair. Ya se ha afirmado reiteradamente que no se utilizó ninguna
doble, tal como se había especulado. Blair llevó a cabo sus escenas con
madurez, atenta a las indicaciones que William Friedkin le realizaba.
Eso hace más impactante a la película: que una niña de trece años de
edad haya interpretado con tanta convicción y realismo por un lado a una
sufriente poseída y por el otro al repugnante espíritu que la invade.
Su actuación es inolvidable.
Lo demás es la pirotecnia del
espectáculo puesta a disposición del séptimo arte para terminar de dar
forma al producto: maquillaje, efectos especiales, iluminación y sonido;
todo junto para triturar los sentidos, para aniquilar la resistencia
del espectador, quien desfalleciente solo atina a desear febrilmente que
el demonio pase de largo.
“El Exorcista”, más que una película, es
una especie de insana conmoción, un estremecimiento, un sobresalto que,
aunque parezca increíble, ya tiene 40 años intimidando al mundo.