Miley Cyrus pisó el escenario de los premios MTV para desatar una
tormenta mundial, y (siendo honestos) diversión en las redes sociales.
Ahí estaba la dulce Hannah Montana de la serie del mismo nombre de
Disney Channel –que conocimos hace seis años cuando tenía 14–perreando
al son de su single “We Can't Stop”, haciendo un gesto sexual tras otro,
vestida con un ajustado corsé y enseñando su lengua.
Finalmente, la cantante y actriz estadounidense –que para entonces
solo llevaba un bikini color piel– restregó su trasero contra la ingle
del cantante Robin Thicke. Fue entonces cuando todos nos unimos para
exclamar a coro “¡¿qué diablos pasó con...?!”. Pero este estribillo no
es nuevo, sino que se ha convertido en el jingle con el que acompañamos
la caída del pedestal de la mayoría de nuestras estrellas infantiles
favoritas.
Y antes de que diga que se trata de un fenómeno de esta generación,
considere lo siguiente: tres de las integrantes del reparto original de
“El Club de Mickey Mouse” en 1950 también han sido noticia por las
razones equivocadas.
Después de que se cancelara el show (por primera vez) en 1959,
Cheryl Holdridge enterró rápidamente su imagen de inocencia y pureza
cuando tuvo relaciones sexuales con la sensación del pop australiano
Lucky Starr... a la tierna edad de 15 años. Su ex compañera de elenco,
Doreen Tracey, resistió un poco más. Pero después de no alcanzar la fama
como actriz y cantante, Tracey hizo una sesión de fotos desnuda con
temas de Disney para la desaparecida revista para hombres Gallery, en un
último esfuerzo para revivir su carrera. Por último, Darlene Gillespie
se mantuvo fuera del mapa durante varias décadas para luego resurgir en
2005 superando todas las indiscreciones de la infancia de sus colegas al
recibir múltiples condenas por fraude y estafa para la compra de
títulos y acciones.
Se llama pubertad
Nombres como Amanda Bynes, del canal Nickelodeon, y Macaulay Culkin, de
Mi pobre angelito, demuestran que Disney no es el único que sufre estos
dramas. Escándalos y destapes (corporales) como los protagonizados por
Britney Spears, Lindsay Lohan, Vanessa Hudgens y Demi Lovato (su
bipolaridad, bulimia y cortes en las muñecas) demuestran que la compañía
del ratón Mickey también ha acaparado la atención con los desbordes de
sus estrellas infantiles durante los últimos años.
Así, Miley es el último caso de lo que la prensa estadounidense ha
bautizado como “la maldición Disney”. ¿Cuál es la maldición de Disney?
Es algo que parece sucederles a las mujeres jóvenes que comenzaron sus
carreras en esta corporación: encontraron la fama muy temprano, pero
ahora luchan por adaptarse a la vida adulta y mantener la fama.
Sin embargo, la ruptura de Miley con la imagen de ídolo infantil es
una metamorfosis anunciada. Ya en 2009, durante los Teen Choice Awards,
Cyrus, de 16 años, incluyó un breve baile del tubo con ropa provocativa
en su interpretación de su single “Party in the USA”. Un año más tarde,
se hizo publicó un video en el que la estrella adolescente realizaba un
baile erótico para Adam Shankman, productor de la película La última
canción, protagonizada por Cyrus. Unos meses después se difundió otro
video –grabado cinco días después de su cumpleaños número 18– en el que
se veía a la artista fumando salvia psicoactiva de una pipa de agua.
“Se llama pubertad. Todo el mundo ha pasado por eso desde el principio
de los tiempos. Simplemente estoy en el centro de atención, así que
hacen zoom en mi proceso y se quedan fascinados”, aseguró Miley respecto
a sus cambios en una entrevista con su amiga Kelly Osbourne para
“Fashion Police”.
Kevin Corcoran, director de televisión y antigua estrella infantil
de Disney, asegura que esa evolución no es tan simple. “Sin una base
sólida, puedes terminar con mil problemas”.
Para Larry Rudolph, representante de Cyrus, ella está creciendo orgánicamente. Según Rudolph, lo que se vio el domingo es a la verdadera Miley, sin tapujos, y se trata de una transición normal.
Para Larry Rudolph, representante de Cyrus, ella está creciendo orgánicamente. Según Rudolph, lo que se vio el domingo es a la verdadera Miley, sin tapujos, y se trata de una transición normal.
Britney y lindsay
Rudolph también es el representante de Britney Spears, quien en la
cúspide de su carrera fue el centro de una suma de desenfrenos, algo
parecidos a los que ahora vemos en Miley Cyrus. Con tan solo 11 años,
Spears entró a “El Club de Mickey Mouse”, y de ahí saltó al estrellato.
Para su tercer disco mostró un cambio de la Britney niña a una
versión más adulta. En el video “I’m a slave 4 you”, la adolescente
bailó de forma provocativa en un club rodeada de gente con poca ropa y
bastante sudorosa.
La pubertad comenzó a tomar un rumbo equivocado hace nueve años. En
2004 Britney Spears se casó en Las Vegas con un amigo de la infancia. El
matrimonio fue anulado dos días después y luego se casó con su bailarín
Kevin Federline. Con la llegada de sus tres hijos y el divorcio, la
locura absoluta se desató. Spears comenzó a frecuentar fiestas junto a
Paris Hilton, e ingresó varias veces a rehabilitación por consumo de
drogas y alcohol. Luego se rapó la cabeza en un salón de belleza de Los
Ángeles y atacó un coche con una sombrilla mientras los paparazzis le
sacaban fotos. Tras ese incidente la cantante fue internada en un centro
psiquiátrico.
Finalmente, a Spears se le diagnosticó un trastorno de personalidad
bipolar. Un juez le entregó la custodia de los niños a Federline y la
Princesa del Pop fue internada en otra clínica. Mientras estaba ahí su
padre obtuvo el control de las decisiones personales, profesionales y
médicas de la cantante.
Las cosas se han estabilizado para Britney y el lugar de la reina de
la maldición Disney lo ocupa por ahora Lindsay Lohan. Ni los recientes
escándalos de Cyrus, ni la participación de Vanessa Hudgens, de High
School Musical, en la película Spring Breaker, ni la rehabilitación de
Demi Lovato, le han arrebatado el lugar en la cúspide a la actriz
pelirroja.
Lohan fue una exitosa modelo de comerciales desde los tres años de
edad. Apareció en más de cien anuncios televisivos. A los 10 años dio el
gran salto al protagonizar la película de Disney Juego de gemelas, la
cual recaudó 90 millones de dólares.
Luego de alejarse de Mickey y compañía, la joven disfrutó de una
carrera sólida por un par de años. Pero Lindsay se dejó llevar por las
fiestas y terminó envuelta en una tormenta de escándalos. Desde 2006,
Lohan ha estado en rehabilitación en seis ocasiones; ha sido condenada a
prisión por robo, posesión de cocaína –que admite haber probado unas 15
veces– y por manejar bajo la influencia de drogas y en estado de
ebriedad. Por cierto, también ha protagonizado peleas públicas con su
familia.
Tras salir de su última rehabilitación parece que Lindsay ha
aprendido la lección. “Soy mi peor enemigo y lo reconozco. Soy adicta al
alcohol, pero ahora solo tomo vitaminas”, afirmó en una entrevista con
Oprah Winfrey. Pero es muy pronto para cantar victoria.
Es probable que las montañas de dinero que logran acumular estas
estrellas hagan que sus padres las vean como una fuente inagotable de
ingresos y se muestren demasiado permisivos, puede ser también que no
sepan cómo manejar su fama y los tropiezos de su maduración personal
acaparen los reflectores mediáticos. Alguien diría que cada cheque de
pago por sus éxitos debería incluir una nota que diga lo siguiente:
“Esta estrella se autodestruirá en cinco segundos”.
Aún hay esperanzas en la cantante Selena Gomez, quien aunque ha
madurado en su imagen y en los temas de sus canciones y películas, aún
tiene su expediente de escándalos limpio y parece que podría romper esta
maldición.