Las dimensiones de Selena Gomez son prácticamente liliputienses.
Antes de encontrarnos, nos cruzamos en el lobby del hotel y parece que
se trata de la hija de nueve años de alguien. Si se le pregunta a un
preadolescente, sin embargo, nos dirá que Gomez es una de las estrellas
más grandes del mundo. Tiene 15,6 millones de seguidores en Twitter,
millones en ventas de discos, decenas de millones de taquilla y se le
han dedicado innumerables artículos en su condición de novia de Justin
Bieber. Es una de las ex Disney Channel más exitosas. No me refiero a la
generación que, en comparación, es vieja -la que produjo a Britney
Spears, Justin Timberlake, Ryan Gosling y Christina Aguilera-, sino a la
nueva, a cuyos integrantes se emperifolla y se vende como rosas
premiadas: chicos a los que se les da programas de televisión para luego
colocar su imagen en mochilas, cartucheras y, si pueden llevar
adelante una melodía sin demasiados errores, también en portadas de
discos. Gomez ha aparecido en 106 episodios de Los hechiceros de Waverly Place
(un programa sobre chicos con dones mágicos de Disney) y lanzó tres
discos con su banda The Scene. Pronto cumplirá veintiún años. Gomez
no parece una mujer que trata de conquistar el mundo. En una habitación
de hotel bastante modesta, está acurrucada en una silla enorme vestida
con un jumper que le queda grande y con el pelo retirado de la cara sin
maquillaje. Parece más bien alguien que se prepara para ver un DVD y
dormirse temprano. Pero nos encontramos cuando Gomez está en medio de un
plan global de hacerse adulta. Dos días antes estuvo en Las Vegas,
donde cantó en la ceremonia de los Billboard Music Awards, y un par de
horas después de la entrevista saldrá rumbo a París con fines
promocionales. Tuvo que cancelar la mayor parte de sus otras entrevistas
en Londres debido a una misteriosa enfermedad (tose durante la
entrevista e insiste en que me lave las manos al irme). Pero es lo
normal para ella. Es su ritmo de trabajo habitual desde que iba a la
escuela. “Es muy constante, sí”, dice encogiéndose de hombros. “Pero
cada tanto tengo algún fin de semana.” Las Miley Cyrus de este
mundo tratan de raparse y mostrarse semidesnudas para que se las vea
como adultas, mientras que figuras como Lindsay Lohan y Amanda Bynes
pierden todo vestigio de un plan y se lanzan a una lamentable fama
sensacionalista, pero la transición de Gomez ha sido más inteligente.
Este año apareció en Spring Breakers: viviendo al límte, donde
interpretó a una cristiana inocente que tenía su primer atisbo de
hedonismo para el director Harmony Korine, cuyas películas tienen más
probabilidades de presentar una masturbación no simulada que un número
adorable de baile y canto. Es cierto que estuvo la mayor parte del
tiempo en bikini, pero fue un comienzo que la crítica elogió, y la
película fue nominada al León de Oro en el Festival de Cine de Venecia.
Ahora está a punto de lanzar su primer disco como solista, Stars Dance, cuyo tema principal, Come and Get It, es eficiente y contagioso. ¿Pero con temas como Lover in Me, I Like it That Way y, de hecho, Come and Get It, también ella va a adoptar el mensaje adulto?
“Ahora
que los nombrás juntos, es cierto que suenan un poco…”, dice, y de
forma deliberada no dice la última palabra. “No fue mi intención.
Come and Get It
es muy informal y extrovertido… No es lo que la gente va a pensar.
Dios mío, sos la primera persona que hace que me dé cuenta de eso.”
Gomez no tiene tanto entrenamiento con los medios como para pasar toda
una entrevista sin dar la impresión de tener ni un pensamiento
independiente. Por otra parte, es muy buena compañía y suele reírse de
ella misma. Pero habla de “la industria”, como si llevara décadas dando
vueltas, y tiene el aire de alguien mucho mayor. ¿Qué siente al ver que
se la considera una niña estrella a los veinte años?
“No sé si es
tan malo”, dice. “Para actuar sin duda es bueno parecer menor, ya que
puedo interpretar papeles de menos edad. Al mismo tiempo, me estoy
convirtiendo en mujer y quiero vestirme como adulta y sentirme cómoda
con mi cuerpo. Soy muy consciente de que todo es objeto de observación, y
lo tengo que respetar. No voy a salir vestida sólo con una cintita.” Dijiste
que leías lo que opinaban los fans sobre el largo de tu cabello y les
hacías caso. ¿Quedar en manos de los fans no es una receta para
enloquecer?
Siempre ha sido así. No sé si es triste, pero
así es mi vida. De todos modos, me siento muy normal, una chica de
Texas, y así he crecido en esta industria. No conozco otra cosa.
Gomez creció en Grand Prairie, Texas, con una madre de dieciséis
años. Sus padres se divorciaron cuando tenía cinco años. A los diez años
de edad, cuando despegó su carera -una infancia de cantar en el living
se convirtió en apariciones con Barney, el dinosaurio púrpura, en la
serie de los ‘90 Barney & Friends-, la madre de Gomez, Mandy
Cornett, se transformó en su representante, una relación que Gomez
describe ahora como “un vínculo de la serie Gilmore Girls, pero
con un diálogo menos inteligente.” “Ambas vamos creciendo”, dice. “Ella
fue madre antes de convertirse en mi representante, pero sabe qué tiene
que hacer.” En este viaje a Londres, Cornett brilla por su ausencia. “Me
da espacio. Cuando tenía dieciocho años me dejaba hacer cosas sola.
Pero es parte de mi vida cotidiana. ¡Lo sabe todo! Anoche salí a comer
con mi amigo Jaden (Smith, el hijo de Will) y cuando la llamé, ella ya
lo sabía.” Luego hizo Rudderless, el debut como director del actor William H Macy, pero señala: “Sé que no me habrían tenido en cuenta de no haber sido por Spring Breakers.
Hasta me lo dijeron.” El nivel de atención de que es objeto por parte
de los tabloides debido a sus relaciones con por lo menos tres chicos
muy famosos (Justin Bieber, Nick Jonas y Taylor Lautner) -se ríe cuando
uso la palabra “hombres”- también ha tenido su efecto. Apenas pasa una
semana sin que la fotografíen, y no necesariamente con motivo. “Hay días
en que no me molestan en absoluto y puedo salir con mis amigos, ir al
cine o caminar por el parque”, dice. “Pero cuando se hace muy pesado
llamo a Taylor (Swift) o a Demi (Lovato, ambas viejas amigas). A veces
me molesta que la gente hable de mí, pero luego me parece mal (quejarme)
porque se relaciona con lo que me gusta hacer.” Menciona que,
como ambición para el futuro, quiere trabajar con Martin Scorsese, pero
tiene la suficiente conciencia de sí como para bromear y decir que tal
vez el sentimiento no sea recíproco. Ni siquiera está muy segura en
relación con su carrera más allá de este disco. “No se puede decir cómo
van a ser las cosas porque una no lo sabe. Podría desaparecer mañana. A
nadie le importaría si vendo otro disco y nadie vuelve a contratarme. Es
así de simple”