Cabral no le tenía miedo a nada

Para Facundo Cabral las personas no fallecían sino que se mudaban a un lugar donde se hacían eternas, así que el martes 9 de julio el músico argentino cumplirá dos años desde que la muerte lo obligó a cambiar de residencia. El cantautor dejó atrás una estela de amigos, entre quienes está Percy Llanos, fundador de Contemporánea Producciones Artist, que lo acompañó en los momentos finales de su vida y quien cuenta esa experiencia en Facundo Cabral: crónica de sus últimos días.
“Cuando vi su cabeza inclinada sobre el hombro izquierdo pensé que yo también estaba muerto. Que la muerte nos había llegado así, de improviso, destrozando los cristales del auto y la ilusión de un tiempo generoso en despedidas. El bulevar Liberación de Ciudad de Guatemala estaba a oscuras y ya no habría un amanecer para nosotros”. Este es el pórtico a una vertiginosa historia que Percy Llanos escribe junto con su hija Gabriela.
“Facundo Cabral no le tenía miedo a nada: antes de salir a escena podía saber que afuera le esperaba un público de 3 mil personas o de una y siempre hacía un gran trabajo”, indica Percy Llanos, que reprodujo en el libro diálogos con el músico que dejan ver su lado irónico y reflexivo.
En esta crónica de 136 páginas se van tejiendo los hechos de una gira por Centroamérica, que incluyó un concierto en Nicaragua y dos en Guatemala, con anécdotas de la amistad que existía entre Facundo Cabral y el agente que también trabajó con figuras como el mimo Marcel Marceau y la cantante Mercedes Sosa.
Por su interés en este último aspecto, el texto deja fuera la reseña de las investigaciones para aclarar el asesinato del cantautor, que han sacado a flote las extensas redes que el narcotráfico había levantado en la región. Lo que para Llanos es importante es que trabajar con Cabral y ahora contar su historia fue una catarsis.
Cuando su esposa murió, la recomendación del psicólogo ante su honda depresión fue la vuelta al trabajo y el primero en invitarlo a una gira fue este músico. Así que cuando sobrevino la desgracia, Llanos, que había comenzado a acariciar la idea de contar sus anécdotas como agente, se puso manos a la obra y se dedicó a hacer un tributo de letras a quien consideraba un hermano. 




 
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