Nacido
en el país que vende sueños y falsas esperanzas, un niño pobre y negro
de un barrio norteamericano, logró un sueño imposible: Convertirse en el artista más famoso de su tiempo.
Aunque
no quepa duda de que su imagen siempre fue un producto del negocio del
entretenimiento, ello no desdice que su arte prodigioso lo condujo a ser
el único afroamericano en penetrar la industria musical con éxito
universal. Sin embargo desde el inicio de su vida, enfrentó el martirio y
el estrellato, pues desde los cinco
años de edad, Jackson era para sus progenitores y sus nueve hermanos la
única posibilidad de escapar de la pobreza. En manos de su padre, el niño prodigio sufrió brutal explotación infantil en el trabajo artístico, maltrato emocional y menosprecio a su raza.
En aquellas décadas de éxitos sin precedentes, fue la industria capitalista de los blancos quien mayor provecho obtuvo de Jackson y
de los billones de dólares creados por sus giras, discos, publicidad,
películas y artículos de merchandising. En la cúspide de su
impresionante carrera, el personificó el ficticio sueño americano, una
historia de triunfo “Made in U.S.A.”, que contagiaba las almas de
millones de seguidores alrededor del mundo, rompiendo barreras de raza,
idioma y nacionalidad.
Tristemente,
hay un enorme sadismo en las sociedades capitalistas (especialmente la
yankee) que se expresa a través de un goce desenfrenado y enfermizo ante
el derrumbe de quienes alguna vez alcanzaron la gloria y este hombre
fue víctima de ello: Quien permanece como el más exitoso artista de la
historia, pues hasta el día de su muerte ya había vendido más de 750 millones de discos (por encima de Los Beatles y Elvis Presley),
conoció el declive. Fue así como en la última década, sus
extravagancias, el vitiligo, sus cambios faciales y un escándalo sexual
no comprobado, coparon las noticias de la misma industria que en el
pasado se lucró de su baile, su canto y de la excentricidad que le fue
impuesta.
Desde
entonces, la opinión pública del país que lo vio nacer hizo leña del
árbol caído mediante la burla, la constante difamación mediática y la
condena sin juicio. Nadie recordó sus obras humanitarias. Para Jackson no hubo derecho a la presunción de inocencia,
su reputación fue acribillada durante años y quienes le manifestaron
fidelidad lo abandonaron; la prejuiciosa sociedad gringa desconoce que
ser extraño no implica ser también un criminal.
De
quienes se enriquecieron con su trabajo o gozaron con su talento,
ninguno fue capaz de rescatarlo de su presunta vida autodestructiva, ni
rehabilitarlo contra la fármacodependencia ni advertirle de la inconveniencia de permanecer con niños que no eran sus hijos. Aunque
en 2005 fue declarado inocente de cualquier conducta criminal por un
tribunal de California, la prensa jamás se retractó de haberlo
sentenciado culpable. Hoy cualquier homenaje de la sociedad gringa es hipócrita y extemporáneo, el hombre que le brindó todo a su país, ha muerto solo. Estados Unidos le dio la espalda a Michael Jackson.
Por Jesus Silva
PlusFarandula