El sábado 15 de septiembre fue su último show. Ese día, en el Club Chino de Valencia, Jimena Araya mostró sus curvas en una fiesta de prograduación de la Universidad José Antonio Páez. Se vistió de “Rosita”, el personaje que interpretaba en un sketch del programa de Venevisión “A que te ríes” y después bailó reggaeton. Un rato antes de salir a escena, le dijo a Joel Tovar, su manager, que tenía miedo de que le hicieran daño a su carrera, pero cerró la conversación con un “después te cuento”.
Esa fue la última vez que Tovar la vio, antes de que desapareciera del mapa, por estar presuntamente involucrada en la fuga del pran de la cárcel de Tocorón, conocido como el “Niño Guerrero”.
“Ella es muy simpática y dedicada a lo suyo. En cada show al que íbamos firmaba autógrafos y se tomaba fotos con sus fans, eso le encantaba”, cuenta Tovar. Jamás se imaginó que la modelo de 29 años pudiera estar involucrada en un escándalo similar.
“La conocía bien o eso pensé. Nunca la vi en movidas raras. No sabía de sus shows en las cárceles. A pesar de que yo la manejaba, ella era quien llevaba su propia agenda”, dice.
De hecho, fue él quien hizo las veces de cupido, cuando en 2009 el pelotero de los Tigres de Aragua, Ronny Cedeño, le pidió el pin de Jimena para conocerla mejor. Desde entonces, fueron pareja durante un año, vivieron juntos y viajaron a casi todos los juegos del también grandeliga, en Estados Unidos.
Mientras tanto y hasta el cierre de esta edición, en la Fiscalía Séptima del Ministerio Público de Aragua, están a la espera de la presentación de la vedette, luego de que su abogado anunciara el lunes que se presentaría “en las próximas horas”.
Su
caso interesó al partido Podemos, que la apoya y en cuyo nombre ha
solicitado una medida cautelar “para que los medios cesen de publicar
informaciones que no son”, según palabras de Gerson Pérez, su vicepresidente.
El sueño farandulero. Antes de ser vedette y hacerse famosa como “Rosita”, Jimena tenía rato sonando en Maracay, su tierra natal. Era conocida como “La Venus”, unos dicen que por una confusión con una stripper de la ciudad, de cualidades físicas muy parecidas; otros dicen que esa “Venus” era realmente ella.
Residía en Base Aragua, una urbanización de Maracay. Allí vivía junto a su mamá, su hermano y una perrita. A Caracas sólo viajaba cuando le tocaba grabar.
Lo cierto es que desde hace casi diez años, “Rosita” intenta hacerse un nombre en la farándula. Empezó a dejarse ver muy seguido en la movida nocturna aragueña, tomó clases de danza, actuación y modelaje en la academia María Loreto; fue promotora y modelo de calendarios, eventos y fiestas; hizo varios castings que le merecieron papeles secundarios en telenovelas del extinto Rctv; fue portada de la revista para adultos UB; y paralelo a su trabajo en el sketch de “El Portu”, hacía presentaciones en fiestas, para embolsillarse entre 18 y 20 mil bolívares. También llevaba sus shows a cárceles como Tocorón y El Rodeo, donde se le vio en alguna oportunidad mientras hacía la cola de visitas, según una fuente que pidió mantener el anonimato.
Cotilleo en la vecindad. Desde que la “bomba sexy” se dio a la fuga, los vecinos de Base Aragua sólo hablan de ella. Una señora que prefirió no revelar su identidad, dijo que antes de vivir en el edificio Terra Nova, “Rosita” y su familia vivían en el conjunto residencial Aguada Grande. “Se mudaron porque el apartamento lo allanaron varias veces, yo creo que querían desmarcarse esa raya”.
Los taxistas de la zona cuentan que las veces que la veían, siempre andaba súper arreglada y entaconada. “Varias veces la vimos comiendo pastelitos en un puestico que se instala por aquí cerca. Se veía que era una chama simpática”, dijo uno.
Lo de los pastelitos era una excepción que se permitía de vez en mes, porque debía cuidar su cuerpo. “Siempre estaba pendiente de su dieta, pero cuando le provocaba comerse una hamburguesa o algo así, lo hacía. Después se daba duro en el gimnasio”, dice su manager.
Así lograba cultivar su voluptuosa figura, en el gimnasio Startech, ubicado en la avenida Bolívar de Maracay, donde se ejercitaba todos los días, incluso desde mucho antes de convertirse en “Rosita”.