Nacido
en el país de los sueños, un niño pobre y negro de un barrio
norteamericano, logró lo imposible: Ser el artista más famoso de su
tiempo. Aunque no haya duda de que su imagen siempre fue un producto del
negocio del entretenimiento, ello no desdice que su arte prodigioso lo
condujo a ser el único afroamericano en penetrar la industria musical
con éxito universal.
Sin
embargo, desde el inicio de su vida, enfrentó el martirio y el
estrellato, pues desde los cinco años de edad, Jackson era para sus
progenitores y sus ocho hermanos la única posibilidad de escapar de la
pobreza. En manos de su padre, el niño prodigio sufrió brutal
explotación infantil en el trabajo artístico, maltrato emocional y
menosprecio a su raza. Jamás pudo ir a una escuela común ni convivir con
otros niños en un ambiente adecuado para el desarrollo de su
personalidad, Jackson pagó con dolor irremediable el precio de su
infancia perdida. En una época de exclusión social y racial, fue
transformado en un ser solitario, bajo una imagen pública según la cual
mientras más “extraño” él fuese, más dinero generaría; mientras tanto,
el hombre de carne y hueso hallaba refugio en las historias infelices de
Jhon Merrick (el hombre elefante) y Peter Pan (el niño que nunca
creció) en un intento idealista por sanar su aislamiento y sus
fantasmas.
En aquellas décadas de éxitos sin precedentes, fue la industria de los blancos quien mayor provecho obtuvo de Jackson y de los billones de dólares creados por sus giras, discos, publicidad, películas y artículos de merchandising. En la cima de su carrera, el personificó el sueño americano, un suceso que contagiaba las almas de millones de seguidores alrededor del mundo, rompiendo barreras de raza, idioma y nacionalidad. Tristemente, hay un enorme sadismo en las sociedades más desarrolladas que se expresa a través de un goce enfermizo ante el derrumbe de quienes alguna vez alcanzaron la gloria y este hombre fue víctima de ello: Quien permanece como el más exitoso artista de la historia, pues hasta el día de su muerte ya había vendido más de 750 millones de discos, conoció el declive. Fue así como en la última década, sus extravagancias, el vitiligo, sus cambios faciales y un escándalo sexual no comprobado, coparon las noticias de la misma industria que en el pasado se lucró de su baile, su canto y de la excentricidad que le fue impuesta.
Desde entonces, la opinión pública del país que lo vio nacer hizo leña del árbol caído mediante la burla, la difamación de los medios y la condena sin juicio. Las letras de posteriores canciones como Scream, Tabloid Junkie y Privacy serían testimonio fiel de sus angustias. Pocos recordaron sus obras humanitarias o respetaron su derecho a la presunción de inocencia; su reputación fue acribillada durante años y quienes le manifestaban fidelidad lo abandonaron. Esa sociedad desconoce que ser extraño no implica ser también un criminal. De quienes se enriquecieron con su trabajo o disfrutaron con su talento, ninguno fue capaz de rescatarlo de su presunta vida autodestructiva, ni rehabilitarlo contra la fármacodependencia ni advertirle de la inconveniencia de permanecer con niños que no eran sus hijos. Aunque en 2005 fue declarado inocente de cualquier conducta criminal por un tribunal de California, la prensa jamás se retractó de haberlo sentenciado culpable. El genio que tanto hizo brillar a su país, un 25 de junio de 2009, murió solo.
e-mail: jesussilva2001@gmail.com
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