El nativo de Arequipa critica el valor comercial que hoy tienen las artes, que se dedican más a entretener que a provocar la reflexión de las personas ("La cultura es diversión y lo que no es divertido no es cultura" o "Lo que tiene éxito y se vende es bueno y lo que fracasa y no conquista al público es malo", ironiza el autor). Que Tolstói, Thomas Mann o William Faulkner pretendían derrotar la muerte, fascinar a los lectores de tiempos futuros; mientras que las películas de Bollywood, o los conciertos de Shakira, no van más allá de su efímera presentación.
La literatura, el cine, la música, las artes plásticas, la religión, el erotismo, la política, el periodismo... ya nada, según Vargas Llosa, es como antes. Su libro recuerda aquello de que todo tiempo pasado fue mejor. "Él defiende una noción específica de la cultura, que es la noción con la que se formó, una ideología estética de una época determinada. Estamos ante un ensayo que no es más que la preocupación de un escritor que, ante la avalancha de cambios, cree que se puede llevar a la cultura al despeñadero", dice el crítico Carlos Sandoval, que no se alarma por la llegada de lo popular al arte.
Las nuevas tecnologías, las redes sociales, los medios de comunicación o Internet ayudaron a civilizar el espectáculo, asegura el ensayista peruano, que lamenta las modas de hoy. "Estamos en una etapa de transición respecto a la asunción de nuevos formatos de expresión. Siento que Vargas Llosa, un hombre de 76 años, se ve abrumado por la velocidad de estas variantes. La alarma es saludable, pero no se va a acabar la literatura. Se entenderá de otra manera", agregó el también autor de La variedad del caos.
El Nobel de Literatura rechaza lo light -así, en ingles- del arte contemporáneo. Dice que eso le da la impresión al lector y al espectador de ser culto sin mayor esfuerzo intelectual. Hay quienes rechazan tal apreciación. "La riqueza y la democracia de las artes es que tú puedas tener la posibilidad de escoger. Hay gente que lee literatura del realismo sucio y cree que esa es la gran literatura. Hay gente que lee novela histórica y piensa que ese es el gran género de la narrativa", dijo el propio Sandoval, profesor de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela.
La desaparición de la figura del intelectual es otra de las preocupaciones del peruano, que -como diría el mexicano Jorge Volpi- parece ser el último de los mohícanos. "La visión que tiene Vargas Llosa del intelectual es la del intelectual orgánico que opinaba de literatura, de tecnología, de política, de asuntos públicos. Ese tipo de intelectual ya ha cambiado. El investigador Tomás Maldonado dice que hoy en día la palabra intelectual no debe tomarse al pie de la letra como se hacía en la Edad Media o en el siglo XIX. Un intelectual, para él, puede ser un comunicador social que mueva a las masas. Esa noción que maneja Vargas Llosa habría que estudiarla", concluyó el escritor de la novela El círculo de Lovecraft.
Arte ligero
Mario Vargas Llosa habla, o escribe, con nombres y apellidos. Dice que "desde que Marcel Duchamp revolucionó los patrones artísticos de Occidente estableciendo que un excusado era también una obra de arte si así lo decidía el artista, ya todo fue posible en el ámbito de la pintura y la escultura", incluso que alguien pague 12 millones de euros por un tiburón preservado en formol realizado por el inglés Damien Hirst, al que tilda como un extraordinario vendedor de embaucos.
El peruano considera que en las artes plásticas la frivolización llegó a extremos alarmantes. Perán Erminy no cree que sea del todo cierto. "Me parece una postura demasiada conservadora. Vargas Llosa rechaza lo que es producto de las tecnologías. La posición de desconfiar de lo moderno es excesiva. Creo que es demasiado severo con la cultura actual. Incluso en la trivialización hay algo de valor. Que las cosas se vuelvan cotidianas, que los pequeños detalles que uno ve en la calle, puedan ser detenidos y magnificados es un procedimiento válido. Que uno viva más el día en el arte, entre cosas cercanas, es un acercamiento a la vida misma, que hace la cultura más accesible al gran público", dijo el crítico venezolano de arte.
Los cineastas tampoco quedaron fuera de las criticas del Premio Nobel de Literatura, que dice que ya no salen creadores como Ingmar Bergman, Luchino Visconti o Luis Buñuel; que el cine de nuestro tiempo idolatra a Woody Allen, "que es, a un David Lean o a un Orson Welles, lo que Andy Warhol a Gauguin o Van Gogh en pintura, o un Darío Fo a un Chéjov o un Ibsen en teatro".
El canon de Hollywood parece haberse extendido a todas las industrias cinematográficas, hasta a la venezolana. "Tú comparas una película nacional de hace 20 años con las películas de Er Conde del Guácharo y entiendes la banalización. Hubo un primer momento en que el cine era un arte, nada más. Después, en una segunda etapa, el cine pasó a ser un arte que también es una industria; luego una tercera fase: el cine es una industria cultural. Hasta que llegó una cuarta etapa: el cine es una industria, punto. Así estamos ahora. Priva más el espectáculo, la velocidad de ese espectáculo. Ahí Vargas Llosa tiene razón", dijo el crítico de cine Rodolfo Izaguirre. Vargas Llosa volvió a generar polémica con sus opiniones.
Diario ElUniversal
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